domingo, 31 de julio de 2011

Avances incomprendidos (microcréditos)

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), desde que fue presidido por Antonio Ortiz Mena, tuvo un Programa de Pequeños Proyectos (1978). Con tanta experiencia, ya debería saber cómo analizarlos. Sin embargo, hace poco difundió un boletín extraño, glosado en los periódicos; por ejemplo: "Son carísimos los microcréditos" (EL NORTE, 16 de mayo pasado). Otros periódicos subrayan lo mismo. Pero si se acude al documento original, tardíamente boletinado ("Microfinanzas en América Latina y el Caribe: El sector en cifras", octubre 2010, disponible en la web), se puede hacer un mejor análisis de las mismas cifras.

De 2001 a 2009, el número de instituciones microfinancieras subió 18 por ciento al año: de 184 a 685; el de sus clientes, 25 por ciento al año: de 1.8 a 10.5 millones; y el monto de su cartera de créditos, 34 por ciento al año: de 1.2 a 12.3 millones de dólares. ¿Cómo explicar tamaño éxito? ¿Cómo ponerse a llorar por unos créditos tan caros que tienen una demanda galopante? Los bancos centrales suben las tasas de interés para frenar la economía. ¿Cómo puede ser que la economía microempresarial acelere con créditos "carísimos"?

En el mismo periodo, el microcrédito promedio aumentó de 659 a mil 178 dólares, lo cual no necesariamente es una buena cosa. Salta a la visita en el Cuadro 2 que, dejando aparte el tamaño de los países, los que dan créditos más pequeños son los que más clientes tienen. Atienden sectores de menor capacidad económica. Bajan hasta niveles donde los otros no llegan, o no quieren llegar, porque atender necesidades muy pequeñas es más difícil y costoso. Afortunadamente, en México el microcrédito promedio fue el más bajo de América Latina: 328 dólares en 2009; no mil 178 como en el conjunto latinoamericano. Esto es positivo y cuadra con otra cifra positiva: México es el país que más clientes atiende (2.3 millones).

Pero los llorones profesionales ven negativamente lo que es un éxito. Arguyen que "Las microfinancieras de México son las entidades que menos prestan en América Latina, pese a que son las que tienen tasas más altas". Esta crítica no se entiende. Si se refiere al volumen total de créditos, México está por encima de la mayoría de los países. Si se refiere al número de clientes atendidos, México es el país número uno. Si se refiere al tamaño de los créditos, es verdad; pero ¿a qué viene el "pese"?

Hay promociones comerciales en las cuales se ofrece un producto tan barato que la oferta se limita a una pieza por cliente. Nunca se impone esa limitación para las promociones a precios elevados. Lo carísimo reduce la demanda, no la oferta. ¿Cómo explicar, entonces, que la demanda aumente para los créditos "carísimos"? Porque son atractivos. Financian operaciones tan rentables que los pagan sobradamente.

Hace dos siglos y medio lo explicó Richard Cantillon, en un libro breve, ameno y bien traducido por el Fondo de Cultura Económica: "Ensayo Sobre la Naturaleza del Comercio en General" (1755). Puso como ejemplo un desempleado en París que "se convierte en empresario de su propio trabajo" con el préstamo de una onza de plata para comprar dos cubas y dar servicios de aguador. "Si gana con su trabajo cincuenta onzas de plata al año [...] ganará 5000%". Si el préstamo le cuesta 1000 por ciento al año, le conviene muchísimo. Por supuesto que le convendría más si le costara el 100 por ciento, ya no se diga 10 por ciento. ¿Pero dónde está la banca que atienda a los empresarios de tan bajo nivel? Fuchi.

Hay quienes hablan de regular las tasas de interés para los microcréditos. Es una tontería. Pasan por alto que el costo de dar crédito y cobrarlo no es menor en las transacciones pequeñas. Si alguien entra a comprar el periódico en una tienda y lo paga con tarjeta bancaria, el costo de operar la transacción (llenar el voucher, pedir la autorización del crédito, registrar la operación y extender la factura correspondiente) es el mismo que si compra un refrigerador. Lo cual no pinta al vender un refrigerador, pero resulta desproporcionado en la venta de un periódico. Si el periódico le cuesta a la tienda 5 pesos y la administración del crédito 10, el costo real de la venta se triplica a 15, aunque los intereses se le carguen al cliente.

Esto cuadra con otras cifras. El conjunto latinoamericano gasta en promedio 172 dólares por cada préstamo que otorga, lo cual representa el 15 por ciento del crédito promedio (mil 178 dólares). México gasta lo mismo (171 dólares), pero representa el 52 por ciento de su crédito promedio (328 dólares). De ahí resultan lo intereses de 74 por ciento que escandalizan al BID. Otra cifra concordante: el gasto en nómina (sobre los activos totales) es de 9 por ciento para el conjunto de países, pero de 22 por ciento para México.

Dar créditos muy pequeños requiere más personal y costos desproporcionados, pero es un gran servicio social: aumenta la producción y el empleo dentro y fuera de la institución. Si el BID cree que lo puede hacer mejor, que ponga una microfinanciera y lo demuestre. Hacen falta muchas. Hay una gran oportunidad social incomprendida por análisis superficiales.
 
Gabriel Zaid

sábado, 30 de julio de 2011

Grilla en la economía

La clase política estadounidense juega hoy con el mundo al encontrar excusas políticas para dilatar una decisión inevitable.

Hacer o siquiera imaginar que la economía más fuerte del planeta se declare incapaz de pagar sus obligaciones de gasto público era algo impensable hace no poco tiempo.

Creo que no nos hemos dado cuenta de lo que implica. Una posible moratoria de pagos del Gobierno estadounidense sería como detener la marcha de la economía global en aproximadamente un 25 por ciento.

La realidad es que económicamente los Estados Unidos no tienen por qué detener sus pagos ni amenazar al mundo con ello. Tienen la capacidad única en el planeta de poder emitir dólares a un mundo sediento de ellos sin respaldarlos con garantía alguna.

Todo esto porque han logrado que la actividad económica del mundo dependa fuertemente de las transacciones que este gigante económico hace todos los días. Sólo por dar un ejemplo, diariamente Estados Unidos y México tienen transacciones por más de mil millones de dólares a través de sus fronteras.

Además a pesar de lo que le ocurra, el mundo no tiene ningún otro lugar en donde confiar más que en los Estados Unidos.

Ayer se aprobó en el Congreso estadounidense la propuesta republicana que aumenta el techo de endeudamiento y reduce el gasto público en casi mil millones de dólares en 10 años, pero horas más tarde, el Senado rechazó la medida. Esto abre las puertas para que el país más rico del mundo detenga algunos de sus pagos si el martes no hay acuerdo entre los legisladores y la Casa Blanca.

Lo que esto produciría paradójicamente sería un aumento en las tasas de interés en el mundo. Digo paradójicamente pues en teoría ese aumento haría que los capitales en lugar de salir del país con problemas presupuestarios como lo es Estados Unidos ahora, volverían a él, depreciando monedas como la nuestra y la de muchas otras naciones, aumentando el costo de liquidez de todos los países.

Para Estados Unidos esto debería de provocar una reducción en sus tasas de interés que ya de por sí son casi nulas, pero el temor de los consumidores, y su menguada capacidad productiva actual derivada de alto endeudamiento público y privado es tal, que probablemente demoren varios meses. Los suficientes para que muchos países más pobres y que dependen de la actividad económica de Norteamérica, como el nuestro, se vean en serios problemas.

¿Por qué llegamos a esto? Me parece que la verdadera razón -y ésta México también la padece- es la absurda y desorientada intromisión de la política aprovechada en la economía. Esa política que dispone de las economías como presas para los fines electorales y políticos de los partidos que mantienen el poder.

No hablo de la política de rendición de cuentas y transparencia que debería ser congruente, clara y consecuente. Tampoco de la política monetaria que busca la estabilidad de los precios y el control de la inflación, aunque a veces no lo parezca.

Hablo de la política económica, pero no la que se basa en criterios medidos y objetivos para procurar el crecimiento económico, la generación de empleos y la balanza en la cuenta corriente.

Hablo de la politiquería económica. La que decide precios sin justificación de bienes públicos, sectores económicos a subsidiar, programas sociales para erradicar la pobreza sin medición de avances, estímulos para la creación de empleos, sueldos, nómina y pagos por pensiones que se acumulan año con años sin revisar acaso la posibilidad de acotarlos o hacerlos más eficientes.

Hablo de los gastos del Gobierno que son parte de la política económica de cada país y que a lo largo de varios años han dejado en muchos casos de dar resultados tangibles a la sociedad, aunque sí mantengan a una clase política poco útil.

Esta intromisión de la política para decidir por la economía ha producido clientelismo, sumisión a generar empleos y actividad económica formal, presupuestos crecientes sin control y tristes resultados en el desarrollo y bienestar de la población.

Seguimos gastando carretones de dinero anualmente en la educación sin que mejoren el rendimiento de alumnos y menos los maestros. Seguimos ordeñando a Pemex como agente financiero de Hacienda hasta que nos terminemos el petróleo. Seguimos incrementando el presupuesto de transferencias a los estados sin claridad en el efecto final de los mismos.

Parecería que los políticos han secuestrado el sistema presupuestal, un verdadero boicot político de una parte de la economía. Por ello es común ver cómo las autoridades ven al presupuesto como dinero propio y no como un instrumento para propiciar la certidumbre y el desarrollo.

Ahí están las múltiples excusas para no indagar los miles de casos de fallas administrativas detectadas por la Auditoría Superior de la Federación, que hacen del gasto público una piñata de los políticos en lugar de una herramienta para la economía.
Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
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Desde que los partidos políticos viven del Erario, se prostituyó la política. Ya no son servidores públicos, son simples burócratas que buscan mantener el status quo, seguir viviendo del Erario, extrayendo rentas de la sociedad, sin retribuir un beneficio a la misma. Por eso los gobiernos deben ser lo más esbeltos posible, eficientes y eficaces.
 
Las reformas estructurales pendientes en México no son la panacea. No resolverían todos nuestros problemas de la noche a la mañana. Pero si son unos pocos pasos en la dirección correcta. Simplemente la Reforma Política regresaría un poco el poder a la ciudadanía restándoselo a la partidocracia. Por eso quienes son los mayores beneficiarios del status quo, del clientelismo político, son los que se están oponiendo a esos cambios.
 
La AMEPI apoyará todos aquellos cambios, propuestas de cambio, que vayan encaminadas hacia un México más libre, enfocado en el ciudadano, en el consumidor, en la libertad individual, pero también en la responsabilidad individual. Nada de clientelismos o paternalismos.
 
AMEPI, AC.

domingo, 24 de julio de 2011

El otro lado

Las imágenes no dejan de impactar. La relación con Estados Unidos es quizá, como dice Sidney Weintraub, la más atípica del mundo, y la variedad de componentes extraordinaria y mucho más rica, y compleja, de lo que parece a simple vista. En la llamada "Villita" de Chicago me encontré escenas que no sólo animan al ojo, sino que causan emociones encontradas. Ahí convergen culturas dispares, historias extraordinarias y una relación bilateral que los intercambios oficiales difícilmente logran visualizar.

En la "Villita" hay de todo: tiendas, imágenes, paseantes, cafés, restaurantes, merolicos, tamales, activistas, niños, pordioseros, paleteros con su carrito importado de Puebla y cientos de caras de gente absorbiendo un nuevo (y con frecuencia viejo) mundo. Como en tantos otros rincones de la geografía estadounidense, lo que antes era un espacio norteamericano se fue convirtiendo en una concentración hispana, mayoritariamente mexicana. Pero lo impactante es la prosperidad y entusiasmo que se observa en las caras de las decenas de personas que pululan el lugar. Imposible conocer las historias de todos, pero las de un pequeño núcleo con el que conversé evocaban toda una vida y las enormes posibilidades, con todo y los sacrificios que entrañan, que la libertad les ha ofrecido.

Lupita, la más comunicativa del grupo, es originaria de Zacatecas, donde dejó dos hijos al cuidado de sus padres. Como tantos otros, comenzó empleada como camarera en un hotel. Eventualmente quedó de encargada de la lavandería, donde aprendió los intríngulis del negocio. Con el tiempo consiguió un crédito para comprar dos lavadoras y dos secadoras y puso su propia lavandería. Al principio sólo la abría en las noches al regresar del hotel porque alguien tenía que estar ahí todo el tiempo y, por más que las máquinas funcionaban de manera continua, el ingreso no era suficiente para dejar su trabajo o pagar un empleado.

En vez de aceptar su derrota, Lupita inventó un nuevo negocio: ya no sólo rentaba las máquinas a quien viniera a usarlas, sino que comenzó a ofrecer el servicio de lavado, doblado y planchado. Aunque el nuevo servicio tuvo el efecto de quitarle horas de sueño, en tres meses Lupita generó suficiente ingreso para ampliar su crédito, comprar cuatro lavadoras y secadoras adicionales y dejar su empleo en el hotel. Hoy Lupita tiene tres tiendas de lavado con ocho empleados en total. De campesina a migrante y de empleada a empresaria, todo en menos de una década. Más importante: todo ello sin apoyos gubernamentales y contra la corriente, violando la ley y viviendo en la ilegalidad.

Lupita es una mujer excepcional, pero no es un caso atípico. Millones de mexicanos han logrado dar el paso a la independencia económica, transformando sus vidas en el camino. Un español que estaba en el grupo de Lupita dijo que ella tiene "más orgullo que don Rodrigo de la horca", expresión española que denota la inquebrantable satisfacción de quien aun en las circunstancias más adversas ha logrado salir adelante por su propio fuero. Observando aquella escena, escuchando la extraordinaria historia de Lupita, me quedé con la sensación de que hay dinámicas en la relación entre estos dos países vecinos que son obvias aunque difíciles de incorporar en la interacción formal entre gobiernos y que arrojan profundas lecciones para nosotros en México y para el futuro de la relación bilateral.

Las lecciones para México parecerían obvias. ¿Qué nos dice el hecho de que una persona con la extraordinaria capacidad y potencial de Lupita -y las miles de Lupitas en todos los rincones del País- no pueda desarrollarse en México?

A pesar de las restricciones que entraña la frontera y el acceso ilegal, Estados Unidos se ha vuelto un testigo ciego de nuestras limitaciones y, sobre todo, para los obstáculos que le impone el sistema de gobierno que tenemos al desarrollo de las personas. Lupita no tiene influencias, acceso privilegiado al banco o amigos en lugares especiales: su éxito es el de cualquier norteamericano porque el sistema está diseñado para hacer posible que las Lupitas de este mundo puedan ser exitosas. La estructura (maraña) de leyes, regulaciones, ordenamientos y autoridades que norman la vida económica es tan absurda que tiene el efecto de impedir que se creen empleos, que surjan los "espíritus animales" de que hablaba Keynes. En México todo son obstáculos porque se privilegian los procedimientos sobre los resultados y, más al punto, porque todo es una lucha interminable por el poder y el acceso a la corrupción. La creación de empleos y el bienestar de la población es lo de menos.

La relación bilateral es atípica porque en la línea fronteriza se encuentran culturas distintas, historias cargadas de simbolismos y niveles de desarrollo muy distintos. Por décadas, los mexicanos hemos demandado asistencia por parte de los estadounidenses por el hecho de que se trata de dos niveles de desarrollo tan diferentes. El reclamo de que la asimetría tiene que ser parte de la ecuación es ubicuo y persistente. Sin embargo, el éxito de millones de migrantes en el mercado estadounidense muestra que la asimetría no es producto de una relación de dominio y dependencia sino de la incapacidad de México por crear condiciones propicias para el desarrollo. Evidentemente, las diferencias no se pueden borrar de la noche a la mañana, pero es igual de evidente que una exitosa estrategia de desarrollo en México permitiría ir cerrando la brecha en el curso del tiempo.

Muchos países en el mundo desearían tener la frontera que nosotros desdeñamos. No es que Estados Unidos sea el paraíso: la diferencia con nosotros es que ellos se han organizado de una manera que hace posible el desarrollo de las personas y han creado un entorno de libertad para que cada quien se desarrolle en la economía. Parece evidente que somos nosotros los que tenemos que resolver nuestra propia estructura económica y burocrática para lograr que la relación bilateral deje de ser atípica, pero sobre todo para que sirva para el desarrollo del País y su población.

 
Luis Rubio
 
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Son las reformas estructurales las que hacen falta. Tan cacareadas que ya parece que son mito. Pero no son mito. Son unos cuantos cambios a las "reglas del juego" económico en México que detonarían la economía. Los mexicanos somos creativos y emprendedores, tanto o más que cualquiera. Pero el sistema económico mexicana está diseñado para evitar la mejora, está diseñado para mantener todo igual. Para que sólo unos pocos (empresarios monopólicos, sindicatos, burócratas, políticos) sigan ordeñando las rentas mientras los demás sobrevivimos.
 
Las reformas estructurales (fiscal integral, laboral, energética, educativa, y política) por las que la AMEPI está luchando son las que liberen ese potencial económico que sabemos que tenemos, que se ha demostrado cuando se pone a un mexicano en otra economía. No queremos que el gobierno sea quien genere empleos, pues esa no es su función y no tienen capacidad para generar empleos. Lo que queremos es que dejen trabajar a los empresarios, a los profesionistas, a los trabajadores independientes, de manera libre. Somos los ciudadanos quienes generaremos el crecimiento. Sólo ocupamos que los políticos y burócratas dejen de poner tantas trabas.
 
AMEPI, AC.

viernes, 22 de julio de 2011

¡Ya es Ya! Reforma Política

Me indigna que estar viva, ese gran misterio que comparto con 7 mil millones de personas, sea hoy una experiencia supeditada a las fallas de un sistema político y económico que no acepta sugerencias, ni críticas. Nadie toma en cuenta nuestro derecho a la felicidad. Ésta es la crítica más aguda al sistema que, paradójicamente, es sostenido por sus propios defraudados empecinados en que sólo se trata de un mal rato.

Las generaciones pasadas creyeron que todo iba muy bien si se estudiaba, se conseguía un empleo, se compraba carro y casa, se tenían hijos que se mandaban a la escuela, y éstos conseguían empleo para comprarse carro y casa, y así hasta el infinito. Muy pocos vieron en esta inercia colectiva la fragua de la gran estafa política, pues mientras todos estábamos concentrados en ser "exitosos y competitivos en un mundo global" la política se fue degradando hasta el pudrimiento, como lo señala Javier Sicilia.

A los mexicanos se nos deben subrayar ciertos imperativos. En el tema que hoy me ocupa no se trata de impaciencia, sino de la última llamada al sistema democrático que en México no ha dejado el capullo de la retórica. Los mexicanos que estamos hartos del engaño, de la burla, del dispendio, de la negligencia, del incendio incontrolable de la violencia, exigimos: reforma política ya. Ésta es la última oportunidad de controlar el desastre político.

No esperamos nada de los partidos políticos. Ya no. En el 2006 consiguieron que creyéramos que candidato era destino. Unos lloraron en las plazas un fraude y otros salieron a celebrar llenos de júbilo, pero a la distancia de los años, ambos parecen dos pueblos defraudados. De nuevo, los partidos políticos apuestan a que nos apasionemos, a que volvamos a creer que el futuro depende del próximo Presidente del País en el 2012.

La ciudadanía ha quedado reducida a un plano de utilería, tanto por la izquierda como por la derecha. Nos tratan como aficionados que viven la intensidad de la política. Su error es creer que siempre tendremos la lealtad de los Rayados o los Tigres. Algo pasó, sin embargo.

Hay entre los ciudadanos personas que creen en su fuerza, que se indignan ante el engaño y que se asumen como sus propios representantes. Los políticos deben leer el escenario global y entender su trascendencia histórica para actualizar sus compromisos.

Por eso cobra relevancia que la reforma política aprobada por el Senado en 2007 sea sacada de la congeladora y aprobada por la Cámara de Diputados. Sus cuatro puntos esenciales: candidaturas independientes, consulta popular, iniciativa ciudadana y reelección legislativa y de Presidentes Municipales, no son la solución al desastre político, eso está muy claro para todos, pero al menos harían las veces de mascarilla de oxígeno.

El miércoles pasado, ciudadanos, en su mayoría jóvenes, irrumpieron en la Cámara de Diputados para exigir que esta reforma sea aprobada. Como siempre, los guardias intentaron frenar al contingente en la puerta, pero esta vez nadie creyó que el paso estaba restringido. La fuerza del convencimiento es arrolladora y mueve inercias anquilosadas.

Se entrevistaron con representantes del PRI, PAN y PRD. En las imágenes del encuentro aparece la lucidez ciudadana de quienes exigieron con argumentos lógicos sus derechos, y del otro lado, la excusa, la vanidad y la retórica. ¿Cómo la pasan estos señores Diputados?, me pregunto con frecuencia cuando los veo tan anclados al ego y al poder.

¡Indignaos!, escribe Stéphane Hessel. Las razones se nos vienen encima. El sistema de pensiones se tambalea, los ingresos en los hogares mexicanos cayeron un 12.3 por ciento, la mitad de los mexicanos viven en pobreza; nos es imposible diferenciar entre policías y delincuentes, nos gobiernan autoridades incapaces de reaccionar a la escalada de violencia. Amnistía Internacional habla de 50 mil mexicanos ejecutados y miles de desaparecidos en los últimos cinco años.

El movimiento ciudadano que impulsa la reforma política tiene una página de internet: www.reformapoliticaya.mx  Desde ahí usted puede colaborar.
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Aunque a la Reforma Política atorada en la Cámara de Diputados le falta mucho para ser la reforma que nos lleve de la partidocracia actual a una democracia plena, es una mascarilla de oxígeno como dice Ximena Peredo, es un paso en la dirección correcta. Simplemente con las candidaturas independientes ya vale la pena.

jueves, 21 de julio de 2011

Lanzan alerta por pensiones de burócratas estatales

Estiman expertos que, en algunos casos, pasivos representan hasta 266% de todo el presupuesto estatal

Ma. Dolores Ortega, El Norte

Monterrey,  México (21 julio 2011).-  La falta de reformas a sus sistemas de pensiones está metiendo en apuros a la mayoría de los Estados, entre ellos Nuevo León.

Calificadoras y especialistas en finanzas públicas advirtieron que en las entidades está creciendo el peso que representa el pago de pensiones no fondeadas, es decir, aquellas que son absorbidas en su totalidad por los Gobiernos estatales.

Y, de no concretar algún cambio legal, alertaron, la situación puede empeorar.

Para dimensionar el impacto de estos pagos, un estudio de Moody"s México estima que los pasivos por pensiones no fondeados llegan a representar hasta un 266 por ciento de los ingresos totales en algunas entidades del País.

Entre los Estados que cruzan por una situación similar están Nuevo León, Estado de México, Chiapas, Guerrero, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco y Tamaulipas.

Miguel Aguirre Villarreal, director adjunto de Valuaciones Actuariales del Norte, advirtió que los pasivos de pensiones estatales ya se están "comiendo" una parte significativa de los presupuestos de egresos, de donde también se realizan las aportaciones que el Gobierno hace como patrón para los burócratas.

"La falta de reformas (oportunas) a las Leyes de pensiones", dijo, "(es) lo que ha creado una bola de nieve que crece y crece, propiciada por un aumento en la esperanza de vida".

La consultora Aregional advirtió que 20 Estados del País no han reformado sus sistemas de pensiones, lo que los coloca en una situación más grave.

Sólo en 12 entidades federativas los sistemas de pensiones estatales son sustentables en el largo plazo, alertó Flavia Rodríguez, directora de finanzas públicas de Aregional.

No obstante, especialistas señalaron que estas reformas no erradican el problema.

Por ejemplo, la calificadora Fitch Ratings afirma que en entidades como Nuevo León, que reformó su sistema en 1993, los Gobiernos estatales han tenido que realizar desembolsos para financiar las pensiones de los trabajadores que todavía están con la antigua ley.

De acuerdo con estudios, estima la firma, entidades como Querétaro, Tamaulipas y Michoacán enfrentarán desembolsos importantes para cumplir con el pago de las pensiones dentro de unos siete años.

Rodríguez, de Aregional, coincidió al señalar el logro de los Estados con las reformas, aunque también destacó sus limitaciones.

"Sinaloa y Nuevo León emprendieron reformas estructurales similares a las realizadas en el ISSSTE y el IMSS, con las que los pasivos contingentes se detuvieron", explicó, "aunque tienen que financiar el periodo de transición de los trabajadores con varios años de labores".

David Colmenares, especialista en finanzas públicas, dijo que el problema de pensiones es una deuda más a cargo de los Gobiernos estatales.

"Lamentablemente", expresó, "es sumarle a la deuda de los Gobiernos estatales, porque es una obligación que le restará a la inversión en un hospital, educación o, en el peor de los casos, hará endeudar más a los Estados para hacerle frente".

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¿Y de dónde creen que saldrá el dinero ahora y en el futuro para pagarle a tanto burócrata? Pues de los impuestos de los contribuyentes cautivos. Ese es el problema en el mediano y largo plazo cuando se tienen gobiernos gordos, llenos de burócratas, en secretarías y dependencias de poca importancia, con poco o ningún valor agregado. Además, de los sueldos, prestaciones y canonjías que gozan la mayoría de ellos, se pueden jubilar a los 30 años de trabajo, sin importar su edad. Eso representa una enorme carga para el Erario. ¿Y en pocos años que ya no haya petróleo?
 
Si no se hacen reformas estructurales, como la fiscal que empiece por reordenar el gasto público, en 10 años máximo estaremos como Grecia, España, Italia, o Irlanda, con severos recortes al gasto público, a servicios que si debe brindar el Estado, y con manifestaciones de burócratas quejándose de que les están reduciendo sus pensiones. Al tiempo.
 
AMEPI, AC

miércoles, 20 de julio de 2011

Nuestras mini-Grecias

Mañana es un día importante para la comunidad financiera global, ya que es el día en el que se celebra una reunión de emergencia de líderes europeos para encontrar una forma de estructurar un segundo RESCATE para Grecia, abrumada ésta por una deuda pública impagable.

Aunque existe una coincidencia en los "qués", parece no haber consenso aún en los "cómos" para sacar adelante a este país y no crear una reacción en cadena en los mercados crediticios que podría repercutir de manera inmediata en Italia, España, Portugal e Irlanda y en consecuencia iniciar una crisis en los mercados financieros globales.

Esto explica el nerviosismo de los mercados y que el ORO se haya convertido en el REFUGIO de los precavidos, alcanzando su cotización un récord histórico: mil 600 dólares la onza.

Como se habrán percatado ya, valorados lectores, este candente julio se ha caracterizado por estar centrado en polémicas en torno a las DEUDAS de los gobiernos, incluyendo la gigantesca pelota playera que resulta ser la estadounidense, que alcanza ya un nivel que no cabe en las calculadoras más modernas (algo así como 14 millones de millones).

Como ustedes saben, el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo estadounidenses están desde hace tiempo enfrascados en tensas discusiones respecto a cómo integrar el paquete fiscal para el año que entra, de pasada elevando el techo de la deuda pública.

Parece ser que al cinco para las doce (ayer mismo), el Presidente Obama y los legisladores (el G6) estaban cerca de llegar a un acuerdo, por lo que el espectro de ooooootro cataclismo financiero, ahora por parte de Estados Unidos, dejará de generar incertidumbre.

En cuanto a Grecia, lo más probable es que mañana acuerden prestarle más dinero (vaya paradoja cemexiana: ¡no pueden pagar y contraen más deuda!) con el fin de que empleen estos empréstitos nuevos en la recompra de su propia deuda en los mercados secundarios y así posponer la posibilidad de un incumplimiento inmediato que resultaría catastrófico para el sistema financiero global.

Como quiera hay que estar pendientes de lo que suceda mañana, a sabiendas de que bien puede no acontecer nada.

Ahora bien, y hablando de DEUDAS, aquí mismo en nuestro México Mágico Lindo y Querido tenemos un problema similar con varios estados de la República.

Están como Grecia: abrumados por enormes créditos impagables, mas esperanzados a que su Chanoc, Peña Nieto, gane la Presidencia y los RESCATE con incrementadas participaciones federales una vez que las arcas públicas queden una vez más bajo el control de las hambrientas hordas jurásicas.

Precisamente el líder de los tricolores, Humberto Moreira -coincidentemente campeón de las trácalas, ya que recibió Coahuila SIN DEUDAS y la dejó seis años "achairados" después con algo así como 30 mil millones en el pozo-, ya anunció que el PRI peleará dentro de las discusiones del presupuesto 2012 un incremento significativo en las participaciones para los estados que controla.

O sea que no les parece opción a los entracalados reducir gastos y eficientar su desempeño, no, quieren seguir gastando a manos llenas y que Papá Peña (vía el que sería su Secretario de Hacienda, Luis Videgaray) los rescate abriéndoles más la llave del gasto público.

¡Para que chacualeen a gusto en el estanque de los recursos públicos!

¡Y el que venga atrás que arree!

Parecen canes que comen huevo y que saben a la perfección lo sabroso que resulta gastar el dinero ajeno, por lo que será algo más que imposible quitarles este vicio: ¡ni quemándoles el hocico!

En suma: abundan los ejemplos a nivel LOCAL y global de lo nocivo y peligroso que resulta el "gaste ahora y pague después", y esto a todos los niveles de Gobierno, incluyendo las finanzas personales y empresariales.

Siempre y en todo momento debe buscarse un SANO EQUILIBRIO entre ingreso y gasto, por lo que debería ser LEY en México que ni los Gobernadores ni los Alcaldes puedan contratar deuda con vencimientos mas allá de tres años terminada su gestión y que les sea PROHIBIDO, so pena de CÁRCEL, hipotecar los ingresos estatales o las participaciones federales.
 
fricase@elnorte.com
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Las deudas públicas estatales y municipales en México, a pesar de los excedentes petroleros extraordinarios que han recibido en los últimos 10 años, han crecido demasiado. Ese nivel de gasto es insostenible, y en lugar de que los gobernadores y alcaldes se aprieten el cinturón y reduzcan el nivel del gasto, de su gorda burocracia, quieren que el Gobierno Federal les mande más dinero. Son buenos para gastar dinero ajeno, para enriquecerse, pero no cumplen con sus responsabilidades, como la seguridad.
 
Ante un nivel de gastos así no habrá impuestos que los cubran. Y dentro de pocos años ya no habrá petróleo, y ¿de dónde saldrá el dinero para cubrir el tamaño de la burocracia que habrá en ese entonces? Por eso es importante que los empresarios y profesionistas independientes vayamos uniendo esfuerzos para defendernos de esas sanguijuelas de los políticos. Exigirles las reformas estructurales. Exigirles rendición de cuentas. Exigirles que reduzcan el gasto burocrático, que se hagan más eficientes y efectivos.
 
AMEPI, AC

martes, 19 de julio de 2011

Pobres y ricos

"Todos somos iguales, pero no sabemos a quién". Rius
 
Podría parecer una buena noticia: la desigualdad en México tuvo un descenso importante, de 4.6 por ciento, entre 2008 y 2010.

La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del 2010, que el INEGI dio a conocer este pasado viernes, 15 de julio, señala efectivamente que el índice de Gini -el cual se utiliza a nivel internacional para medir la desigualdad y que define el 1 como la concentración absoluta del ingreso y el 0 como la igualdad perfecta- bajó de 0.456 a 0.435 en apenas dos años.

Antes de echar las campanas al vuelo, sin embargo, hay que apuntar que la misma encuesta señala que en ese periodo hubo también una reducción de 6.8 por ciento en el ingreso corriente total trimestral de las familias de nuestro país. ¿Por qué entonces bajó la desigualdad? Porque los más ricos sufrieron las peores caídas.

Estos hallazgos de la ENIGH vienen a desmentir una vez más la idea tan común de que pobreza y desigualdad son fenómenos iguales o por lo menos paralelos. La China de hoy es mucho más desigual que la de los años 70, bajo el gobierno de Mao Zedong, pero también es mucho menos pobre. Si la igualdad es el objetivo de la política social, ésta se puede conseguir con políticas que reduzcan el ingreso de todos, pero más el de los ricos. Al final, sin embargo, todos estaríamos en peor situación.

Si el ingreso total cayó 6.8 por ciento, el ingreso promedio de las familias mexicanas lo hizo todavía más: 12.3 por ciento. Sin embargo, el 10 por ciento más pobre de los hogares sufrió una caída promedio relativamente moderada, de 7.6 por ciento, ya que sus ingresos pasaron de 6 mil 668 a 6 mil 163 pesos al trimestre. En contraste, el decil más rico tuvo un descenso drástico de 17.86 por ciento, dado que sus ingresos pasaron de 144 mil 065 a 118 mil 425 pesos trimestrales.

La baja relativamente moderada en los ingresos de los hogares más pobres no es producto de que se hayan sostenido con mayor firmeza sus ingresos monetarios. No hubo más empleos ni mayores salarios para repartir. Lo que ocurrió fue que quienes menos tienen recibieron más transferencias, la mayor parte de ellas gubernamentales, lo cual les permitió limitar la caída de sus ingresos.

Ya en el 2010 el decil más pobre de la población mexicana obtenía el 40.3 por ciento de sus ingresos de transferencias y sólo el 35.7 por ciento de remuneraciones por trabajo subordinado, el 16.5 por ciento por trabajo independiente y el 6 por ciento por otros trabajos.

No sorprende que el 10 por ciento de los hogares más ricos haya recibido un porcentaje mucho mayor de su ingreso, 67.2 por ciento, de remuneraciones por trabajo subordinado. Lo que inquieta al revisar las cifras de la ENIGH, empero, es ver que estas familias, las más ricas del país, obtienen también el 12.6 por ciento de su ingreso por transferencias. Aunque el porcentaje es menor, la cantidad resulta mucho mayor que la de los más pobres. El monto trimestral que recibe por transferencias el 10 por ciento más pobre de la población es de 2 mil 483.69 pesos por trimestre. El 10 por ciento más rico obtiene, mientras tanto, 14 mil 921.93.

La ENIGH nos muestra muchas cosas. Una de ellas es que la igualdad sirve de poco cuando es producto de una caída de los ingresos de todos, como ocurrió en México entre 2008 y 2010. Nos señala también que, a pesar de que las transferencias han ayudado mucho a los más pobres de nuestro país, son siete veces más generosas con los más ricos.
Sergio Sarmiento
 www.sergiosarmiento.com

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Como lo indica Sarmiento, los subsidios generalizados, sobre todo por el lado de los ingresos (IVA tasa cero en alimentos y medicinas, subsidio a gasolinas, electricidad, etc.) siguen beneficiando más a quienes más tienes que a los pobres. Los populistas y demagogos se rasgan las vestiduras cuando se habla de eliminar a los subsidios generalizados, pero son unos hipócritas o ignorantes pues esos subsidios benefician más a quien más consume. Los subsidios deben darse por el lado de los egresos, no por el lado de los ingresos (impuestos) y menos por el lado de los servicios públicos. Para eso se requiere una reforma fiscal integral que este pensada, diseñada, para fomentar la inversión y creación de empleos. Las leyes fiscales actuales están pensadas en cómo financiar el enorme gasto burocrático y en como dar subsidios generalizados para que los políticos sigan recibiendo votos y viviendo del Erario.
 
AMEPI, AC.

lunes, 18 de julio de 2011

Servicios (reformas estructurales)

En el zoológico de tigres de Guilin en China, uno transita a unos metros de los animales más temibles del mundo. A diferencia de los zoológicos tradicionales, en que los animales tienden a ser pasivos, en Guilin todo está hecho para que los animales conserven, tanto como se pueda, su ambiente natural. No se les da alimento, sino que están en un espacio en el que pueden escoger, matar y comerse al animal que quieran. Uno camina al lado de un foso que, en momentos, se siente terriblemente estrecho, al grado en que parece que los tigres podrían saltar al otro lado en cualquier instante. La sensación de impotencia y miedo es impresionante. Así, exactamente así, se sienten muchos mexicanos cuando observan la forma en que el Gobierno, sobre todo la burocracia impune e inmune, los acosa y acecha de manera permanente. El País tiene todo para ser un éxito rotundo, si no fuera por la burocracia que lo ahoga.

En los 80, cuando el País vivía uno de sus peores momentos en materia económica, las disputas al interior del gabinete y del Gobierno en general se referían a cómo enfrentar la crisis. Unos querían más gobierno otros menos; unos más gasto, otros menos; unos querían cambiar la lógica del sector productivo, otros regresar a lo que había habido 20 ó 30 años antes. El País iba a la deriva, pero las discusiones eran esencialmente conceptuales, filosóficas. En el contexto de ese marasmo, muchas empresas trataban de encontrar salidas para sus propios problemas. Aunque muchas se encontraban endeudadas, había muchos empresarios dedicados a encontrar maneras de salir del atorón. El mercado interno estaba por demás deprimido, pero muchos empresarios percibían extraordinarias oportunidades a través de la exportación. Sin embargo, por más que intentaban, algo les impedía actuar.

En realidad, uno de los problemas centrales de la economía mexicana es precisamente que, desde los 60, el mercado interno dejó de ser suficientemente grande para que las empresas pudieran fabricar productos competitivos. La exportación era una salida natural. Sin embargo, toda la estructura de la regulación estaba diseñada para el control y no para fomentar el crecimiento de la producción y mucho menos de la productividad. En lugar de hacer fácil el camino, había requerimientos de permiso para todo: para importar y para exportar. Hasta para invertir.

A pesar de la crisis y de la severa recesión que experimentaba el País, las restricciones persistían. Había una empresa que fabricaba estufas a un precio y calidad que eran competitivos. Sin embargo, los productos que salían de la planta tenían un defecto que los hacía inviables para la exportación: el esmalte con que se terminaba el mueble no resistía el calor. El esmalte representaba alrededor del 10 por ciento del valor de la estufa, pero sin ese terminado quedaba fuera del mercado de exportación. Por más que la empresa acudió a la burocracia para que le permitiera importar la pintura idónea con las divisas que la propia empresa generaría con sus exportaciones, la respuesta siempre fue no. De hecho, fueron tantas las respuestas negativas que, poco a poco, acabaron provocando que los reformadores avanzaran dentro del gabinete presidencial. La oposición a cualquier cambio fue tan abrumadora (y absurda), que la apertura resultante fue mucho mayor de lo que sus propios promotores habían imaginado factible en aquel momento.

Los obstáculos eran enormes, pero poco a poco se fue allanando el camino. Algunos temas tenían que ver con la entonces Secofi, que era la guarida de los reguladores prohibicionistas. Pero los problemas no se limitaban a los permisos. Obtener la devolución del IVA para que los exportadores pudieran competir requirió un enorme esfuerzo por parte de Hacienda, siempre sospechosa de cualquier posibilidad de éxito. Sin embargo, al final se fueron resolviendo los escollos a la exportación de los bienes manufacturados. Aunque la apertura no fue tan amplia como los críticos suponen (porque persisten monopolios en servicios y sectores que no tienen que competir porque son regulados), la realidad es que México se convirtió en una potencia manufacturera y hoy somos un país hipercompetitivo en varios sectores extraordinariamente exitosos.

La situación de los servicios hoy se parece mucho a lo que ocurría con las manufacturas en los ochenta: todo conspira en contra de la exportación, todo son obstáculos. La apertura de los ochenta se limitó a los bienes y no incluyó a los servicios, donde algunos países, particularmente India, han logrado tasas espectaculares de crecimiento. En contraste con las manufacturas, los servicios ofrecen oportunidades mucho más vastas para un enorme número de mexicanos. Mientras que las manufacturas se concentran en empresas cada vez más sofisticadas, típicamente grandes (y sus proveedores), los servicios dependen, en muchos casos, de personas organizadas. Es decir, en el ámbito de los servicios sería posible imaginar nuevas oportunidades por parte de empresas pequeñas y medianas donde no se requieren inversiones monumentales de entrada. Ahí hay una gran oportunidad para miles o millones de nuevos empresarios potenciales.

El caso de India es ilustrativo. En unos cuantos años, India ha logrado exportar los más variados servicios, empleando a millones de hindúes. Algunos, como los centros de llamadas que utilizan sobre todo bancos, empresas de tarjetas de crédito y sistemas de reservación, emplean a miles de personas, pero también hay otros más especializados: contadores, lectores de radiografías, servicios administrativos, asesoría en la instalación o manejo de aparatos, computadoras y demás. En India unas cuantas líneas de negocios han empleado a millones de personas y han transformado la balanza de pagos de ese país.

México tiene dos retos frente a sí. Uno es relativamente sencillo, aunque eso no quiere decir que la burocracia aduanal, fiscal, laboral, etcétera, lo hará fácil: allanar el camino para que sea posible ampliar el mundo de servicios para exportación, lo cual requerirá de cambios en regulaciones y leyes a fin de generar las condiciones necesarias de flexibilidad, sobre todo fiscal y laboral, que son anatema para la burocracia y quienes se benefician del statu quo. El otro reto consiste en liberalizar y someter a competencia los servicios que ya existen en el País y que son los temas que se rehúyen todos los días: telefonía, energía, electricidad y, ojalá algún día, la burocracia misma. Si queremos tener servicios competitivos, es necesario generar el entorno que les permita serlo.

La manufactura ha demostrado su potencial. Ahora es tiempo de hacer lo mismo con los servicios.
Luis Rubio
www.cidac.org
 
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Algunos piden regresar al pasado mercantilista, pero como bien explica Luis Rubio, lo que necesitamos es seguir avanzando hacia el futuro, con las reformas estructurales que siguen pendientes. No podemos pedir como empresarios, como profesionistas, que el gobierno nos siga protegiendo del exterior con un tipo de cambio a modo e impidiendo importaciones. No, lo que tenemos que pedir es que el gobierno nos deje trabajar, no nos pongan tantas trabas, que dejen que el mexicano pueda dar todo su potencial emprendedor, empresarial.
 
Con ese enfoque tienen que darse las reformas estructurales, que fomenten la inversión, el crecimiento económico, la generación de empleos. Reformas que eliminen los monopolios, pero no sólo de empresas, sino sindicales y burocráticos también. Reformas que no busquen aumentar los impuestos con el único fin de aumentar el gasto público que sólo beneficia a los políticos y su gorda burocracia. Esto es lo que buscamos quienes integramos a la AMEPI.
 
AMEPI AC

sábado, 16 de julio de 2011

Y todo seguirá igual

No importa el esfuerzo que hagamos por resolver nuestras dificultades, el problema no es resolverlos una vez, sino mantener la disciplina para solucionarlos de manera continua. Los problemas siempre estarán ahí, la resolución es constante, pero se nos olvida.

Nuestra cultura parece padecer un mal destructor. Aplaude la llegada de un héroe. Celebramos con júbilo un triunfo. Nos sentimos orgullosamente mexicanos un día, pero le fallamos al País el resto del año. Padecemos el desdén por la disciplina y el trabajo que significa mantener ese logro para continuar cosechando resultados.

Todavía no terminan los gobernantes en turno su tarea encomendada en los comicios y ya están buscando cómo seguir en el Gobierno sin saber para qué. En un país con una sociedad que aplaude un resultado y no el trabajo continuo, nuestros partidos y políticos manipulan el resultado de un hecho frente a la enorme lista problemas que han dejado sin resolverle a la sociedad. Le apuestan a que nos gusta celebrar un triunfo y no mantenernos en la cima.

Una analogía puede ayudar. El campeonato de futbol ganado por el equipo representativo de México Sub 17 mostró de nuevo la necesidad que tenemos en el País por héroes nacionales. No del tipo místicos o de ficción, sino héroes actuales, de carne y hueso.

Héroes que en momentos difíciles, de crisis, de peligro, de dificultades, sacan la casta, muestran valentía, valor e ímpetu, que arriesgan en los momentos críticos como cuando se va perdiendo, que entregan todo lo que pueden dar aunque se hayan descalabrado, que saben trabajar en equipo, y que nos hacen recordar que podemos ser los mejores.

No los mejores entre los peores o los mejores de los menos buenos, sino los mejores del mundo. Quizá extrañemos esa sensación de poder decir "somos los mejores", pero estos jovencitos de 17 años o menos nos lo recordaron a todos el domingo pasado.

Hay algunas características que vale la pena resaltar de este equipo campeón: la disciplina, el esfuerzo diario, el trabajo en equipo, pero sobre todo, la obediencia a la autoridad.

El campeonato que alcanzó el equipo mexicano Sub 17 es fruto de estas características que rodearon al grupo. Características que por cierto cualquier mexicano puede asumir y tener si queremos, pues sólo dependen de nosotros. Si estos jovencitos sólo contaran con talentos sobresalientes, pero no con estos cuatro elementos, difícilmente hubieran logrado levantar el trofeo de la Copa del Mundo.

Este campeonato no lo lograron trabajando duro un mes antes del torneo, sino con varios años de dedicación, esfuerzo y disciplina. Tampoco lo hubieran alcanzado si no hubieran desarrollado la capacidad de jugar en y por el equipo, no a base de esfuerzos desarticulados, sino coordinados, respetuosos; trabajando todos convencidos de la meta y la forma de conseguirla.

Por último, el acato a la autoridad es una variable fundamental de este logro juvenil. Los jugadores estaban listos para seguir las indicaciones que les hacía su director técnico, no reclamaban cuando les tocaba salir de cambio y los que estaban en la banca no hacían "circo" para entrar al juego. Contrasta esto con la actitud de un jugador uruguayo que al salir de cambio en la final, pateó un bote en actitud de reprobación por la decisión de su técnico. También esta obediencia a la autoridad se reflejó en cómo los jovencitos mexicanos obedecían las órdenes del árbitro aunque fueran dudosas y seguían adelante concentrándose en el juego.

Sin duda los mexicanos sabemos trabajar con eficacia y disciplina, y también sabemos trabajar en equipo. Sin embargo, debemos reconocer que la obediencia a la autoridad no es una de nuestras virtudes sociales. Sea por desconfianza, desorden, miedo o lo que usted quiera, pero a la autoridad se le cuestiona en México por todo, quizá por esa comodidad de exigir sin hacer nada que hemos heredado de tantos gobiernos paternalistas y mediocres, y que ubica a México en su actual realidad.

Para qué obedecer la ley si "creo" que el resto de los mexicanos no lo hace. Cómo hacer el máximo esfuerzo, si nuestros políticos se esmeran en enseñarnos que sin esfuerzo logran lo que quieren, como seguir circulando en diferentes puestos del Gobierno sin ofrecer resultados, y no pasa nada.

Los jóvenes futbolistas del equipo representativo Sub 17 nos volvieron a recordar como lo hemos visto en otros casos que sí podemos ser los mejores, no los décimos, no los terceros, sino los primeros del mundo, aunque se nos olvide o busquemos como de costumbre culpables fuera de nosotros.

"Yo soy yo y mi circunstancia" escribía en 1914 el filósofo español José Ortega y Gasset, pero a los mexicanos se nos olvida la segunda parte de esta frase. Y es que termina el filósofo escribiendo "y si no la salvo a ella no me salvo yo".

Es momento de salvar nuestras circunstancias, esforzarnos por cambiarlas con nuestro trabajo y honestidad sin culpar a nadie de no hacerlo; quizá entonces todo dejará de ser igual.

Vidal Garza Cantú
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México es un país con mucho potencial. Pero necesitamos que las reglas del juego cambien. Y una vez que cambien se respeten por todos, gobernantes y gobernados. Con disciplina y trabajo, podemos crecer en relativamente poco tiempo. Hoy la clase media es cada vez mayor. Hay muchos emprendedores y empresarios con talento en México, lo que necesitamos son nuevas reglas del juego que incentiven el crecimiento, no que castiguen a quien hace bien las cosas y premien a los que no cumplen con la ley y viven en la informalidad.
 
AMEPI AC

viernes, 15 de julio de 2011

Precandidatos y economía

Hay dos temas que le interesan a la gente en México: la seguridad pública y la economía. Y quisieran respuestas frente a ellos.

Hay un aspirante del PAN que esta semana pidió licencia en el Senado para convertirse en pre-precandidato (por aquello de no violar la ley con actos anticipados de campaña) y dedicarse de lleno a construir su candidatura: Santiago Creel.

En días recientes, otro de los aspirantes, en este caso de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, ya dijo que él va, con melón o con sandía, o con los dos, pero va.

En el PRI, Enrique Peña Nieto, tras las elecciones en el Estado de México, ya tiene su mente puesta en la campaña presidencial, aunque todavía le falten dos meses para terminar su periodo como gobernador.

Adicionalmente, este fin de semana se organizará una cumbre de aspirantes panistas con el propio Presidente de la República, para tratar de evitar choques que debiliten más al blanquiazul.

Como quien dice, aunque las leyes digan que falta mucho tiempo, estamos metidos de lleno en un ambiente preelectoral.

Sin embargo, como las reglas electorales no lo permiten, hasta ahora ninguno de los que aspiran dice qué es lo que va a proponer a la ciudadanía respecto a los problemas que más le importan.

El tema de seguridad pública lo dejamos a los expertos en la materia. De los asuntos económicos, no sabemos qué diferencias específicas existen en las ofertas de los partidos y más aún en las de los candidatos.

El problema número uno es cómo plantean reorganizar al País para acelerar el crecimiento.

Entre 2000 y 2010, el crecimiento promedio del PIB fue de 1.6 por ciento.

De acuerdo con los datos del Censo 2010, el PIB per cápita apenas creció a un ritmo de 0.2 por ciento al año en promedio, pues en el mismo lapso el crecimiento poblacional fue de 1.4 por ciento.

Se podrá explicar lo que se quiera respecto a las crisis externas, pero el drama es que este crecimiento fue pobrísimo.

Y el obvio resultado fue que la generación de empleo simplemente no alcanzó.

El número de trabajadores asegurados en el IMSS creció en 18.5 por ciento en la década, lo que significa una tasa anual de 1.7 por ciento o 230 mil al año en promedio.

Pero el problema es que la población mayor de 14 años, que tiene el potencial de buscar trabajo, crece aún a más de 2 por ciento.

Tenemos un rezago del orden de 5 a 6 millones de puestos de trabajo, y requerimos la generación de alrededor de 800 mil más por año.

¿Cómo generar las condiciones para que haya un suficiente volumen de inversión, asignada a los sectores con más potencial de generación de puestos de trabajo?

Es algo que pareciera que a los aspirantes a la candidatura presidencial les tiene sin cuidado.

Por lo que hemos visto hasta ahora, lo que quieren es regresar, conservar o alcanzar el poder.

Para qué vayan a utilizar ese poder y cómo habrán de hacerlo es un asunto que parece secundario.

Para los ciudadanos, lo que debería ser secundario es quién habrá de llevar el volante del vehículo, siempre y cuando la ruta esté definida. Para los políticos, la ruta es lo de menos, siempre que estén en el asiento del conductor.

Lástima que los 112 millones de pasajeros vayamos como en camión guajolotero y además sin ningún rumbo.
 
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La principal razón del lento crecimiento económico de México en la última década es por la falta de reformas estructurales. Con la leyes laboral, fiscal, y energética que tenemos, el crecimiento seguirá igual. Lo que tenemos que preguntarnos, investigar, analizar, es cuál de los precandidatos, y después candidatos se comprometerá en verdad para impulsar las reformas estructurales aún cuando no tenga mayoría en el Congreso (todo indica que el próximo sexenio, aún suponiendo que regrese el PRI, no tendrá mayoría en el Congreso, al menos no en las dos cámaras).
 
La AMEPI estará revisando las propuestas y sobre todo las acciones pasadas (pues de lengua nos echamos un taco) de los candidatos para ver quién realmente esta comprometido con un cambio para México, pero un cambio hacia el crecimiento económico, no un cambio hacia el pasado corporativista, mercantilista, que tanto daño nos hizo con inflaciones y crisis recurrentes.
 
AMEPI AC

domingo, 10 de julio de 2011

Confianza

Hace no mucho se publicó en una revista que las autoridades de una población alemana se iban a abocar a realizar pruebas de ADN a todos los perros registrados para determinar cuáles de los propietarios de esos animales estaban ignorando el reglamento de recoger sus heces de la vía pública. Los alemanes tienen certeza, e instrumentos, para determinar dónde está el mal porque parten de un principio de confianza. Cuando se trata de los problemas de pobreza, empleo y crecimiento en México, las teorías abundan pero las soluciones son inadecuadas. Peor, no se reconoce que sin confianza es imposible resolver el resto.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y bajo el amparo de la CEPAL, entidad de la ONU dedicada al desarrollo de América Latina, el Gobierno mexicano se dedicó a promover el crecimiento de la economía por medio de la inversión pública. La teoría era que la inversión privada seguía a la pública, de tal suerte que si el Gobierno electrificaba una región o construía una carretera, las empresas comenzarían a construir fábricas y servicios que se traducirían en generación de riqueza, empleos, crecimiento y menor pobreza. El experimento fue muy exitoso y permitió que la economía mexicana creciera a niveles elevados por varias décadas. Lo que pocas veces se aprecia es que la inversión no fue lo único que aportó el Gobierno. Acompañando a ésta venía una concepción de la función pública que luego desapareció: el Gobierno entendía que tenía que crear condiciones físicas pero también políticas para que prosperara la inversión privada. Esas condiciones políticas, que los empresarios llaman confianza, son lo más importante para el funcionamiento de una economía.

En esa era del desarrollo económico el Gobierno incorporaba a personas con experiencia empresarial o con la sensibilidad necesaria para conferirle certidumbre al empresario. El Gobierno había logrado construir un andamiaje institucional que garantizaba la estabilidad política y mantenía claridad y permanencia en las reglas del juego que hacían funcionar la economía. Se trataba de un sistema autoritario que lograba la estabilidad no por la fortaleza de las instituciones, sino por la estructura de controles que lo caracterizaban. Sin embargo, el sistema garantizaba permanencia de las reglas (al menos por un sexenio) y eso generaba la confianza necesaria para invertir. El resultado era crecimiento económico y generación de empleo.

Las cosas cambiaron en los 70 por dos razones: un relevo generacional en el Gobierno y un cambio en la estructura de la economía. El ritmo de crecimiento de la economía comenzó a disminuir porque las exportaciones de materias primas y granos dejaron de ser suficientes para importar insumos industriales, lo que exigía un cambio estructural importante. El problema fue que quienes decidieron la naturaleza del cambio estructural no entendían al empresariado, al inversionista ni al empleador: por eso minaron la base de confianza que había funcionado con tanto éxito por décadas y sentaron las bases para los grandes males que nos siguen acompañando.

Hoy está de moda culpar a los panistas de su incompetencia en distintos ámbitos. El inicio de facto de la temporada electoral constituye una oportunidad excepcional para atacar a esos gobiernos. Sin embargo, el problema no radica en los gobiernos recientes, sino en el legado corporativista que dejaron los gobiernos anteriores y que éstos no supieron desmantelar. El problema del País reside en una estructura política-económica que arroja dos males: propicia la informalidad y desincentiva la inversión formal. La suma de los dos se traduce en una economía que crece poco, genera un nivel muy bajo de empleos formales y permanentes y deja a la población en un clima de desasosiego que retroalimenta todo lo demás.

El sistema propicia la informalidad de dos maneras. Hace muy onerosa la formalización y favorece la permanencia de la informalidad. Me explico: para una persona o familia que inicia un negocio, no tiene el tiempo ni los recursos para registrarse ante el fisco, cumplir los requisitos del IMSS, estar en orden ante las autoridades laborales y satisfacer las interminables declaraciones que exige cada una de esas burocracias, por lo que opta por hacer lo que sabe o puede hacer y nada más. En lugar de hacerle la vida fácil para formalizarse, las autoridades la hostigan, haciendo imposible su crecimiento y desarrollo. Al final, la informalidad resuelve (mal) un problema de empleo, pero no el del crecimiento. Una vez en la informalidad, es casi imposible formalizarse y mecanismos como el del Seguro Popular, necesarios y encomiables, pero concebidos esencialmente para quien vive en la informalidad, propician que esas personas permanezcan como están.

Para crecer, el País requiere empresarios que generen riqueza y empleos, requisitos ambos para acabar con la pobreza. La gran pregunta es cómo lograrlo. En la actualidad, vivimos en un entorno de incertidumbre y burocratismo que hace poco propicio el ambiente para la inversión privada. Para que ésta prospere se requiere un clima de confianza y certidumbre que haga atractivo asumir el riesgo inherente a iniciar una aventura empresarial. Irónicamente, la inversión prospera más en un clima de competencia y poca, pero efectiva, regulación, que en uno burocratizado y politizado. Digo irónicamente porque muchos empresarios encumbrados prefieren los favores, protección y subsidios que otorga la burocracia, pero lo único que propicia un clima así es empresarios quejosos y perezosos que no crean empleos ni riqueza. México necesita una nueva clase empresarial que esté dispuesta a asumir riesgos y a competir con el resto del mundo. Nuestros políticos deberían dedicarse a construir un clima que haga propicia la inversión privada, que atraiga a los empresarios susceptibles de crear riqueza y generar los empleos que al País le urgen. Esto es mucho más difícil de lograrse de lo que suponen quienes se abocan a la retórica maniquea que no hace sino complicar la construcción del entorno de confianza que tanta falta nos hace.

Luis Rubio

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Esa certidumbre, confianza, que necesitan los empresarios mexicanos para invertir, crear empresas, generar empleos dentro de la formalidad, sólo puede darse con nuevas reglas del juego en un entorno político donde ya no existe la presidencia imperial. Esas nuevas reglas del juego son las reformas estructurales que tanto se han debatido pero siguen postergándose. Sin esas reformas que den certidumbre jurídica, flexibilidad para emprender, competencia económica y política, México seguirá con crecimientos mediocres en el mejor de los casos.
 
AMEPI AC

sábado, 9 de julio de 2011

IETU e IVA: agua y aceite

La discusión sobre la política fiscal en México se limita a quitar un impuesto a cambio de aumentar otro, o de no incrementar los ya existentes, pero creando uno nuevo.

Así surgió el Impuesto Especial de Tasa Única (IETU), para evitar un incremento del impuesto sobre la renta y no perder ingresos al abrogarse el impuesto al activo de las empresas.

Así surgen y se desvanecen los impuestos, no por un análisis de fondo sobre la vocación nacional (no está consensuado cómo combatiremos la pobreza, al tiempo que alentamos el crecimiento económico), sino en aras de la recaudación cortoplacista. Que los recursos se obtengan ya para ejercerlos en el acto aunque luego no quede nada.

Inmersos en tal esquema, es de esperarse que cuando un sector se considera a sí mismo afectado, su estrategia sea proponer al fisco y al Congreso la eliminación del impuesto que le afecta a costa de aumentar otro agregando que la recaudación incluso mejoraría.

Tal es el caso del sector empresarial, que en voz de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) señaló hace unos días: "Eliminar el IETU sin perjudicar a las finanzas públicas es perfectamente factible", y propone como alternativa incrementar el IVA (entre el 2 y el 5 por ciento a los productos de tasa cero) y el impuesto predial.

Si se elimina el IETU, pero se aumenta el IVA, las "finanzas" no se perjudican, es cierto, pero sí los millones de mexicanos pobres, porque "gravar los artículos de tasa cero" es un eufemismo de "gravar la canasta básica". Y, por otra parte, el aumento del predial no asegura que el aumento sea en su progresividad.

La eficiencia, gran virtud en abstracto, no lo es necesariamente tratándose de finanzas públicas porque implica un sacrificio de justicia distributiva. Y las dos pesas de la balanza son la redistribución de la riqueza y la eficiencia: al procurar una se sacrifica a la otra. Es más eficiente cobrar impuestos a todos porque es inmediato, que hacer que contribuyan más los que más tienen, pues implica primero un balance de haberes.

La redistribución se logra, en parte, con el cobro de impuestos, pero mayormente con el sabio ejercicio del gasto público. Sin embargo, salta a la vista el descontrol en el gasto y la partidocracia que lo rige, así que al menos nos queda procurar que los impuestos no contribuyan a hacer más pobres a los pobres.

Desgraciadamente, el Gobierno mexicano (federal, estatal o municipal) está cada vez menos legitimado para cobrar impuestos: la evasión y la elusión fiscal privan de importantes ingresos al erario, mientras que la carga fuerte recae en los contribuyentes cautivos, que son aquellos que al cobrar su salario o pensión reciben el duro golpe del recorte hacendario.

Hay también millones de mexicanos en la informalidad, es cierto, pero parte de ellos lo está porque no encuentra empleo o su pobreza le impide sobrevivir de otra manera, y fiscalizarlos a todos causaría un gasto tan grande que difícilmente se recuperaría lo invertido. Aumentar la pobreza aumentará la informalidad.

¿Y por qué hay menos legitimidad? Por la incompetencia del Gobierno en regular su gasto y en castigar su mal uso. El debate fiscal es pobre cuando se propone sustituir un impuesto que afecta a algunos por otro que afecta a todos; debe partir de un análisis social: cuál es nuestra vocación social y de crecimiento económico o, al menos, qué grado de progresión y de regresividad son los deseables.

En un estudio que hace algunos años realizó el Banco Mundial se analizó el caso de México ("Public Policy for Poverty Reduction"), y ya desde entonces colocaba a este análisis como prioritario en la agenda fiscal del País. El problema es más político que económico.

Todos los sectores productivos del País perciben una fuerte carga fiscal y parte del dilema es que éstos puedan moverse con fluidez (y es lo que pide la Coparmex).

Pero la carga es excesiva para cualquier mexicano cuando el gasto se politiza a extremos circenses: mientras leamos en las noticias que al parecer cientos de millones de pesos salen de un lugar a otro sin justificación, acaso del ISSSTE al sindicato magisterial; o que se gasta en onerosos edificios sin terminar pagados al triple con dinero público, ¿con qué calidad moral se defiende la "eficiencia recaudatoria"? ¿Para el inmediato despilfarro?

Margarita Ríos-Farjat
La autora es abogada con maestría en Derecho Fiscal.
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El problema de fondo no es si se aplica un IVA generalizado que podría afectar a los que menos tienen. El problema de fondo es que los subsidios, la distribución de los ingresos NO debe darse con subsidios generalizados del lado de los ingresos. Además, como indica Ríos-Farjat líneas arriba, una reforma fiscal integral debe empezar por el lado de los egresos, ¿cuáles son las necesidades básicas del Estado? ¿qué servicios debe proveer? ¿Cuánto dinero ocupa realmente? Y cuando eso se haya definido, entonces si, cómo se va a financiar ese gasto, con impuestos que incentiven el crecimiento económico. Y si hay que combatir a la pobreza, debe ser con apoyos bien diseñados, que no sean generalizados, y que no distorsionen los impuestos, que sean por el lado de los egresos.
Sin una reforma fiscal integral de fondo, este país seguirá con crecimientos mediocres en el mejor de los casos, y dependiendo de las exportaciones a Estados Unidos. Hay quienes dicen que no se requieren las reformas estructurales, pero realmente son grupos de interés que quisieran un mercantilismo que los beneficie como productores en perjuicio de los consumidores.
AMEPI AC

jueves, 7 de julio de 2011

Elba y la ley (el monopolio de los sindicatos)

"Ser dirigente sindical es uno de los negocios más rentables de México". Arturo Alcalde

No deben sorprendernos ni el poder ni el dinero de Elba Esther Gordillo. El Congreso de la Unión ha establecido leyes que otorgan una verdadera patente de corso a los dirigentes sindicales. La maestra es una consecuencia de este marco jurídico y no simplemente del azar.

El problema empieza con el Artículo 28 de la Constitución que exenta a los sindicatos de la prohibición a los monopolios. Esto ha permitido que los sindicatos se conviertan en verdaderas bandas de extorsión que explotan a empresas y trabajadores. Muchas compañías, de hecho, firman contratos con sindicatos sólo para protegerse de las extorsiones de los demás. Los empresarios han encontrado, además, que la forma más fácil de obtener un trato razonable de los sindicatos es corromper a sus líderes. El enorme poder monopólico de los sindicatos beneficia así a los dirigentes y no a los trabajadores.

En muchas actividades de nuestro País no es posible conseguir un empleo si no es a través del sindicato. Si un trabajador se niega a pertenecer a él, pierde su empleo o nunca puede obtenerlo. La exención de los sindicatos a la prohibición a los monopolios ha hecho legal la esclavitud de muchos trabajadores en nuestro País.

Al amparo de estos monopolios, los líderes sindicales han establecido dictaduras vitalicias. La norma en nuestro País es que los dirigentes se mantengan en el poder durante décadas. Tenemos incluso casos como el del sindicato minero en que el mando se ha traspasado de padre a hijo, de Napoleón Gómez Sada a Napoleón Gómez Urrutia.

Con la excusa de la autonomía sindical, los dirigentes manejan el dinero de los trabajadores como si fuera su patrimonio personal. Los líderes no tienen obligación de rendir cuentas. Por eso tenemos tantos dirigentes ricos... y tantos trabajadores pobres.

No culpo a Felipe Calderón por haber hecho un acuerdo político con Elba Esther para las elecciones presidenciales de 2006. Tampoco a Eruviel Ávila, que hizo lo mismo en el Estado de México en este 2011. Ni a Humberto Moreira, quien ha dicho que buscará una alianza con ella para el 2012. La maestra ha demostrado ya ampliamente el poder que tiene para entregar votos a sus aliados. Si no, pregúntele a Roberto Madrazo, quien la tuvo como socia en la elección para la presidencia nacional del PRI en 2002, pero como enemiga en los comicios presidenciales de 2006.

El problema, sin embargo, no es la maestra: ella no hace más que aprovechar los poderes extraordinarios que la ley otorga a los líderes sindicales. Si queremos que éstos dejen de tener el papel que hoy ocupan en nuestro País, debemos empezar por modificar el Artículo 28 de la Constitución para eliminar la exención de los sindicatos a la prohibición sobre los monopolios. Todo trabajador debe tener el derecho de decidir si quiere ingresar o no a un sindicato. Los trabajadores deben poder votar incluso que no quieren un sindicato en su empresa.

Por otra parte, el Congreso debe emitir legislación que haga a los sindicatos instituciones de interés púbico y los obligue a contar con procedimientos realmente democráticos para elegir a sus dirigentes. Debe también obligarlos a divulgar públicamente el manejo de sus recursos, que no son de los líderes, sino de los trabajadores.

De nada sirve que el enemigo en turno se queje del poder de la maestra Elba Esther. Hay que modificar el marco jurídico que ha dado a los líderes sindicales el enorme poder que éstos tienen.

Sergio Sarmiento

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Es urgente una Reforma Laboral que termine con el monopolio de los sindicatos. Nadie pide que se elimine el derecho de los trabajadores a organizarse, pero tampoco debe coartarse el derecho de los mismos trabajadores a no pertenecer a ningún sindicato y, sobre todo, evitar que los trabajadores sean víctimas de seudo líderes sindicales que se enriquecen a costa de los propios trabajadores.
AMEPI AC

lunes, 4 de julio de 2011

Mitos fiscales

Hay dichos que a fuerza de repetirse se convierten en verdades indiscutibles. Una de ellas es que México necesita una reforma fiscal.

Con frecuencia se piensa que en México se recauda muy poco y que nada ha cambiado en los últimos años o incluso décadas.

Efectivamente, hay impuestos que recaudan muy poco, pero hay otros que lo hacen mucho más, y el incremento de la captación tributaria de la última década es superior a lo que planeaba aquella reforma fiscal de Fox que detuvieron los diputados priistas del Estado de México en el 2002.

Los ingresos tributarios no petroleros eran en el año 2000 equivalentes al 8.1 por ciento del PIB. Para este año se estima que sea de 10.4 por ciento.

El incremento de 2.3 puntos del PIB implica una recaudación adicional anual de 325 mil millones de pesos.

En el caso del llamado sistema renta (ISR-IETU-IDE), el aumento es de 1.3 puntos (184 mil millones), y en el IVA, de 0.9 puntos (127 mil millones).

Si a eso le suma que los ingresos petroleros pasaron del 6 por ciento del PIB en el año 2000 a 7.4 por ciento el año pasado, tenemos otros 1.4 puntos adicionales de ingresos para el sector público (200 mil millones).

Es decir, el sector público mexicano ingresa anualmente 525 mil millones de pesos más de los que obtenía en el año 2000.

Allí está el soporte del enorme crecimiento real que ha tenido el gasto público en la última década.

Es cierto que aún no estamos entre los países que más recaudan, pero de acuerdo con las estadísticas de la OCDE, si se comparan solamente los ingresos tributarios del Gobierno federal, el porcentaje que se obtiene en México (13.9 por ciento) está por arriba del que tienen Francia, Canadá, Alemania, Estados Unidos, Japón o España, por citar algunos.

El problema que tenemos en México es que los impuestos locales, esos sí, están por el piso y, además, todos los niveles de gobierno gastan mal.

Los datos que presentó Hacienda a propósito de su estudio sobre el IETU indican que la recaudación por impuestos locales es en México de 0.6 por ciento del PIB (84 mil millones en la actualidad) y en esa materia sí estamos en el último lugar entre los países de la OCDE. Incluso, si se agregan los impuestos locales coordinados, la recaudación local aumenta apenas al 1.1 por ciento del PIB.

Quizá el caso más notorio de desigualdad sea el del predial. En México se recauda por ese impuesto alrededor de 30 mil millones de pesos al año, el 0.2 por ciento del PIB. Brasil recauda el 0.7 por ciento del PIB, o Colombia, el 1.3 por ciento.

Estados Unidos, con el que nos comparamos favorablemente en recaudación tributaria a escala federal, recauda el 3.2 por ciento de su PIB por predial, una proporción 16 veces superior a la de México.

El otro problema que tenemos es que muy pocos pagamos la mayor parte de los impuestos en el País, lo que expresa tanto la desigual distribución del ingreso... como la informalidad en la que viven millones de personas.

Por ejemplo, sólo el 2 por ciento de los asalariados tiene ingresos anuales superiores a 400 mil pesos, pero aportan el 28 por ciento de los ingresos tributarios totales.

En contraste, los asalariados con ingresos inferiores a los 400 mil pesos anuales, que representan el 60 por ciento de los contribuyentes totales, aportan sólo el 20 por ciento de la recaudación total.

Seguiremos este tema.
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Si bien el IETU vino a aumentar la recaudación sobre todo en sectores, como el de autotransportes, que durante décadas habían sido privilegiados con muchas exenciones, no es la solución de fondo al problema de baja recaudación. Lo que se ocupa es un sistema fiscal simple, con pocas, contadísimas, exenciones fiscales, y una tasa flat de ISR.
Los impuestos locales, los de los estados, también deben aumentar, pero a los gobernadores no les interesa. Prefieren que otro sea el que cargue con la culpa de los impuestos, y ellos nada más gastar el dinero. Por éstas razones es primordial una reforma fiscal integral, una de las reformas estructurales pendientes. No se requiere una reforma fiscal para que el gobierno tenga más ingresos. Se requiere una reforma fiscal para que se fomente la inversión productiva, para que se eliminen las exenciones que distorsionan al mercado, para que se reduzca al mínimo la evasión fiscal y la informalidad. Una reforma fiscal que empiece reformado el gasto del gobierno.
Quienes pedimos una reforma fiscal no es para que los gobiernos tengan más dinero que gastar, sino para que se impulse a la economía y todos los ciudadanos paguemos nuestra parte, no sólo los contribuyentes cautivos de siempre.
AMEPI AC


domingo, 3 de julio de 2011

Dónde el control

La escena lo dice todo: un grupo de chinos e hindúes discutiendo sobre el potencial de sus respectivos países para lograr y mantener elevadas tasas de crecimiento por largos periodos para transformar a sus sociedades. Dos naciones que llevan décadas creciendo con celeridad comparan notas y defienden sus formas de ser. La conferencia se acalora en momentos y a veces parece una confrontación no sólo de dos maneras de hacer, sino de dos formas de ser. Las dos economías han crecido a más del 7 por ciento por años, mas lo notable es la discusión sobre el potencial de continuidad. Observando el foro me sentí como Cantinflas en aquella película en que, sin darse cuenta, acaba sentado en una mesa llena de desconocidos y sólo puede preguntarse a sí mismo "¿y qué hago yo aquí?".

La discusión entre estos estudiosos y académicos asiáticos es interesante, además de reveladora. Pero, sobre todo arroja muchas enseñanzas para nosotros. La historia y circunstancias de esas naciones son diferentes a las nuestras, pero no dejan de ofrecer un contraste relevante para nuestro propio proceso. China ha seguido un impulso reformador a ultranza, motivado en buena medida por el temor de su élite política a perder el poder. El crecimiento económico ha satisfecho a su población y eso le ha permitido evitar cambios significativos, situación que le ha llevado a enfrentar cualquier desafío de manera desalmada. No ha habido obstáculo suficientemente grande porque la alternativa a reformar, parecen pensar, entrañaría el derrumbe del Gobierno. El caso de India es distinto: ahí, un país democrático, la aprobación de cada cambio ha requerido discusiones y votos legislativos que en ocasiones parecen tomar una eternidad. Pero una vez aprobados, gozan de plena legitimidad.

Nuestro caso es peculiar por una razón muy diferente: aun cuando gozó de pleno control, el sistema priista nunca tuvo la disposición a reformar, y ahora que vivimos en un contexto democrático no contamos con la capacidad o disposición a hacerlo. Ni fuimos exitosos cuando tuvimos un sistema similar al chino ni hemos podido serlo con un sistema semejante al hindú.

China e India están cambiando a paso acelerado, siguiendo dos caminos radicalmente distintos. Fiel a su historia de control centralizado, China ha logrado construir una estrategia de desarrollo desde la cima del poder. En sentido contrario, India es una nación compleja, caracterizada por centenas de etnias, religiones, tradiciones y partidos políticos que le imprimen dinámicas sociales y políticas muy diversas que han generado un sistema político descentralizado. El control en China yace en el centro, en India en la legitimidad del sistema en su conjunto. En nuestro caso el control se evaporó.

La afirmación que me pareció más poderosa en la discusión fue que el común denominador en ambas sociedades yace en el proceso de descolonización mental. Mientras que por décadas o siglos ambas poblaciones se vieron a sí mismas como víctimas de la explotación por parte de las potencias imperiales, su verdadera transformación yace en la liberación que han logrado sus poblaciones. Los hindúes, afirmó Gurcharan Das, autor de "India Liberada", "ya se quitaron de encima la mentalidad colonial y ahora sólo sueñan con ser ricos, pero, más importante, están seguros de que es posible lograrlo". Otro expositor describió a Radú como un joven que no quiere aprender ningún idioma excepto "Windows" y sólo le importa saber las 400 palabras clave para poder aprobar el TOEFL, el examen de inglés para quienes quieren ir a estudiar a Estados Unidos. Lo más importante: "La generación actual ya no ve al pasado como la era de grandeza, sino al futuro como fuente de oportunidades infinitas". El día en que nosotros logremos eso, "ya la hicimos".

China "tiene orden pero no legalidad porque las leyes siempre emanan del rey", en tanto que India "tiene demasiadas leyes pero no mucho orden, pero las leyes siempre están por encima del emperador". Con estas palabras, uno de los estudiosos chinos diferenció a esas dos naciones: China tiene una sociedad débil pero un Gobierno fuerte, en tanto que lo opuesto caracteriza a la India. El Gobierno chino liberó fuerzas y recursos para lograr elevadas tasas de crecimiento, en tanto que el hindú promedio funciona con una mano atada a su espalda por el poder de la burocracia y grupos de interés. Reformas iniciadas en los 90 abrieron oportunidades antes inexistentes que han hecho posibles tasas de crecimiento cercanas al 7 por ciento en promedio anual. Uno se pregunta qué pasará el día en que se liberen los hindúes de esas ataduras, porque al ritmo al que van arrasarán con todos los demás...

México no es igual a ninguna de esas dos naciones, pero ambas ofrecen lecciones que vale la pena entender porque no sólo explican muchas de nuestras limitaciones, sino que nos podrían ayudar a comenzar a enfrentarlas. El modo chino de actuar era posible en la era priista porque existía la capacidad de acción y la concentración de poder y recursos que lo hacían teóricamente posible. Sin embargo, nada de eso ocurrió, al menos no después de los 60. En lugar de reformar, nuestro camino fue el de retroceder, enquistar intereses y limitar el potencial de desarrollo, exactamente al revés que los chinos. El modelo hindú no ha impedido la adopción de reformas o su instrumentación. Lo que ambas naciones sí han tenido es un claro sentido de dirección en la cabeza de sus respectivos gobiernos.

Si hay una lección valiosa del caso hindú, ésta reside en que el factor medular de cambio reside en el liderazgo: la capacidad de sumar voluntades detrás de un proyecto transformador. En India el cambio ha sido modesto pero radical en sus consecuencias. Ninguna de éstas ha sido mayor que la que ha logrado cambiar las actitudes de la población. Una población deseosa de ganar tiene mucho más probabilidad de lograrlo. Por eso nuestro peor enemigo no reside en la parálisis política o legislativa (o, incluso, en las reformas mismas), sino en el pesimismo que ha sobrecogido a la población. En eso los chinos e hindúes tienen mucho qué enseñarnos.


Luis Rubio
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Hay quienes dicen que no se requieren las reformas estructurales, o que son un mito. Nada más falso. En México no se han hecho reformas estructurales de fondo en décadas. Quizá sólo el tratado de libre comercio y la libre flotación del peso pudieran considerar con grandes reformas. Pero mientras no se hagan todas, si sólo son parciales y con limitaciones, el sistema en su conjunto, la economía mexicana, no funcionará eficientemente.
Y no hay que descubrir el hilo negro, basta con ver los casos de éxito como India o China para saber qué necesitamos hacer. Romper con atavismos del pasado, con los monopolios, con las canonjías de sindicatos y grupos de poder. Pensar en el consumidor.

sábado, 2 de julio de 2011

Asociación Mexicana de Empresarios y Profesionistas Independientes AC

La AMEPI se funda para poder darle más visibilidad, más fuerza, a la voz de los empresarios y profesionistas de México que buscamos un país con mayor crecimiento económico, sin monopolios públicos o privados, y con mayores libertades para todos.

No nos consideramos el clásico empresario o profesionista mexicano que quiere que el Estado le de subsidios o proteccionismos mercantilistas que sólo perjudican a los consumidores. Al contrario, queremos un Estado con menos intervención en el mercado, con menos burocracia, que permitan a la sociedad civil poder crear las condiciones de crecimiento que el país necesita y que hoy no tenemos todavía.

Entre nuestros principales objetivos estarán presionar a los gobiernos y a los legisladores, de todos los partidos por las siguientes reformas estructurales:

- Reforma Laboral para imprimirle un mayor dinamismo a la creación de empleos. Una Ley Laboral que sea flexible y moderna, adecuada a los tiempos actuales.

- Reforma Fiscal Integral: Una verdadera reforma fiscal debe empezar por el lado de los egresos. ¿Qué es lo que el país requiere hacer para el bienestar general? ¿Qué actividades debe cubrir el Estado? Después de haber definido el nivel de gasto público, hay que definir como se va a financiar. Los impuestos deben fomentar la inversión productiva, la que genera riqueza y empleos. Por lo que debe enfocarse, entonces, en gravar el consumo principalmente. Y de manera generalizada. Los subsidios no deben ser generalizados pues benefician a quienes más consumen, los que más tienen. Y los subsidios no deben darse en el lado de los ingresos, sino por los egresos. De igual forma la reforma fiscal debe buscar reducir lo más posible la economía informal, por lo que debe incentivar a los organismos económicos a mantenerse en la legalidad.

- Reforma Energética: Deben terminarse de una vez por todas con los monopolios públicos, ineficientes, costosísimos, burocratizados, de CFE y PEMEX. No hay ninguna razón para mantener el monopolio en esas áreas. Solo encarecen la energía y hacen al país más incompetente contra el extranjero. La soberanía no radica en la propiedad de los activos, si no en el control de las reglas del juego.

- Reforma Política: Es urgente que ya pasemos de la partidocracia a una verdadera democracia. Para ello se requiere terminar con el monopolio de los partidos en la política. Cualquier ciudadano debe poder ser votado como lo garantiza la Constitución. Deben aprobarse también la reelección de legisladores, alcaldes, y gobernadores, para que sean evaluados. La segunda vuelta electoral en las elecciones de los ejecutivos. Un cambio en la forma en la que se eligen los legisladores plurinominales, de una lista generada por las cúpulas partidistas, a una lista creada por el IFE con los mejores segundos o terceros lugares. Facilidades para la creación de nuevos partidos políticos pero con reglas de crecimiento geográfico. Es más fácil para las nuevas organizaciones, pequeñas, empezar por un distrito o municipio, y después ir creciendo conforme vayan teniendo buenos resultados, que pensar que una organización puede ser nacional de la noche a la mañana.

Quienes integramos a la AMEPI pensamos que con estos cambios en las reglas del juego de la sociedad mexicana el país podrá crear acuerdos y crecer a tasas mayores, disminuyendo la pobreza en el mediano plazo. Sabemos que no hay soluciones mágicas, ni tlatoanis, mesías salvadores, que puedan arreglar las cosas de la noche a la mañana. Pero con reglas, leyes, que fomenten la inversión, la creación de empleos, que eliminen monopolios públicos y privados, la propia sociedad, principalmente la clase media que hoy somos mayoría, los pequeños y medianos empresarios, los profesionistas, podremos sacar al país adelante.

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