miércoles, 18 de febrero de 2015

Decisiones costosas

Ayer le comentaba la tragedia de las pensiones en las instituciones de educación superior. No se trata de un caso aislado, como ahora está de moda decir, sino de un problema estructural. Según nota que circuló este lunes, en 2014 el gobierno tuvo que erogar poco más de 500 mil millones de pesos en este rubro. Y como prácticamente nunca se guardó dinero para eso, ese gasto se financia de impuestos. También leía el lunes (a Sergio Sarmiento) que el costo de las pensiones en Pemex equivale ya a 50 por ciento de la nómina: 90 mil millones para los que trabajan y prácticamente 45 mil para los pensionados.

La diferencia entre las pensiones para quienes trabajan para el gobierno y quienes lo hacen en la iniciativa privada no es menor. En promedio, las pensiones del ISSSTE son del doble de las del IMSS, y las de las empresas de gobierno pueden ser diez o 15 veces mayores. Regreso con esto a un tema que hemos tocado en otras ocasiones: en este siglo, prácticamente el único lugar en donde los sindicatos tienen fuerza es en el gobierno. No sólo en México.

Desde inicios de los años ochenta, la generación de empleos industriales se hizo más difícil, pero esto no ocurrió en los servicios. De éstos, los que más personal ocupan (educación, salud, administración pública) son del gobierno, de forma que se combinaron tres fenómenos: el cambio demográfico productivo, la dificultad de medir la productividad en los servicios, y la gran diferencia entre la permanencia de los líderes sindicales frente a la de los funcionarios. El resultado es que los sindicatos mandan, los gobiernos obedecen y usted paga.

La decisión de crear una plaza en cualquier lugar del gobierno es una decisión que se pagará durante décadas. Una vez creada, es muy difícil desaparecerla, y quien la ocupa no sólo cobra por ello, sino que se hace merecedor a una pensión. En casos extremos, como los que ocurrían en el SME, una persona podía pensionarse a los 25 años de trabajar, con poco más de 40 de edad, y recibir como pensión más de lo que cobraba como sueldo, y con todos los aumentos que fueran ocurriendo.

Este tipo de privilegios sólo puede ocurrir en el gobierno, de manera masiva, y provoca que se haga cada vez más difícil generar empleos. Cuestan tanto, que mejor no se contrata, o se hace de forma irregular. Así, el privilegio del sindicalizado es la tragedia del informal, eventual, o como guste llamarlo. Pero como la razón de ser de la izquierda política ha sido defender a los trabajadores, los sindicatos aprendieron a utilizar a los partidos de este lado del espectro no sólo para mantener sus privilegios, sino para construir la narrativa del “neoliberalismo” que al día de hoy les sigue funcionando.

Ocurre entonces que esa izquierda defiende los privilegios de los sindicalizados del gobierno, provocando con ello informalidad, que después usará como “carne de votos”. El fenómeno no es sólo de México.

Es muy probable que el sindicalismo haya sido de gran provecho durante el siglo XX, pero ahora ya no lo es. Hoy es cuna de privilegios y origen de informalidad. En el extremo, es fuente de violencia en la defensa de privilegios, como muestran Oaxaca y Guerrero. Conviene entenderlo.

 

Macario Schettino

Twitter: @macariomx

Publicado en El Financiero

domingo, 15 de febrero de 2015

Parasitocracia

Nuestra incipiente democracia arrastra una tristeza: no nos gobierna una aristocracia, no nos gobiernan los mejores.

 

El estado de salud de la democracia en México coincide con el concepto aristotélico de demagogia: "La forma corrupta o degenerada de la democracia". Esta descomposición equivale a un estado de putrefacción, tierra de gusanos.

 

Estamos infestados de parásitos corruptos, una ola de saqueos que no es exclusiva de (aunque sí liderada por) la clase política, un engrudo que detiene el movimiento de México, una sombra que va de las esferas más altas del poder a la calle donde transitan mortales.

 

Pasamos del año al sexenio de Hidalgo. Para muestra, unos fractales (estructuras a escala) a nivel de la banqueta.

 

En el Distrito Federal, sobre una calle de Polanco, una camioneta está estacionada correctamente, las marcas en el suelo así lo indican. Su propietario pagó en el parquímetro.

 

En minutos, un oficial vial y una grúa aparecen. El vehículo es levantado ante el reclamo de un ejecutivo de un banco que observa la operación, y de un anciano vendedor de lotería que desde hace 25 años recorre esa calle.

 

El policía argumenta que el reglamento ya cambió y que el vehículo está mal estacionado. La grúa se lleva el auto. El vendedor de lotería me dice que cada día repiten esa operación hasta cinco veces.

 

En Monterrey circular con placas foráneas puede ser peligroso. En la madrugada, en una zona residencial, un taxista golpea ligera, pero intencionalmente, la camioneta de unos turistas. Argumenta que ellos lo golpearon a él. Casualmente aparece un policía que atestigua en favor del taxista. Le piden dinero a los visitantes para dejarlos ir.

 

En Guadalajara, un antro de nada santa reputación promueve sus "party-buses" donde jóvenes participan en un excéntrico ritual: precopa sobre ruedas. Estratégicamente el chofer de uno de estos autobuses anuncia una parada para ir al baño en una tienda de conveniencia, los jóvenes bajan del estacionamiento a la tienda, vaso en mano.

 

Súbitamente aparecen tres patrullas (su cuartel está a la vuelta) del municipio donde un perro tuvo el tino de orinar al presidente municipal, y arman un operativo para detener a quienes están bebiendo en la vía pública. Los dejan ir luego de ordeñarlos.

 

El filósofo, sociólogo y economista germano-americano Hans-Hermann Hoppe tiene varios conceptos, no todos exentos de polémica, que atañen a la realidad mexicana.

 

Para él, una monarquía es menos dañina que un Gobierno democrático. Los monarcas realizan acciones para incrementar y proteger su propiedad, tienen incentivos de largo plazo. En contraparte, los funcionarios democráticamente elegidos y sus empleados, como son temporales, tienen todos los incentivos para saquear la riqueza de los ciudadanos productivos tan pronto y rápido como les sea posible (más aún en tiempos de alternancia).

 

Nos falta un estadista (el que piensa en la siguiente generación) y sobran gusanos (los que piensan en la siguiente elección).

 

En Problemas de la democracia, escribe Hoppe: "La redistribución (de la riqueza) reduce el incentivo del dueño o productor y aumenta el incentivo de quien no es el dueño ni productor de la cosa. El resultado de subsidiar a individuos porque son pobres es más pobreza. Si se subsidia al desempleado habrá más desempleo. Financiar a las madres solteras producirá más niños sin padre conocido y más divorcios.

 

"Al hacer que los demás paguen por la prisión de los delincuentes -en lugar de obligar a éstos a reembolsar a sus víctimas y a pagar por su propia prisión- se incrementan los delitos.

 

"Y lo más importante, al obligar a los dueños de las propiedades y a los productores a subsidiar a los políticos, sus partidos y a la burocracia, habrá menos creación de riqueza, menos productividad y más parásitos".

 

Impunidad y demagogia abonan la parasitocracia. Si en economía se habla de "plan de choque" cuando hay crisis, más que remedios caseros anticorrupción, requerimos un golpe de timón. Un golpe que aplaste a los gusanos que amenazan con comerse todo.

 

Eduardo Caccia

 

Leer más: http://www.elnorte.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=56359#ixzz3Rpfyh1Je

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