martes, 21 de octubre de 2014

Gasto público, enemigo #1

La semana pasada me tocó escuchar a Edward Prescott, el Premio Nobel de Economía 2004 en una conferencia organizada por Vector. Aunque su charla fue poco espectacular, vaya que dijo cosas valiosas.

Y sobre todo, Prescott fue contundente: el camino que sigue México de impuestos y gasto público está destinado al fracaso.

"Un gasto público mayor implica a fuerzas más impuestos, ya sean presentes o futuros. Y está demostrado: más impuestos deprimen a cualquier economía", sentenció.

Y a palabras sabias, los oídos nunca debieran ser sordos.

Como ejemplo a seguir, citó brevemente al "milagro de Cowperthwaite en Hong Kong". ¿Milagro, dice un Nobel? Habría que revisarlo, ¿no?

Sir John Cowperthwaite fue nombrado secretario de finanzas de Hong Kong (HK) en 1961 y nada más llegando implementó una agenda agresiva que detonó el desarrollo del entonces protectorado inglés.

"Cowperthwaite hizo a HK la zona económica más libre del mundo. Se negó a que sus ciudadanos compraran bienes caros producidos localmente si podían importarlos baratos", explica un artículo del periódico británico The Guardian.

Iniciemos viendo a HK antes del milagro, en una paupérrima situación: "Mi primera visita a HK fue en 1955. Recién empezaban a llegar los refugiados (de China). Un lugar miserable para la mayoría, con casuchas de un cuarto", describe Milton Friedman (otro Premio Nobel) en un artículo para el Instituto Hoover de Stanford (vea un video en nuestros sitios).

Pues esta isla miserable y sin recursos se transformó dramáticamente en apenas 50 años.

De acuerdo con el Banco Mundial, el PIB per Cápita (PpC) de HK en 1960 era equivalente al 30% del de Estados Unidos. Como punto de referencia, el de México en ese año era del 21% del de nuestro vecino.

¿Y en 2013? El PpC de HK alcanzó el 73% del de EU, mientras que el de México es apenas el 19%. ¡HK se acercó significativamente a la principal potencia mundial en apenas 53 años! ¿Y nosotros? Como los cangrejos, empeoramos (vea el GRÁFICO).

Para morir de envidia: en este período, el PpC de HK creció a una tasa anual compuesta del 3.8%, mientras que el de México lo hizo apenas al 1.8%. Y lo más triste: el PpC de EU creció 2.1%, ¡una sexta parte más que nosotros!

Medio siglo perdido. ¿Qué otros ingredientes explican el milagro? Un gobierno pequeño y pocos impuestos.

"Cowperthwaite insistió en que en HK imperara la competencia. Se negó a imponer aranceles. Se aferró a tener impuestos bajos", señala Friedman.

Por ejemplo, la tasa impositiva para empresas en HK es actualmente del 16.5% (por cierto, bajó a partir del 2009: antes era del 17.5%). Para las personas físicas, ¡la tasa máxima es del 15%!

¿En México? Una persona paga una tasa máxima del 35%, mientras que una empresa "coopera" con el 30% (más el 10% de PTU y otro posible 7% por dividendos lo que alcanzaría un increíble 47%). Y, claro, México al revés: allá bajan las tasas... acá, nos las suben.

No hay comparación. Del cielo a la tierra. Del milagro al llanto.

Aclaro, esta investigación es muuuy superficial. Estoy seguro que hay muchas más cosas que están mal en HK... y que nuestras circunstancias son muy distintas. Pero no deja de llamar la atención la diferencia en las recetas... y en la salud del paciente.

Se acaba de aprobar más deuda pública y estamos a días de que se autorice otro "gasto récord" que nuestros políticos erróneamente presumirán a morir.

Mejor harían en voltear a ver a HK y a la receta de Prescott: un gobierno más chico, más descentralizado y que promueva la competencia. Y yo agregaría: más eficiente, menos corrupto y que garantice un Estado de Derecho funcional.
 
En pocas palabras...
"Hong Kong ha creado una de las sociedades más exitosas del planeta".
Príncipe Carlos de Inglaterra
 
 
Jorge A. Meléndez Ruiz 
benchmark@elnorte.com
 Twitter: @jorgemelendez
 
  
 
WEB EXTRA:

ARTÍCULO
Milagro en Hong Kong, tristeza en México

VIDEO
WebExtra: El Milagro de Hong Kong según Milton Friedman

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lunes, 20 de octubre de 2014

Antes y después

"Antes de Elvis no había nada", afirmó John Lennon en una entrevista sobre el rock and roll. Iguala promete ser algo similar para el Gobierno del Presidente Peña. Lo que fue, fue; ahora comienza la realidad.

En nuestro contexto, matanzas como la de Ayotzinapa o Tlatlaya no son algo excepcional o impredecible. Todos sabemos que esas cosas ocurren y que seguirán ocurriendo y ése es el problema: en un país civilizado esas cosas no ocurren.

El que sean "naturales" es lo que nos distingue y coloca al Gobierno frente a un reto que, hasta ahora, había estado indispuesto a asumir.

La pretensión de que la inseguridad y la violencia se resuelven negando su existencia o removiendo la información de los medios de comunicación resultó infructuosa y hasta contraproducente.

Hay una total ausencia de estrategia de largo plazo que contemple la consolidación de un entorno institucional (policías, judicial, gobiernos) en el que esas cosas no ocurran o, cuando así fuese, se tratara de una verdadera excepción.

La luna de miel inusualmente larga de que gozó el Gobierno se debió en buena medida a su extraordinario éxito en avanzar una amplia agenda de reformas que capturó la atención del País y del mundo.

El Gobierno evidenció una gran capacidad de liderazgo y negociación en el contexto legislativo, rompiendo con décadas de parálisis en asuntos de trascendencia económica.

De manera paralela, intentó una estrategia de combate a la criminalidad que sólo se diferenciaba de la de la anterior Administración en el hecho de que incluyó un componente político cuyos méritos no han sido excepcionales, al menos en el caso de Michoacán.

El avance legislativo y la nueva táctica en materia de seguridad le confirieron al Gobierno casi dos años de amplia y casi totalmente indisputada latitud.

Concluido el proceso legislativo comienza el asunto de gobernar y ahí la cosa ha ido cuesta arriba.

No cabe la menor duda que la capacidad de manejo y operación política del Gobierno es excepcional, y más si se le compara con las administraciones anteriores; sin embargo, situaciones como las de

Ayotzinapa y la fallida negociación con los estudiantes del IPN evidencian la ausencia de un proyecto político que trascienda el mero objetivo de mantener las aguas en paz.

Es decir, hay evidente capacidad de respuesta, pero no una estrategia de solución a los problemas que aquejan al País: peor, es obvio que en el Gobierno se considera innecesaria una estrategia de esa naturaleza.

En Iguala resultó claro que el Presidente Municipal hace las veces de sicario; por su parte, la noción de que negociar es equivalente a conceder la totalidad de las demandas resultó contraproducente. El País demanda soluciones, no pura política.

¿Es responsable el Gobierno federal del segundo empleo del Alcalde de Iguala? Por supuesto que no, pero el hecho de que los narcos controlen vastas regiones del País, impongan su ley, extorsionen a la población, asesinen como les venga en gana y tengan sometidos (o comprados) a Gobiernos estatales y municipales, constituye un desafío a la gobernabilidad del País y a la noción de que un Gobierno "fuerte" es suficiente para que el País progrese y logre la estabilidad.

Resulta evidente que se requiere un Gobierno institucionalizado y competente a todos los niveles y no sólo uno caracterizado por capacidad de manejo coyuntural. Las reacciones estos días no sugieren que eso esté siendo contemplado.

Antes de Iguala el Gobierno tuvo enorme latitud para imponer su estilo y su ley. Ahora tendrá que lidiar con las protestas que sin duda lo acosarán dentro y fuera del País y, más importante, con una realidad siempre propensa a deteriorarse.

El Gobierno del Presidente Peña se ha caracterizado por un intento sistemático de adaptar la realidad a sus preferencias en lugar de lidiar con la realidad y tratar de irla moldeando para que se logre la transformación que prometió de origen.

En lo político partió del supuesto de que el problema era la carencia de eficacia en la labor gubernamental, eficacia que ahora resulta inadecuada e insuficiente; en lo económico ignoró la era de crisis que precedió a las últimas dos décadas de estabilidad macroeconómica y corre el riesgo de llevar al País, una vez más, a esos tiempos aciagos.

En Iguala quedaron exhibidos tanto la complejidad del País como el riesgo de ignorar la problemática que yace detrás. Es esto, más que cualquier otra cosa, lo que Iguala cambia, seguramente de manera permanente: el antes y el después.

Luis Rubio

www.cidac.org



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jueves, 16 de octubre de 2014

Uber o taxi

"La competencia es un pecado". John D. Rockefeller
  
No fueron ni las ciclopistas ni el Metrobús los que me hicieron dejar el auto en casa.

Tampoco el masaje y sauna que uno puede obtener por sólo cinco pesos en el Metro.

Fue una simple aplicación en mi teléfono celular llamada Uber.

Esta aplicación ha generado una verdadera revolución en el transporte en el mundo. Permite contratar un auto con chofer a un precio módico con unos cuantos toques en la pantalla de un teléfono con conexión a internet.

Un reciente viernes por la tarde-noche tuve que tomar un taxi convencional en la colonia Juárez para ir a Polanco.

La distancia era corta, pero estaba lloviendo y la zona, como es habitual, estaba congestionada por manifestantes.

A ningún capitalino le sorprenderá saber que el taxi, un Tsuru, estaba asqueroso y el chofer malencarado y amenazante.

En el piso se encontraba esa jerga maloliente que por alguna extraña razón los taxistas consideran debe ser siempre decoración del vehículo.

El conductor nunca encendió el taxímetro, cosa cada vez más usual. Al final me cobró 150 pesos por un trayecto que no tendría que haber costado más de 50.

El usuario no tiene por supuesto defensa ante un taxista. ¿Recibo por el pago? A quién se le ocurre que alguien pudiera pedirlo o un taxista darlo.

El regreso lo hice en un auto de Uber. El Volkswagen Passat negro lucía impecable. Parecía, de hecho, una limusina en comparación con el taxi anterior.

El conductor vestía traje oscuro, camisa blanca y corbata. En el celular tenía yo su nombre, su fotografía, su número de celular y la calificación promedio de sus anteriores clientes.

Como pasajero me sentía seguro. Cuando llegó a recogerme, bajó del vehículo para abrirme la puerta y, ya a bordo, me ofreció una botellita de agua.

El trayecto fue rápido y profesional, con el uso de un programa de GPS para llegar de la mejor manera posible al destino.

Ahí descendí del auto sin desembolsar efectivo. El cobro fue automático a mi tarjeta de crédito.

De inmediato recibí en el teléfono un formato de evaluación del servicio con un máximo de cinco estrellas. Mi chofer merecía la mejor calificación y se la di.

En unos minutos tenía ya en el celular un recibo electrónico por 134 pesos. Al final del mes encuentro en mi correo electrónico una factura deducible de impuestos que cubre todos mis traslados.

La diferencia entre el Uber y el taxi es enorme. Casi podríamos decir que no hay competencia.

El servicio libera al usuario de los taxis sucios, inseguros y de incierto cobro. Quizá por eso los burócratas no están dispuestos a permitir que continúe.

El Secretario de Movilidad de la Ciudad de México, Rufino H. León Tovar, me confirma en una entrevista que el Gobierno capitalino está buscando regular los Uber porque son una competencia desleal para los taxis.

Y por supuesto que lo son. Cometen el pecado de otorgar un mejor y más seguro servicio por un precio que puede ser menor.

Supongo que la Secretaría de la Movilidad hará todo lo posible por inmovilizar a los Uber o por lo menos para deteriorar el servicio a fin de que ya no sean competencia para los taxis. La mentalidad burocrática siempre se opone a la innovación y la libertad.

El problema con los Uber es que no son suficientemente malos y sucios. Eso es desleal.

No es México la única ciudad del mundo en que por presión de las organizaciones de taxistas se busca restringir la operación de Uber.

El resultado, cuando se establecen nuevas reglas, siempre es reducir la calidad del servicio o aumentar el precio.

Entiendo que los taxistas estén preocupados. Los Uber son un servicio superior.

Una autoridad comprometida con el bienestar de los ciudadanos tomaría medidas para subir el servicio de los taxis al nivel de los Uber en lugar de bajar el de los Uber. Pero supongo que entonces no sería autoridad.

 
DESCONOCIDOS
Si los restos de las fosas de Iguala no son los normalistas de Ayotzinapa, ¿entonces quiénes son? ¿Cómo es posible que se encuentren tantas fosas con tantos muertos desconocidos?


Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

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lunes, 6 de octubre de 2014

Incoherencias gubernamentales

Hace "algunos" años, cuando estudiaba finanzas públicas en la Universidad de Wisconsin, uno de los elementos importantes del temario era la "Teoría de las Fallas del Mercado". De acuerdo con varios de sus postulados, el gobierno podía (debía) intervenir en la economía, precisamente para corregir las fallas en cuestión.

Algún tiempo después, ganó prestigio intelectual e influencia práctica la idea de las "Fallas del Gobierno", fincada en dos nociones de sentido común: 1) los políticos y los burócratas no saben (pueden) mucho más que el resto de los mortales; y, 2) igual que todos nosotros, persiguen de veras primero que nada su propio interés, no el discursivo "bien común". Creo que en el caso de México no se necesita probar el realismo de estas dos percepciones. Como quiera, los gobiernos de todas las latitudes se encargan casi a diario de refrendar su validez. Los que siguen son apenas unos cuantos ejemplos recientes de las incoherencias referidas en el título.

Unas semanas atrás me ocupé en estas páginas del caos económico creado en Venezuela por las políticas económicas "socialistas" de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Hace unos cuantos días, Clorox, una conocida compañía estadounidense, anunció que cerraba sus operaciones (tres plantas) en aquel país, con la consiguiente desocupación de 450 empleados. Clorox citó como causa del cierre el absurdo control oficial del precio de sus productos, frente a una inflación desaforada -creación del gobierno. El episodio podría formar parte de cualquier libro de texto de microeconomía. Es obvio que las incongruencias gubernamentales son la razón del problema, pero Maduro dijo que los males económicos son la manifestación de una guerra económica contra el país, emprendida por los capitalistas y por los oponentes políticos del régimen. ¿Aló presidente?

Las incongruencias no son privativas del subdesarrollo. Frente al ascenso relativo de las cargas tributarias en Estados Unidos, muchas grandes compañías han diseñado y puesto en práctica estrategias que reubican parte de sus transacciones en otros países. Esto se ha llamado una "fuga de empresas". En lugar de pensar lógicamente en realinear los impuestos en cuestión, el presidente Obama ordenó al secretario del Tesoro poner en práctica (sin mediación del Congreso) regulaciones que obstaculicen los movimientos. Para justificar sus acciones, el presidente señaló retóricamente que "su administración actuará donde quiera que pueda para proteger el progreso que el pueblo americano ha logrado con su duro trabajo". Por su parte, el secretario apuntó que las transacciones en cuestión "pueden ser legales, pero son malas". En otras palabras, el asunto ya no es económico ni jurídico, sino ético. Yeah, right, Mr. Lew.

En Europa, el Banco Central Europeo (presidido por el italiano Mario Draghi) ha decidido imitar, con rezago, a sus contrapartes japonesa y estadounidense, intensificando la flojedad monetaria, echando mano más o menos del mismo instrumento -esto es, comprando valores en el mercado financiero, creando dinero para el caso. Lo cierto es que cinco años de tasas de interés mínimas no han podido sacar del estancamiento a la economía del continente, entre otras razones, porque los bancos no han aumentado el crédito concedido a las empresas y las familias -a pesar de su baratura histórica. Entre las razones explicativas de ello me parece que sobresalen dos: 1) por el lado de la demanda, la incertidumbre reinante sobre la evolución de la economía y, entonces, sobre el riesgo representado por un mayor endeudamiento; y, 2) por el lado de la oferta, el aumento drástico de las exigencias para que las instituciones bancarias aumenten su capital, eleven su liquidez y disminuyan su apalancamiento. En español esto quiere decir que los acreditados potenciales son más cautelosos y que los bancos tienen menos margen de maniobra para prestar. Así pues, las autoridades pretenden, por una parte, que la banca expanda el crédito para reanimar la economía pero, por la otra, la limitan con nuevas regulaciones. Incoerenza, Dottore Draghi. No planteo con lo anterior que sea innecesario fortalecer las finanzas bancarias. Apunto simplemente que, al hacerlo, no es razonable esperar buenos resultados de una expansión monetaria adicional.

Es cierto que, a veces, el gobierno puede intervenir positivamente en la economía. Para lograrlo, sus acciones necesitan un mínimo de consistencia.

 

Everardo Elizondo