domingo, 30 de octubre de 2011

La corrupción

Cuando observo o me entero de casos de corrupción me quedo pensando si el País ha cambiado o si permanece igual. Algunas cosas son las mismas por décadas si no es que siglos. Otras cambian con celeridad. ¿Cuál es el verdadero México, el de antes o el de ahora? Si uno ve hacia atrás, es evidente que hemos experimentado profundos cambios, algunos de ellos dramáticos y muchos por demás positivos. De la misma manera, algunas cosas parecen permanentes, inamovibles. ¿Qué será lo permanente, lo que no cede o lo nuevo que se ha construido?

Como tantas cosas en nuestro país, las respuestas son más grises que blancas o negras. Antes, la corrupción era un componente inherente al sistema político. Hoy la vemos como un mal, como una distorsión de un inacabado proceso de modernización. El viejo dicho de los priistas "no me des, ponme donde hay", es reflejo de un sistema político construido por los ganadores de la gesta revolucionaria y dedicado a beneficiar a los suyos. Aquel sistema, aún vivo en más de un rincón, se construyó bajo la promesa de que a quien era leal y se disciplinaba al jefe en turno, la Revolución le "haría justicia", le daría acceso al poder y/o a la corrupción.

Quizá el mayor mérito del régimen priista fue pacificar al País sin dureza excesiva. El País pasó de la violencia extrema de los años de guerra civil a una paz productiva a partir de mediados de los 30, todo ello sin construir un Estado de Derecho, sino más bien una estructura política que, al privilegiar la disciplina, mantenía la paz y la estabilidad. Ese mundo encontró Graham Greene en su libro "Caminos sin Ley" sobre el México de los 30, donde el autor describe un lugar desolado en el que reina la corrupción y el habitante más modesto tiene que aceptar la vida como es: un mundo sin ley y sin la posibilidad de lograr el respeto más mínimo a sus derechos.

Décadas después, los incipientes industriales que promovió el programa de sustitución de importaciones se encontraban con otra faceta de la misma realidad: la Secretaría encargada de la industria era un nido de corrupción donde todo estaba a la venta: los permisos de importación, de exportación y las autorizaciones para invertir. Los empresarios tenían que apoquinar para obtener el permiso o para que no lo obtuviera su competidor, para acelerar un trámite o para paralizarlo de manera permanente.

Cuando vino la apertura a las importaciones y la liberalización económica se hicieron irrelevantes esos controles, la burocracia perdió su poder corruptor y la Secretaría pasó de más de 30 mil empleados a poco menos de 3 mil. Con el fin de los controles desapareció la posibilidad de extorsión, el valor de quienes movían papeles de un escritorio a otro y de quienes lograban la firma del responsable. Aunque retornaron muchos mecanismos indirectos de control y persiste la lógica de controlar, esa corrupción burocrática desapareció de las consideraciones del empresario prototípico. Ahora lo que cuenta es la producción, la calidad y el mercado.

El ejemplo muestra cómo la corrupción no tiene por qué ser permanente. También ilustra la naturaleza de nuestra realidad: aunque muchas cosas cambiaron, muchas permanecen. El México viejo de la corrupción ya no es vigente en algunos ámbitos, pero persiste en otros. No hemos logrado completar un proceso de transición hacia la modernidad, hacia un espacio en el que la convivencia se rige por reglas impersonales en lugar de relaciones personales.

La existencia de dos realidades contrastantes y simultáneas describe a un país que ha cambiado sin proyecto integral de modernización y sin capacidad o disposición de articular un consenso respecto a un objetivo susceptible de entusiasmar a la población. Esa dualidad estuvo presente cuando, al inicio de los 90, el Gobierno reconoció que no se podía ser moderno y a la vez mantener al partido hegemónico a través de partidas directas del erario. La solución que se proponía no tenía nada de moderna: que los empresarios beneficiarios de la modernidad sostuvieran al partido.

La mezcla de tradición y modernidad, corrupción y transparencia ha persistido en estos años de cambio. Al menos hipotéticamente, una posible explicación a muchos de nuestros estragos cotidianos tiene que ver con esa contradicción: donde no acaban de aniquilarse los espacios de opacidad y muchos de los que deberían ser transparentes están lejos de serlo; donde la competencia permanece como un objetivo más que una realidad, pero se intenta avanzar con métodos de antes; donde los espacios de corrupción son demasiados y retornan con mucha mayor celeridad de lo que los otros se evaporan.

Muchos culpan a los políticos, empresarios, sindicatos y gobernantes de toda clase de males porque el sistema se los permite. Sólo hasta que la sociedad desee vivir en un régimen de transparencia y se rehúse a aceptar las reglas de la opacidad y la corrupción, ésta seguirá perviviendo. Para todos es cómodo resolver un problema con una mordida o evitar una molestia con un arreglo "por fuera". Pero la comodidad tiene su contraparte en la corrupción y no se puede cancelar una sin acabar con la otra.

El país que describió Greene hace 80 años sigue teniendo visos de realidad y eso demuestra lo mucho que nos falta por recorrer. Pero el ejemplo de Secofi en los 80 también ilustra las posibilidades que ofrece un cambio estructural profundo. Quizá la tragedia del México moderno -tragedia porque se trata de un entorno que hizo posible el crecimiento y desarrollo de las organizaciones criminales con el fin de los controles del viejo sistema y la ausencia de los que requeriría un país moderno- es que la idea e instrumentos de la modernidad no han permeado entre la mayoría de los integrantes de la clase política ni en la sociedad en general. Además de altamente improbable, esperar a que un gran líder llegue a cambiarlo todo y salvarnos en el camino constituye una forma vieja de intentar construir la modernidad.

El País seguirá siendo corrupto en la medida en que todos así lo sigamos queriendo.

Luis Rubio
www.cidac.org

++++++++++++++++++++++++++
 
¿Eres parte de la solución o del problema? No basta no ser corruptos en lo personal para ser parte de la solución. Hay que ser intolerantes con los corruptos, con los políticos que han saqueado al Erario y que salen en spots de TV sonriendo y diciendo que forman parte de una nueva generación. Hay que ser intolerantes con el corrupto y con quienes lo protegen.

Soberanos irresponsables (gobernadores)

A partir de que Lázaro Cárdenas expulsó del País al Jefe Máximo Plutarco Elías Calles en 1936, los Presidentes "emanados de la Revolución" gobernaron bajo el principio de que el poder no se comparte. La "unidad revolucionaria" en torno al soberano del País empezó a resquebrajarse en 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas abandonó el PRI para buscar la Presidencia fuera de él. Este desafío a Miguel de la Madrid reapareció contra su delfín Carlos Salinas de Gortari, especialmente desde que pareció buscar la reelección o un nuevo maximato, contra las reglas del sistema. Lo desafiaron los sindicatos y luego los que volvieron a los magnicidios y alzamientos. Así acabó el paréntesis de renuncia a las armas en la lucha por el poder. Se desató el aspirantismo y reapareció la violencia.

Con Ernesto Zedillo los desafíos llegaron a la Federación. Zedillo tuvo que aceptar la soberanía de Roberto Madrazo, que se apoderó de Tabasco, gastando en su campaña para Gobernador más que Bill Clinton en la suya para Presidente de Estados Unidos. Sin salir del PRI, pero contra las reglas, Madrazo no le debió la Gubernatura al Presidente; y lo amenazó con hacer de Tabasco una república separada. Usó la marca PRI para hacer suyas las estructuras de poder local. Su audacia quedó impune frente al rayo fulminante de la soberanía presidencial, que ya no funcionó.

Desde entonces, las gubernaturas son soberanías que no rinden cuentas. Tienen a su favor la Constitución, que las legitima como gobiernos de "estados libres y soberanos". Tienen dinero, Congresos, tribunales y policías para hacer su voluntad. Tienen mañas para abusar impunemente y escapar al escrutinio local y federal. Madrazo fue descalificado en un maratón por hacer trampa, pero su partido no lo descalificó cuando se impuso como candidato presidencial, con el resultado de que el PRI quedara en tercer lugar y perdiera la Presidencia. No ha sido enjuiciado pese a sus abusos en Tabasco y en el PRI. Arturo Montiel disfruta impunemente de los ahorros que acumuló en el Gobierno del Estado de México. Humberto Moreira encabeza el PRI pese a sus abusos en Coahuila. Los Gobernadores del PAN y el PRD han tenido las mismas ventajas.

La irresponsabilidad de los Gobernadores prospera con un gasto público poco transparente que les permite equiparse, contratar reflectores favorables y repartir favores con dinero que reciben como participación en los impuestos y aportaciones federales, como préstamos del sistema financiero, como recaudaciones locales y como no se sabe qué, ni de quién.

Al 31 de marzo de 1993, los estados y municipios debían 18 millardos de pesos. Al 31 de marzo de 2011, su deuda había aumentado a 315 millardos, o sea 17 veces . Esta multiplicación varía de unos estados a otros, y en muchos supera las 17 veces: 27 en Guanajuato y Nuevo León, 33, 35 y 38 en Coahuila, Nayarit y Chiapas, 54 en el Distrito Federal, 63 en Veracruz, 86 en Puebla y 131 en Hidalgo y Michoacán .

El caso de Coahuila es notable porque de 1993 a 2006, la deuda tuvo un crecimiento mínimo; pero de 2006 a 2011, mientras el promedio nacional se duplicó, la deuda de Coahuila se multiplicó por 20. La hazaña histórica corresponde a los años de Humberto Moreira. Pero los cálculos se basan en sus informes oficiales a Hacienda, que resultaron falsos. La deuda que dejó no era de 8 millardos , sino de 32; no se multiplicó por 20, sino por 80. Esta lección del Profr. Moreira será estudiada y aprendida por todos los Gobernadores.

Hay muchas acciones posibles para evitarlo, de transparencia y de condicionamiento de las fuentes financieras. Como crear un catastro federal, calcular la recaudación local que deberían producir los impuestos prediales, contraponerla con la recaudación real y cargarle la diferencia al Gobierno local, deduciéndola de las participaciones que le toquen de los impuestos federales.

Entre los países de la OCDE, México es el que recauda menos prediales: 0.2 por ciento del PIB, frente a Estados Unidos, Canadá y otros que recaudan 15 ó 20 veces más. La diferencia rebasa el 2 por ciento del PIB de recaudación adicional que se ha buscado con el IVA o con impuestos al empleo. Para los Gobernadores es más fácil cabildear millones con los amigos de la capital que cobrar la millonésima parte a los predios locales.

Un catastro federal a cargo del Inegi podría estar disponible en internet y servir para consultas, para facilitar el registro público de la propiedad y dar seguridad jurídica a los propietarios, compradores y vendedores inmobiliarios. Si cada propiedad se vincula con su número predial, un clic desplegaría la información pública correspondiente: plano, superficie, clasificación, avalúo, propietario.
 
Gabriel Zaid
El Norte
++++++++++++++++++++++++
 
Los gobernadores son caciques que viven en completa impunidad, opacidad, nepotismo, y corrupción. No cobran impuestos y se la pasan gastando lo que consiguen de la federación en completa irresponsabilidad. Y para el colmo, no pueden ni siquiera brindar una mínima seguridad a sus ciudadanos. Quieren que sea el gobierno federal, quien lleve el desgaste en la lucha contra el crimen organizado. No pueden ni controlar las cárceles. Pero eso si, gastan en imagen, obras de relumbrón, elefantes blancos, y una pesada y gorda burocracia. Para ejemplos evidentes ahí están Coahuila y Nuevo León, sumidos en pesadas deudas, hipotecados por 20 o más años. ¿Hasta cuando?

sábado, 22 de octubre de 2011

Finanzas enfermas

¿Qué tan estratégica ha sido la inversión realizada por los estados y municipios con recursos provenientes de financiamientos?

El endeudamiento irresponsable incide en la calidad de vida y posibilidades de desarrollo de nuestra generación. En tanto más se comprometen ingresos futuros, aumenta el riesgo de colapso ante situaciones económicas o naturales extraordinarias.

Actualmente, la base principal para garantizar el pago de financiamiento público se encuentra en los ingresos federales que, en los términos de la Ley de Coordinación Fiscal, son distribuibles a estados y municipios.

Los mecanismos generadores de pasivos son válidos, pero llaman a la prudencia. Ya se vislumbran focos rojos.

La necesidad de desarrollo seguirá reclamando inversión. En el caso de los jóvenes, existe una creciente demanda de empleo que, para generarse, ocupa que la autoridad garantice al sector privado condiciones adecuadas en materia de seguridad, infraestructura y certeza jurídica.

Las familias jóvenes exigen satisfactores. El gasto no estratégico presente impacta la expectativa de bienestar de quienes integran nuestro bono demográfico.

El endeudamiento público sólo puede entenderse como una estrategia válida si, bien administrado, se encamina a materializar la infraestructura clave para que exista bien común con visión de largo plazo.

Es una pesadilla concebir que una ciudad pueda tener "elefantes blancos" al tiempo que carece de activos prioritarios para garantizar el suministro de agua, servicios y de infraestructura para el desarrollo humano.

Las leyes de deuda estatales generalmente contemplan que sea el Congreso local quien autorice el endeudamiento y la afectación de recursos federales. No todas las propuestas del Ejecutivo precisan los proyectos a ser financiados. Los Diputados que consienten "cheques en blanco" son corresponsables de que hoy existan entidades con finanzas publicas débiles.

Es necesario que el ciudadano esté atento y organizado a priori para exigir públicamente que la lógica tras un financiamiento público esté justificada.

Existen nueve estados cuya calificación crediticia, de acuerdo con Fitch Ratings, se encuentra con perspectiva negativa. Finanzas públicas ahorcadas como las de Coahuila, Veracruz, Michoacán, Nayarit, Guerrero, Durango y Nuevo León ocupan del mayor rigor técnico y medidas como reestructuras, recortes, disminución del gasto público y mayor eficiencia.

Quienes han endeudado los gobiernos irresponsablemente con el afán de "servirse" deben ser señalados por la sociedad como cómplices de una crisis que los jóvenes de entre 20 y 40 años tendrán que resolver.

Un futuro con finanzas sanas requeriría al menos, en primer lugar, de la más estricta aplicación de la Ley General de Contabilidad Gubernamental, de normas en materia de transparencia y el constante ejercicio de comparación de resultados, para generar así condiciones de competencia.

Igualmente requeriría una regulación rigurosa en la leyes de deuda locales en cuanto a los requisitos, justificación y límites para contratar créditos, y, finalmente, unas finanzas sanas necesitan la reforma política en materia de reelección de alcaldes y legisladores para generar un costo a los políticos incumplidos.

Los gobernantes que han simulado la realización de obra para destinar financiamiento a gasto corriente, campañas y tropelías son traidores a la Patria.

Contar con gobernantes que, siendo sagaces en el campo político observen un comportamiento ético y cuenten con habilidades técnicas adecuadas es fundamental si el pueblo aspira a que exista progreso.

En las elecciones que se avecinan habrá que exigir ordenadamente a los partidos que presenten a los mejores hombres y mujeres, a quienes sí "saquen la bola del cuadro" con responsabilidad.

La realidad imperante en materia de finanzas públicas reclama un llamado a la justicia intergeneracional y, con ello, la presencia y colaboración por necesidad, no por capricho, de los más capaces.

El autor es abogado y maestro en Derecho Internacional por la Universidad de Harvard.
 
Mario A. Zambrano Ábrego
zambranoabrego@gmail.com
 
++++++++++++++++++++++++++++++
 
Entre las reformas estructurales pendientes, como la fiscal, laboral, energética, educativa, también habría que incluir una que prohíba el endeudamiento de los gobiernos, principalmente los estatales y municipales. Ahí tenemos ya los casos de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Nayarit, y Veracruz, por mencionar los más recientes, que han hipotecado los ingresos por muchos años y ni siquiera se hizo obra pública importante, siguen gastando en burocracia y gasto corriente sin medida. La deuda pública se tiene que pagar y saldrá de los impuestos, no hay de otra. Los gobiernos no crean riqueza, la consumen. Por eso deben medir su gasto.
 
AMEPI, AC.

El divorcio europeo (y los indignados)

¿Qué es lo que mueve la indignación de los indignados? ¿Cuáles son los argumentos que esbozan al protestar en las principales ciudades del mundo? ¿Es acaso la falta de oportunidades económicas, la desigualdad, o la ausencia de imaginación para buscar soluciones?

El 15 de octubre, aparecieron protestas desde norte a sur, de América a Asia, África y Europa, con más de mil 500 eventos en 82 países, como parte de un día de acción global.

El Secretario General de la ONU exhortó el lunes pasado a los líderes mundiales a escuchar y dar respuesta a la frustración que manifiesta el creciente movimiento internacional de indignados.

Por lo que se sabe, las marchas buscan demandar un cambio global en las estructuras políticas, económicas y financieras. ¿Es esto nuevo? ¿Hay alguna relación entre estas protestas y las que se dieron durante los 90 de los llamados "globalifóbicos" en contra del libre comercio? ¿Acaso las manifestaciones de hace una década en Davos y las que se realizan en las cumbres paralelas de países en desarrollo son iguales o buscan lo mismo?

Me parece que hay algo cíclico en estas inconformidades. Se repiten en la historia y sólo ahora podemos distinguir cuán rápido se conectan estos grupos en el mundo por las redes sociales y los medios de comunicación.

Sin duda, las redes sociales han animado las protestas, pero no creo que se haya ordenado nada. No hay una visión que solucione las demandas de los indignados. Están molestos por las injusticias que sufren pero no desean empezar una nueva empresa u organización que pueda dar cauce a sus demandas. Esperan que alguien venga a resolverlo o al menos diga que así lo hará.

Sigo esperando una red social que promueva el pago de impuestos o el Facebook que haga que se unan voluntades para limpiar un gran parque, una colonia o una calle. El poder del "click" se queda en el envío; tecleo consignas, pero no me despego de la computadora, no hago algo más allá de levantar mi voz.

Por eso cuando vemos a un Egipto y sus multitudes reunidas para protestar y derrocar el régimen, hay esperanza; pero cuando esas mismas multitudes no saben qué hacer después, debemos preocuparnos.

Los adeptos de la protesta crecen en Europa, Estados Unidos y más países, pero la pregunta fundamental sigue sin contestarse: ¿para qué? Protestar funciona un tiempo, pero si no hay propuestas, ni respuestas que valgan, los movimientos se erosionan.

Coincido con la apreciación del filósofo polaco y premio Príncipe de Asturias 2010, Zygmunt Bauman, de que será un movimiento temporal porque los mueve la emoción y no las ideas. En su parecer, "si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada".

Pero vayamos más al fondo de la indignación. Detrás está una economía mundial que ha perdido la chispa para crecer. El común denominador de los países sumidos en un enorme deterioro es claro. Contrataron crédito barato y de forma indiscriminada a niveles hoy impagables, sociedad y gobiernos están quebrados en Europa, nada tiene que ver con la libertad económica, sino más bien con el abuso de esta libertad.

Por eso, Europa se debate entre la vida y la muerte de su unificación. Durante décadas trataron de homologar economías divergentes con la esperanza de un bloque económico. Fijaron un área comercial común y libre, con una libre migración de sus ciudadanos. El orgullo de un esquema económico que respetaba los derechos sociales y ciudadanos de cada país, pero orientaba sus objetivos económicos en la misma dirección.

El derecho de admisión exigía a cada país miembro disciplina en su política fiscal y la renuncia a su soberanía monetaria. Así las cosas, se obligaba a cada nación a no gastar más de lo que podían cobrarle a sus ciudadanos en impuestos y le quitaba el derecho a tener control sobre sus monedas.

Hoy, se han dado cuenta de que no pueden permanecer en matrimonio con países cuya productividad, a casi 25 años, no cambió lo suficiente como para mantenerse unidos.

Y es que la Unión Europea de los 80 soñaba con una alianza de países con raíces distintas, pero alineadas al mismo objetivo económico.

Sin embargo, Europa olvidó que no había ciudadanos europeos. Había, sí, ciudadanos italianos, belgas, franceses, españoles, portugueses, alemanes y luego griegos, polacos, checos, lituanos y húngaros. Cada uno con sus capacidades, sus vicios, sus buenas y malas costumbres, sus anhelos, sus prejuicios, sus buenos o pésimos gobiernos, sus fuertes o débiles instituciones de seguridad social, de justicia, de educación, de combate a la pobreza.

Estas diferencias locales, supeditadas a sus distintas formas de gobierno, no lograron superar la disciplina alemana con las vacaciones francesas ni las siestas españolas. No pudieron alinear las exigencias laborales de una Alemania unificada con las laxitudes griegas de jubilaciones a los 50 años de edad y de sueldos fuera de mercado.

Mi vaticinio para Grecia, España, Portugal e Italia es que necesitan separarse de la Unión Europea para volver a producir su moneda, devaluarla como reflejo de su improductividad y entonces sí, viendo su pobreza real, replantear su modelo económico para atender las solicitudes de sus indignados.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
 
++++++++++++++++++++++++++++++++++++
 
En la Europa de tantas comodidades y beneficios sociales ahora también tendrán que hacer reformas estructurales. No hay lonche gratis. Después de la borrachera viene la cruda. En México todavía estamos a tiempo de hacer los cambios, antes de que se acabe el petróleo. ¿Los haremos?
 
AMEPI, AC

domingo, 16 de octubre de 2011

Prohibido invertir

El crecimiento económico no se da de milagro, ni por casualidad. No hay una receta única para la generación de riqueza, pero sí hay ingredientes fundamentales para cocinar el platillo de la prosperidad. La inversión es al crecimiento lo que el chocolate al mole negro. Los individuos, las empresas y los países pueden hacer buenas o malas decisiones de inversión.

A nivel de una economía nacional, hay países que son más eficientes en extraer réditos de su inversión. India ha logrado tasas de crecimiento de 8 por ciento invirtiendo una cuarta parte de su PIB. En contraste, China ha invertido casi la mitad de su PIB, para alcanzar apenas un par de puntos por encima de la India. En el 2010, México invirtió 20 por ciento de su PIB para alcanzar un 5 por ciento de crecimiento. Si tomamos el año pasado como referencia, nuestro País requiere invertir alrededor de 4 por ciento del PIB para crecer 1 punto porcentual. Para lograr ese mismo avance en el crecimiento, China requiere invertir 5 por ciento de su PIB. Esto demuestra que podemos ser más eficientes que los chinos a la hora de extraer réditos del capital.

Bajo esta premisa, si México invirtiera más nuestra economía crecería más rápido. Sin embargo, en nuestro País persisten impedimentos legales al ímpetu por generar riqueza. La Ley de Inversión Extranjera limita, en su Artículo 7, hasta el 25 por ciento de capital foráneo en el sector del transporte aéreo. Los sucesivos fracasos para echar a volar de nuevo a la línea aérea Mexicana no se pueden explicar sin esta barrera a recursos de origen foráneo. En esa misma ley se pone un tope de 49 por ciento a los dineros externos que busquen desarrollar el menguante negocio de la telefonía fija. La proverbial falta de competencia en ese sector es consecuencia del cumplimiento irrestricto a esta legislación. En México ni los diputados que redactan las leyes son capaces de respetarlas. Sin embargo, las normas que prohíben la inversión se acatan cabalmente.

Desde su propia Constitución, México construye muros al afán por atraer y retener inversiones. En el primer renglón del Artículo 28, la Carta Magna establece: "En los Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los monopolios". Hasta ahí todo suena muy bien, pero tres párrafos más abajo, la marrana tuerce el rabo: "No constituirán monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva en las siguientes áreas estratégicas: petróleo... petroquímica... y generación de electricidad...".

De acuerdo con el texto de la Carta Magna, los monopolios estatales no existen en nuestro País. Pemex y CFE son un espejismo constitucional. Un monopolio no es sólo un mecanismo para ordeñar consumidores o contribuyentes, sino un obstáculo formidable para potenciales oportunidades de negocios. En el ámbito petrolero, esta secuencia de impedimentos al desarrollo está coronada por un doble absurdo: la ley prohíbe al capital privado invertir en el área de hidrocarburos, pero las reglas presupuestales también ponen un techo de 2 por ciento del PIB a los recursos disponibles que tiene Pemex para desarrollar nuevas áreas de la industria. Ni dinero privado, ni dinero público para invertir en uno de los sectores con mayor potencial estratégico y de generación de riqueza. ¿Qué hubiera sido de Petrobras, la empresa petroquímica que ha impulsado el despegue económico de Brasil, si hubiera tenido estas limitaciones financieras en la exploración y explotación de yacimientos de aguas profundas?

Otro botón de muestra. En la Cámara de Diputados lleva un año empantanada la Ley de Asociaciones Público Privadas (APP). Esta ley le daría mayor certidumbre y transparencia de riesgos a los proyectos que buscan desarrollar infraestructura. Ya se organizaron foros, conferencias, análisis de expertos y en San Lázaro simplemente no dan color. Un país que prohíbe la inversión ilegaliza la prosperidad.

Juan Pardinas
 
+++++++++++++++++++++++
 
Por eso URGEN las reformas estructurales, esas que nos permitirían crecer a mayores tasas, promover la inversión, crear empleos, y disminuir la pobreza. Las reformas estructurales NO son un mito, son necesarias. Con las reglas actuales, leyes, NO es posible generar crecimientos mayores. Las leyes actuales no promueven la inversión, al contrario, la inhiben. No habrá crecimiento del mercado interno en las condiciones actuales.
 
AMEPI, AC.
 

sábado, 8 de octubre de 2011

Protestas y desigualdad

Los movimientos de protesta y marchas en el mundo que aparecieron ya de manera más constante, incluso en Estados Unidos, dan cuenta de una desesperación de una parte de la sociedad que no encuentra respuestas.

La mayoría son jóvenes que están protestando en los principales centros de decisión económica y política. Todos se aglomeran por algo, pero no saben que la solución está en sus manos, además de en la llamada a protestar.

Por ejemplo, arman en Chile protestas para exigir educación gratuita, mientras en los resultados de la evaluación de la OCDE Chile tiene el mejor nivel de calidad educativa de América Latina. El Gobierno reprime a los manifestantes al no tener respuestas claras ni capacidad de encontrar una solución.

Para el caso norteamericano, las marchas se están dando en Nueva York, particularmente en el mercado de valores, pero ya se empiezan a mover a otros lugares, como Washington y algunas capitales. Lo hacen para levantar su voz sobre la falta de oportunidades de empleo y un mejor futuro ante la difícil recesión prolongada que aqueja al vecino país.

Estados Unidos tiene hoy 45 millones de pobres, cuando hace unos 10 años tenía sólo 30 millones. El problema financiero ha limitado la esperanza, las inversiones y el consumo.

Parece ser que el centro de la discusión y los responsables de tomar las decisiones para apoyar el desarrollo armónico de la sociedad no están presentes.

Para muchos, la desigualdad económica es un mal necesario. Las principales escuelas del pensamiento económico lo atribuyen a problemas de la eficiencia del mercado o a la falta de una congruente política educativa que ayude a todos a tener acceso a una educación de calidad y pertinente para la vida productiva.

La economía como ciencia social no tiene respuestas para combatir la desigualdad de manera eficiente. Habrá que buscarlas en otro sitio.

América Latina es uno de los lugares del mundo en donde se manifiesta de manera muy clara la desigualdad económica. De acuerdo al Banco Mundial, 10 de los 15 países con mayor desigualdad en el mundo se encuentran en América Latina, y solamente África muestra hoy mayor desigualdad.

Sin embargo, también en América Latina existe la mayor cantidad de economía informal, de acuerdo a la misma fuente.

Esta realidad atempera las presiones que están viviendo hoy los países desarrollados que no tienen la informalidad como opción de sobrevivencia por principios y por cultura.

Siempre se ha vinculado la desigualdad con el ingreso y el nivel educativo. Por ello en México y en los países de la región latinoamericana la falta de calidad educativa ha sido un factor determinante de la marcada desigualdad.

Hoy por ejemplo, México no produce ingenieros petroleros a pesar de que somos un país exportador de petróleo. Las universidades están enfocadas en la filosofía y el aprendizaje con textos y pizarrones cuando lo que se exige en el mercado son habilidades para producir y aplicar el conocimiento en soluciones útiles a la comunidad.

Los gobiernos son agencias de colocación de militantes políticos y la famosa profesionalización de la función pública es un mito en los estados y municipios.

Tampoco podemos olvidar, como ha quedado evidenciado en nuevos estudios sobre la evolución de la desigualdad, que dígase lo que se diga, la política tiene mucho qué ver con el nivel de desigualdad presente.

Por ejemplo, los esfuerzos por impulsar el crecimiento económico, la inflación y la apertura comercial han tenido y tienen un impacto enorme en la desigualdad económica.

Existe una relación directa entre aumento de desigualdad y aumento del desempleo en Europa y Estados Unidos. La inflación excesiva aumenta la desigualdad. Las devaluaciones también.

Así, todo parece indicar que el mejor mecanismo para disminuir la desigualdad social es tener crecimiento económico por encima de un 5 por ciento de manera sostenida. En todos los episodios en donde esto ha ocurrido en América Latina, se ha logrado bajar la desigualdad.

Por ello no se pueden tolerar errores económicos del Gobierno en la sociedad.

Junto a ello tenemos el gigante reto de mejorar la calidad educativa. De acuerdo a la Coalición Ciudadana por la Educación, para mejorar el desempeño académico de los más de 38 millones de alumnos en el sistema escolar se tiene que mejorar el nivel socioeconómico de la población, la infraestructura educativa y eliminar las relaciones corruptas e inequitativas que el propio sistema escolar en México padece.

Más que protestar debemos atender la desigualdad facilitando en todo lo que sea posible el crecimiento económico, mejorar la calidad educativa con resultados medibles y aumentar la capacidad de impartir justicia. Junto a ello, incrementar el capital social de la sociedad que sea benéfico y subsidiario con el que menos tiene.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
 
+++++++++++++++++++++++++++++++++++
 
Para reducir la desigualdad, la pobreza es imprescindible el crecimiento económico. Por eso son urgentes, necesarias, las reformas estructurales. La reforma laboral, la energética, la educativa, la fiscal, la política, etc. Sin un cambio en las reglas del juego, no habrá más crecimiento económico y no habrá forma de reducir la pobreza.
 
AMEPI, AC.