domingo, 13 de enero de 2013

Mandantes y mandatarios

Mi estancia en Canadá, con motivo de estudios en ciencias sociales, ha sido un "choque y vergüenza", cuando explico a mis compañeros que soy regiomontano.

Las noticias de criminalidad rebasan cualquier película de mafias, la difusión de un Gobierno corrupto, del endeudamiento de "borrachera", hace que me golpeen la cara con preguntas:

¿Qué no hay universidades en tu provincia? ¿Existen empresarios o son dictadura? ¿Qué hacen los medios de comunicación? ¿Por qué la gente no se defiende de esos gobernantes? ¿Hay liderazgos? ¿Cómo hacen para mantener aletargados a los ciudadanos?

Es lógico. Es un país en donde por haber firmado un gasto de representación de 125 dólares no justificado los ciudadanos tiraron al Alcalde de Montreal; donde el Alcalde de Laval (en Quebec) perdió su carrera y fue retirado a causa de un contrato directo de obra pública; y donde una señora de 90 años lleva siete periodos como Alcaldesa, sin deuda, sin incremento de impuestos y paseándose por las calles en bicicleta.

Regresé a mi ciudad por fin de año y me encontré con un malestar generalizado: el Congreso local, "representante de la ciudadanía", abofetea al pueblo de Nuevo León incrementando impuestos, un predial hasta del 40 por ciento y el salario mínimo que sube apenas 3.9 por ciento.

Cómplices del Ejecutivo estatal, los legisladores locales autorizan una reestructuración de deuda que no terminarán de pagar nuestros bisnietos, avalan mantener la tenencia vehicular e incrementar el 50 por ciento el Impuesto Sobre Nómina.

En el grupo ciudadano La Evolución Mexicana, cuya meta es promover en el ciudadano el papel de mandante que otorga el Artículo 39 de la Constitución, hicimos una encuesta telefónica con una muestra estadística confiable.

Las conclusiones son contundentes: el 94 por ciento de los ciudadanos (excluidos empleados públicos) no se sienten representados por el Congreso de Nuevo León.

De esa forma, este miércoles 9 de enero pasado "clausuramos el Congreso" y despedimos a sus integrantes por traicionar el juramento que recién hicieron.

Luego de esta serie de sucesos, cabe detenerse un poco y preguntarnos: ¿qué está pasando? Aquí van unas cuantas ideas.

1. Los mandatarios (servidores públicos, desde el Presidente de la República, Gobernadores, Alcaldes, Jueces, legisladores), a quienes pagamos un sueldo para servirnos, han creado un sistema vicioso. Se han puesto por encima de la ciudadanía que es realmente el mandante. Por apatía, cobardía o comodidad hemos dejado manos libres a estos empleados.

2. La República considera al Poder Legislativo un contrapeso del Ejecutivo. Hoy en Nuevo León tenemos una monarquía en la que, ya sea porque deben el puesto al gobernante o al partido, o por favores entre partidos mismos, los legisladores conforman un teatro guiñol de levantadedos unos y abstencionistas otros. ¡Sería mejor enviarles el sueldo a su casa a los Diputados, así causarían menos daños!

3. Organizaciones ciudadanas son cooptadas o compradas. Sobran los casos de supuestos líderes que terminan como mandaderos de políticos o aceptando chamba, sacrificando con ello la construcción de ciudadanía.

4. Los mandatarios evitan decir mandante-mandatario, prefieren posicionar gobernante-gobernados, son astutos al manipular a ciudadanos haciéndoles creer que en lugar de exigir, deben hacer algo. Imagine que usted tiene un empleado y le paga por hacer su trabajo, pero éste, más astuto, le responde que es usted quien debe hacer el trabajo ¡para el cual usted lo contrató!

Sin duda, al "clausurar" el Congreso de Nuevo León no esperamos que quienes son producto de un sistema nos vayan a escuchar.

En su soberbia seguramente se justifican pensando que endeudar más al Estado, y aumentar impuestos, es "por un bien superior".

México es un país inmensamente rico -en recursos naturales, diversidad de clima, geografía, orografía, posición estratégica-, pero la corrupción y la impunidad han minado su potencial de dar bienestar y riqueza a los mexicanos.

Adaptarnos a un sistema enfermo es aceptarnos enfermos. Si todos seguimos haciendo lo mismo no hay por qué esperar obtener cosas diferentes.

Va a tomar tiempo, el camino de mil millas empieza con un primer paso. Sin embargo, la transformación es de fondo, sin ilusionarnos con alternancias que ocurren en el mismo chiquero de siempre.

Nuestra aspiración de triunfo es construir ciudadanía, despertar a los ciudadanos, promover que, en forma pacífica y organizada, asuman el papel de jefes. Y cada vez se suman más leones a este poder ciudadano.

Gilberto Lozano
gilbertolozgon@gmail.com
El autor es fundador del Movimiento Evolución Mexicana y maestro invitado de Estudios de Latinoamérica en Quebec.

sábado, 12 de enero de 2013

Democratizar la productividad

Esta semana se llevó a cabo el Foro México 2013 "Políticas Públicas para un Desarrollo Incluyente", organizado por cuatro instituciones internacionales, que permitió una discusión y reflexión interesantes sobre los desafíos que el País tiene frente a sí justamente, y diría oportunamente, cuando inicia un nuevo Gobierno federal.

Muy útil fue el que los especialistas más importantes sobre México del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) presentaran junto con los nuevos integrantes del Gabinete del Gobierno federal sus diagnósticos y posiciones sobre cómo mejorar la actuación del Gobierno y de México en su conjunto.

La discusión durante dos días, organizada en varios paneles, en donde por lo menos un Secretario federal participaba, buscó el mismo objetivo: sintetizar la verdadera aspiración de México, cuáles son las capacidades que necesita construir y las reformas que le urge conseguir para impulsar un crecimiento sostenido, incluyente e igualitario.

El objetivo en voz de José Ángel Gurría, uno de los dos mexicanos que presiden respectivamente alguna de las cuatro organizaciones convocantes, en este caso la OCDE, fue cómo hacemos que México cumpla su objetivo de mejorar los niveles de bienestar sus habitantes.

Los ejes temáticos abordaron de manera formal las problemáticas y los desafíos que México tiene en las materias de desarrollo económico, social, productivo, ambiental, educativo, laboral y del Estado de Derecho.

No es el propósito aquí resumir lo que ocurrió en cada uno de los paneles, baste mencionar que algunas de las resoluciones no fueron concluyentes, pues las posiciones de varios organismos respecto, por ejemplo, a los programas de asistencia eran opuestas: mientras unos procuraban su expansión, otros demandaban revisar el asistencialismo para que realmente superen más mexicanos la pobreza y no se queden bajo el paraguas del programa toda su vida y la de sus hijos.

En los diferentes temas analizados sí se concluyeron desafíos importantes. Fue clara la urgencia de quitarle a México las ataduras que lo han tenido sujeto a un crecimiento económico muy bajo y un nulo aumento de productividad en los últimas dos décadas.

Aun cuando hoy nuestro país goza de una estabilidad a nivel macroeconómico envidiable entre muchos países más desarrollados, y podemos colocar deuda a 30 años a muy bajos intereses, no hemos podido traducirlo en mejores capacidades y beneficios para la sociedad.

El cambio del modelo económico cerrado al abierto le dio crecimiento a México, pero no mejoró, en la suma, la productividad de los factores de la producción.

Por ejemplo, como bien lo documentó la OCDE, hoy México agrega sólo el 6 por ciento del valor a lo que maquilan en nuestro territorio los casi 2 millones de mexicanos que trabajan en la industria maquiladora de exportación.

Así, la fabulosa cifra de que México tiene intercambios comerciales por mil millones de dólares cada día, principalmente con su vecino del norte, el 94 por ciento no es algo que hayamos hecho los mexicanos, sino que lo produjo alguien más. Nosotros solamente los ensamblamos y los devolvemos empaquetados a los mercados creadores.

Por supuesto que México tiene la capacidad de dar mejores niveles de bienestar, pero para ello, como lo señaló en la conclusión del Foro el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, será necesaria la democratización de la productividad.

Éste es un concepto concreto que significa que todos los mexicanos seamos más productivos. La sociedad, con mejores niveles y calidad pertinente en su educación, y las empresas, siendo competitivas en todos los tamaños, con mayor acceso al crédito para más mexicanos, así como mejor y mayor acceso de seguridad social.

De lo que se trata, argumentaba Videgaray, es de que México tiene que ser capaz de tener una economía democratizadora de la productividad. Sin duda, es un concepto preciso de la dirección que el nuevo Gobierno le quiere dar al País.

Lo que me preocupa es la manera en que se avizora cómo lo quieren lograr: empezando por impulsar una reforma hacendaria que aumente los recursos a disposición del Gobierno para sus tareas, obviamente quitándoselos a la sociedad. Esto a pesar de que nadie ha cuestionado si el Gobierno es la mejor y más eficiente entidad para gastarlos.

El que la cosas sean como son no nos autoriza a no seguir tratando de buscar cambiarlas para el bien, decía Bertrand Russell. Ese esfuerzo se vio claramente esta semana en el Foro México 2013.

Sin embargo, no sólo basta con seguir intentando y tener las mejores ideas, se trata sobre todo de que se logren los resultados que beneficien a la sociedad en su conjunto.

Se necesita mayor capacidad en México y sus nuevas autoridades para dar resultados antes de pedirle a la sociedad mayores sacrificios.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com

martes, 8 de enero de 2013

Campo y Ley

"La mejor manera de celebrar la promulgación es elevando la calidad de vida de quienes viven y dependen del campo nacional". Enrique Peña Nieto

No deja de ser paradójico que el Presidente Enrique Peña Nieto haya aprovechado la conmemoración del aniversario 98 de la Ley Agraria para lanzar sus propuestas para un campo más productivo. Esta legislación, promulgada el 6 de enero de 1915, es de hecho una de las causas principales de la pobreza del campo.

El Presidente prometió "restablecer la fuerza y la rectoría del Estado para propiciar un desarrollo en orden, en legalidad y con justicia". Pero ha sido la intervención desmedida del Estado en el campo, particularmente para eliminar los derechos de propiedad a través del ejido y para promover las invasiones, lo que ha llevado a una fragmentación excesiva de la tierra, desmotivado la inversión productiva, impedido la introducción de nuevas tecnologías y obstaculizado los avances en la productividad. Más que incrementar la fuerza y la rectoría del Estado habría que garantizar los derechos de propiedad para lograr una mayor inversión privada en el campo.

De nada ha servido gastar enormes cantidades de dinero del presupuesto público para el campo. En la ceremonia celebrada en Boca del Río, Veracruz, el Senador Gerardo Sánchez de la Confederación Nacional Campesina (CNC) se enorgulleció de que el Presupuesto de Egresos de la Federación está entregando 313 mil millones de pesos al campo en 2013 para inversión productiva, desarrollo de capacidades, innovación tecnológica, educación, prevención y manejo de riesgos. Sin embargo, el dinero del erario no ha ayudado en nada a mejorar la productividad del campo. Sólo ha servido para generar una cultura asistencialista, enriquecer a los agricultores más prósperos, ayudar a organizaciones como la CNC a convertirse en gestoras de estos programas y crear un amplísimo ejército de burócratas que vive de la pobreza en el campo.

El ex Presidente Felipe Calderón no estaba equivocado cuando, en noviembre de 2012, mandó al Congreso una iniciativa de ley que daría derechos cabales de propiedad a los millones de ejidatarios del país. El problema es que lo hizo cuando apenas faltaban unos días para concluir su mandato. Él mismo sabía que, en un momento en que estaba perdiendo poder día con día, las posibilidades de que se aprobara la reforma eran virtualmente nulas.

El que los ejidatarios tengan la posibilidad de comprar y vender sus tierras, sin tener que pasar por votaciones de los demás ejidatarios ni por los intereses de los comisarios ejidales, sería el primer paso indispensable para empezar a reconstruir el campo tras los daños provocados por casi un siglo de colectivismo. De hecho, tendría que haber un proceso de consolidación de tierras para lograr unidades productivas de mayor tamaño y productividad. Una de las razones por las que la producción agropecuaria brasileña es tan superior a la nuestra es porque no tuvo la fragmentación de la tierra que provocó nuestra reforma agraria.

Muchos esfuerzos deben hacerse para lograr que el campo mexicano deje de ser una fábrica de pobres. Nuestros agricultores deben diversificar su producción en vez de concentrarse obsesivamente en el maíz. Debemos introducir mayor tecnología, empezando por semillas modificadas genéticamente. Debemos cambiar radicalmente un sistema de uso del agua que parece hecho para promover el desperdicio.

Pero nada de eso se logrará si el Gobierno mantiene la idea de que la Ley Agraria de 1915 es una vaca sagrada que no se puede tocar y si se siguen negando los derechos de propiedad a los agricultores en más de la mitad del territorio de nuestro país.

Antes legítimo
Enrique Peña Nieto sigue buscando sumar políticos de distintos grupos. El fichaje más reciente es Mario di Constanzo, ex Secretario de Hacienda en el "gobierno legítimo" de Andrés Manuel López Obrador, como presidente de la Condusef, la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de las Instituciones Financieras.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com