jueves, 13 de diciembre de 2012

Refresquémosla

"Culpable no es el que comete el pecado, sino el que causa la oscuridad". Victor Hugo

Una de las peores consecuencias del mundo de privilegios en que viven los políticos mexicanos es la facilidad con la que toman medidas que dañan a los grupos más marginados de la sociedad. Uno de los ejemplos más recientes es la iniciativa de la Senadora panista Marcela Torres Peimbert que busca imponer un impuesto especial de 20 por ciento a los refrescos, el cual se sumaría al 16 por ciento de IVA que actualmente pagan. Al piramidar los dos impuestos, el gravamen total alcanza el 39 por ciento.

La Senadora panista, quien tiene asegurado un empleo bien pagado y sin demasiadas exigencias para los próximos seis años, dice que no quiere dañar a la industria refresquera o provocar la pérdida de empleos, sino combatir el sobrepeso y la obesidad en los niños. Pero ella misma señala que el impuesto busca disminuir el consumo en 26 por ciento.

La industria de los refrescos genera 135 mil empleos directos y un millón de indirectos. Sólo alguien que no entienda cómo funciona la economía puede pensar que una disminución de 26 por ciento en el consumo podría lograrse sin destruir decenas de miles de empleos.

La medida que promueve Torres Peimbert, apoyada por un grupo de legisladores del PRD, es injusta porque se concentra solamente en uno de los múltiples factores que provocan sobrepeso u obesidad. No servirá para realmente reducir estas condiciones, pero sí para castigar a una industria establecida y que paga impuestos. No se preocupa por las verdaderas raíces del problema o por las actividades de la creciente economía informal. La iniciativa gravaría los refrescos, pero no las gorditas, las garnachas, los taquitos y demás alimentos que producen obesidad, pero que se manejan en buena medida en puestos ambulantes.

La experiencia con los impuestos excesivos al "pecado" es bastante mala. El gravamen especial a las bebidas alcohólicas ha generado una enorme industria ilegal que genera riesgos a la salud en lugar de disminuirlos. Una de las razones por las que la industria del vino mexicano no ha logrado repuntar, a pesar del incremento evidente de su calidad, es la fuerte carga fiscal que le han puesto los legisladores. Debido a los impuestos, una botella de vino mexicano cuesta más en la Ciudad de México que en Estados Unidos.

Otras disposiciones moralistas, como la prohibición de vender cigarrillos individuales, simplemente han afectado a las tiendas formales. En cualquier puesto ambulante usted podrá encontrar cigarrillos individuales... que se venden incluso a menores de edad.

Los políticos miopes no quieren darse cuenta que una de las razones por las que el consumo de refrescos en México es tan alto es porque estas bebidas han sido una opción ante la provisión insalubre de agua en buena parte del País. Nadie ha calculado el incremento en las enfermedades gastrointestinales que podría generarse si efectivamente se eleva el precio de los refrescos para que los más pobres ya no los puedan comprar.

Si los legisladores realmente quisieran combatir el sobrepeso entre los niños buscarían atacar las causas del problema y no las consecuencias. El principal instrumento para ello es la educación. Los niños deben conocer las virtudes y defectos de los productos que consumen. Deben estar conscientes también de los beneficios de la actividad física. Es indispensable contar con parques e instalaciones donde puedan practicar deportes.

Pero cobrar un impuesto excesivo a un producto que no es más que una parte pequeña del problema es no querer solucionar el problema de verdad.

Encontrar dinero
Los Diputados "encontraron" 25 mil millones de pesos "adicionales" para el presupuesto de 2013. ¿Cómo? Aumentaron el cálculo del precio del petróleo y supusieron que el SAT podrá mejorar su cobranza más de lo que el mismo SAT prevé. Este "nuevo dinero" les permitirá a los Diputados aumentar el gasto para sus programas favoritos.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com

viernes, 26 de octubre de 2012

Precarios

"Lo único que genera esta reforma laboral es empleo eventual, precario". Dolores Padierna

Nuevos puestos de fritangas se han venido desplegando en la calle de Hamburgo, en su cruce con Havre, de la Zona Rosa de la Ciudad de México. Supongo que esto se hace con el apoyo, o cuando menos el beneplácito, del nuevo Jefe de la Delegación Cuauhtémoc, Alejandro Fernández, quien pertenece a la corriente de Izquierda Democrática Nacional de René Bejarano y Dolores Padierna, una de las tribus más importantes del PRD. De hecho, desde hace ya varios gobiernos la Delegación Cuauhtémoc ha sido territorio Bejarano.

Los vecinos se quejan, por supuesto. Los puestos dan mal aspecto a una parte de la Zona Rosa que busca recuperarse con mucho trabajo de un deterioro creciente. Se convierten en una competencia desleal para los restaurantes formales del lugar. Inhiben la realización de inversiones formales. Por otra parte, sus tanques de gas, con instalaciones precarias, son un peligro para transeúntes y lugareños.

Lo más curioso es que el PRD acaba de pelear en el Senado, incluso a través de la voz y del voto de Dolores Padierna, contra la reforma laboral porque ésta supuestamente "precariza" el empleo. Sin embargo, nada ha hecho más para la precarización del empleo en nuestro País que el ambulantaje. Y no estamos hablando siquiera de verdaderos vendedores ambulantes. Los nuevos puestos de fritangas en la calle de Hamburgo, como en tantos otros lugares, son estructuras fijas que no podrían instalarse sin el apoyo tácito o la abierta complicidad de la autoridad local.

La reforma laboral establece contratos temporales de prueba y de capacitación. Crea reglas para la subcontratación de trabajadores, una práctica que se ha venido desarrollando en nuestro País, como en casi cualquier otro lugar del mundo, pero que carecía de regulación. Los empleos que estas disposiciones podrían generar no serían precarios. Contarían, para empezar, con todas las prestaciones de ley; y en el caso de los contratos temporales, no podrían renovarse de manera indefinida, como han argumentado los opositores a la reforma.

Los empleos que se están generando en los puestos de fritangas de la calle de Hamburgo son, en cambio, verdaderamente precarios. No cuentan con seguridad social ni prestaciones de ningún tipo. Los patrones pueden despedir a sus trabajadores en el momento en que se les antoje. No hay autoridad laboral ni junta de conciliación y arbitraje que pueda intervenir para asegurar a los trabajadores una indemnización justa. Si la nueva ley laboral limita los salarios caídos a un año, la informalidad los deja simplemente en cero.

Quizá lo peor de todo es que, para que el ambulantaje pueda ser competitivo, necesita privatizar bienes públicos. Las aceras que ocupan los puestos de fritangas son un espacio para que los peatones puedan transitar. La electricidad que toman de diablitos es un servicio público del que se apropian sin pago. Por eso los puestos no pueden existir sin complicidad de las autoridades locales. Al privatizar los bienes públicos, las autoridades están cometiendo un abierto peculado. Lo curioso es que lo hacen gobiernos que supuestamente se oponen a las privatizaciones.

Los políticos mexicanos tienen que aprender a ser congruentes. No se vale que digan en el Senado que se oponen a la creación de empleos precarios y a las privatizaciones sólo para que, cuando ejercen el poder, vendan los espacios públicos para crear los empleos más precarios que puedan existir.

El tiempo necesario
Era de esperarse. "Buscaremos estabilidad laboral", dijo ayer el coordinador de los Diputados del PRI, Manlio Fabio Beltrones. "Nos tomaremos el tiempo que sea necesario, días o semanas, hasta que tengamos una buena reforma". La idea de que se podía modificar en el Senado la minuta de reforma laboral, y esperar que los Diputados priistas aprobaran con obediencia y prontitud lo enviado, resultó excesivamente optimista.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
 

lunes, 22 de octubre de 2012

Envolturas de la arbitrariedad

El abuso aspira a la cápsula. Encerrarse para esconder sus excesos; fortificarse y ocultar sus trampas. Hacer de su dominio un circuito hermético y opaco. La gran hazaña del arbitrario es convertir su escondite en un palacio orgulloso. Lograr que su muralla sea vista como un santuario: un templo donde se venera algún principio incuestionable.

Al dictador le viene bien hablar de la soberanía, esa abstracción en cuyo nombre puede escudar su arbitrariedad. La soberanía es el escudo de la dignidad colectiva, el sustento de la independencia. De ahí que nadie tenga derecho a meter la nariz en asuntos que sólo corresponden al reino. Todo aquel que cuestione al abusivo vulnera un precepto que debe imponerse sobre cualquier derecho. La soberanía se convierte así en la coartada perfecta: la opresión conquista su envoltorio.

Al jefe de la tribu, a quienes ejercen el poder en la pequeña comunidad de tradiciones, conviene cubrir sus hábitos con el manto prestigioso de la cultura. Si a las mujeres se les niega condición de personas, si se castiga con crueldad, si se expulsa a los discrepantes es porque así lo disponen nuestros genuinos hábitos ancestrales. Nadie tendría derecho a cuestionar nuestras costumbres. Desde hace siglos vivimos así: cualquier intento de modificar nuestras prácticas es una imposición colonialista.

La violencia paterna se escuda también en la imagen de la casa como espacio impenetrable, el territorio familiar donde el patriarca reina sin cuestionamiento alguno. Cerrado a la mirada de los vecinos y a la intervención del Estado, el hombre de la casa tendría derecho de disciplinar y castigar a su antojo. Casi un poder sobre la vida y la muerte de sus dependientes. Nadie podría interferir con ese poder naturalmente irrestricto y supuestamente bondadoso.

Soberanía, idiosincrasia, casa familiar: envolturas de la arbitrariedad que suelen justificar lo injustificable. En las organizaciones sociales, se activa el mismo principio, cubiertas de abstracto prestigio para ocultar y minimizar los abusos. Así podemos hablar del principio de la autonomía sindical como escondite, cápsula que permite a los líderes hacer lo que quieran con la representación de los trabajadores y con los recursos del sindicato. Desde luego, resguardarlo de las interferencias del poder político o de la empresa es indispensable. La vida sindical requiere protecciones para garantizar la autenticidad de la representación laboral. Sin embargo, la autonomía se ha vuelto una coartada. Sindicatos abiertamente intervenidos por la política o la empresa levantan el principio, no como defensa frente a esas invasiones, sino como excusas para apartarse de los principios elementales de la vida democrática moderna.

La autonomía es cobertizo de liderazgos que se eternizan. Los principios republicanos que exigen la renovación constante de las dirigencias no operan en esos territorios autónomos. Los mecanismos rudimentarios de la democracia, como el voto universal y secreto, no pueden aplicarse en estas celosas autonomías. El voto a mano alzada o la aclamación parecen ser dispositivos más confiables para los guardianes de la independencia sindical.

Las minorías dentro del sindicato viven bajo acoso, las disidencias no tienen voz, no tienen posibilidad de abrirse paso en la organización para aspirar a ganar la mayoría. La autonomía garantiza dominio pleno y perpetuo a los dirigentes. En esos territorios orgullosamente independientes no se acepta el coloniaje de la rendición de cuentas ni los fastidios de una transparencia extranjera. Los recursos sindicales provendrán de una especie de impuesto de pago obligatorio, pero se emplean como patrimonio personal de los líderes. Preguntar por el destino de esos recursos es ofender el principio de autonomía.

El Presidente electo es un defensor de esta autonomía sindical. Lo más importante en la reforma laboral es cuidar esa independencia que este fin de semana permitió la reelección de Elba Esther Gordillo y de Carlos Romero Deschamps y que legaliza el uso patrimonialista de los millonarios recursos de estos sindicatos. Con su curiosa forma de expresión, el Presidente electo declaró hace unos días en España: "La posición ha sido clara en todo momento. Nos hemos pronunciado por la transparencia sindical, pero ésta en alcance a la autonomía que tienen los sindicatos. Deben respetarse las conquistas laborales y sobre todo el respeto a su plena autonomía". Es cierto, el priista ha sido claro. Lo que defiende en abstracto lo rechaza en concreto. Transparencia pero...

Enrique Peña Nieto está de acuerdo con la trasparencia en los sindicatos siempre y cuando se respete su autonomía, es decir, el poder absoluto de los líderes sindicales. Enrique Peña Nieto también cree en la democracia en los sindicatos. Pero, naturalmente, quiere una democracia que respete el poder de sus dirigentes históricos.

Jesús Silva-Herzog Márquez
http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/

domingo, 14 de octubre de 2012

Sindicópolis

Hay creaciones que nacieron para no envejecer. "Metrópolis", la película alemana dirigida por Fritz Lang, nos muestra una sociedad dividida por conflictos laborales, un mundo colapsado por intereses personales, una ciudad congestionada en sus arterias viales, nos pinta el choque de clases sociales, los trabajadores por un lado, los dueños de las máquinas, los "pensantes", por el otro.

Podría suponerse que México y el conflicto por la reforma laboral fueron la inspiración de Thea von Harbour, esposa de Lang y escritora de la novela que dio pie a la cinta que se estrenó en 1927. Considerada parte del Programa Memoria del Mundo de la UNESCO (es de las pocas películas con esta distinción, las otras son "Los Olvidados", de Buñuel, y "El Mago de Oz", de Fleming), esta historia distópica es por supuesto futurista y profética.

A 85 años del estreno de "Metrópolis", vivimos la era de los mayores descubrimientos en la historia del hombre, los avances científicos nos dejan sin palabra, los premios Nobel se entregan por méritos que penetran en los secretos de una célula y desarrollan nuevas teorías que derrumban mitos. Pero seguimos siendo profundamente tribales. A pesar de las grandes esperanzas que abren estos descubrimientos, todo apunta a que las guerras por venir serán por agua y trabajo. Nuestra naturaleza paleolítica nos reclama.

No estoy en contra de los sindicatos que legítimamente representan y defienden los intereses de los trabajadores, estoy en contra de la hipocresía de líderes sindicales que se han enriquecido explotando a sus representados, que ostentan una posición de privilegio escudándose en la llamada "autonomía sindical", que se han convertido en un lastre para la creación de empleos y para el desarrollo económico del País, que nos tienen capturados en una nación dentro de otra nación, Sindicópolis, un territorio turbio que perjudica a muchos y enriquece a pocos.

No son sólo los cárteles del narcotráfico los enemigos de México, también los cárteles del trabajo y los políticos que ven en las grandes reformas que necesita el País su oportunidad para negociar y chantajear. Hay tres grandes temas que benefician a los trabajadores: transparencia, rendición de cuentas y democracia sindical, pero claro, esto mismo perjudica a los líderes intocables, debilita su dictadura oligopólica.

En "Metrópolis", Freder, hijo del magnate Fredersen, dominador de la gran ciudad y dueño de las máquinas, pregunta con indignación a su padre: "¿Dónde están los hombres cuyas manos levantaron esta ciudad?, ¿a qué mundo pertenecen, al submundo?". Previamente Freder ha descendido a ese mundo paralelo que vive debajo de la ciudad que brilla y ha quedado horrorizado al ver la explotación del hombre por el hombre, su papel será mediar entre los trabajadores (las manos) y su padre (la razón), sin embargo, su sensibilidad (él representa al corazón) lo llevará junto con María, otro de los personajes clave en la cinta, a enfrentar un complot orquestado por su propio padre para quebrantar la unidad de los obreros.

Me parece que quienes hoy en día están enfrentados en la negociación de la reforma laboral están negociando a partir de posiciones y no a partir de beneficios. La diferencia es sustancial. Por visión hereditaria, y "Metrópolis" es una muestra de ello, el marxismo y otras teorías filosóficas han visto la lucha de clases como algo inevitable, de ahí el juego de posiciones, lo que beneficia a unos perjudica a otros. Debe pasarse a una negociación donde, más allá de las posiciones históricas, se pacten beneficios para trabajadores y empleadores.

Enardecidos y manipulados, los obreros de "Metrópolis" destruyen las máquinas, su rebelión les provoca un goce temporal, la ciudad entra en crisis, se inunda, la sobrevivencia de sus hijos nunca ha estado más amenazada, uno de los trabajadores reclama a sus pares y los acusa de autodestrucción. La metáfora es sutil, la máquina necesita al hombre y éste a la máquina.

En el final, instados por Freder, el líder trabajador se da la mano con Fredersen, y aparece la leyenda "Entre las manos y la razón, debe mediar el corazón". Ojalá los científicos pronto descubran el gen del egoísmo y la ambición, o al menos su vacuna, seguro ganarán el Nobel.

Eduardo Caccia
ecaccia@mindcode.com

miércoles, 3 de octubre de 2012

El liberalismo como respeto al prójimo

Por Alberto Benegas Lynch (h)
LiberPress

Two worlds exist side by side. In one the struggle for power continues almost as it always has done. In the other it is not power that counts, but respect. - Theodore Zeldin, Senior Fellow, Oxford University 1994

Todos los seres humanos somos distintos desde el punto de vista anatómico, fisiológico, bioquímico y, sobre todo, psicológico. Tenemos distintas vocaciones, distintas inclinaciones y distintos proyectos de vida. Para que podamos convivir en una sociedad civilizada se hace imperioso el sistema pluralista, es decir, la aceptación de distintas valoraciones, distintos gustos y distintas preferencias siempre y cuando no se lesionen derechos de terceros.

No se requiere que compartamos ni siquiera que comprendamos los proyectos de vida del prójimo, se necesita, eso sí, que se los respete. No cabe aquí el uso de la expresión "tolerancia" puesto que se trata de una extrapolación ilegítima del campo de la religión al del derecho. Los derechos no se toleran, se respetan. El recurrir a la expresión "tolerancia" implica cierto tufillo a arrogancia y presunción del conocimiento. Trasmite la idea de que algunos poseen la certeza y la verdad absoluta y deben tolerar los errores de otros.

La columna vertebral del liberalismo siempre fue el respeto irrestricto al prójimo desde que Adam Smith utilizó por primera vez esa expresión[1]. Desde luego que esta corriente de pensamiento se basó en el método socrático, en la noción del derecho en Roma, en los escritos de Cicerón, y especialmente en la escolástica tardía[2] y las obras de John Locke. De más está decir, que a partir de Adam Smith fueron muchas las teorías y los enfoques nuevos que enriquecieron y siguen enriqueciendo esa columna vertebral de respeto irrestricto al prójimo. La revolución marginalista de 1870 (especialmente a través de los trabajos de Carl Menger y Eugen Böhm-Bawerk[3]) amplió notablemente el horizonte de los estudios de aquello que genéricamente puede llamarse liberalismo. Por esto es que no resulta procedente el recurrir al término "neoliberalismo" puesto que esto implicaría el sinsentido del neo-respeto[4].

El ángulo de donde el liberal mira el conocimiento resulta especialmente importante. Nos encontramos en un mar de ignorancia y los pocos conocimientos que tenemos debemos someterlos a procesos permanentes de refutación y corroboraciones provisorias en un arduo camino que no tiene término[5]. Probablemente la expresión que mejor ilustre la mente abierta del liberal es el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, un pensamiento resumido de Horacio que significa que no hay última palabra ni hay entre los mortales autoridad final. Del hecho de sostener que debemos estar alertas a refutaciones y corroboraciones siempre provisorias no se sigue una postura relativista o escéptica. Muy por el contrario, ambas posturas filosóficas se contradicen a si mismas. El afirmar que todo es relativo convierte a esa afirmación también en relativa y el sostener que nuestra mente no es capaz de aprehender la realidad, la declara incapaz para sostener esto último. Una cosa es sostener que existe la verdad y que una proposición verdadera significa la concordancia entre el juicio y el objeto juzgado y otra bien distinta es la postura de aquel que afirma poseer con certeza la verdad absoluta. El racionalismo constructivista ha hecho un enorme daño al pretender que el hombre puede diseñar lo que ha dado en llamarse la ingeniería social[6].

Un proverbio latino ayuda a ilustrar la posición liberal de quien no tiene la certeza de la verdad absoluta y por ende deja margen para el debate y la refutación: ubi dubium ibi libertas, es decir, donde hay duda (conciencia de la propia ignorancia) hay libertad; por esto es que el espíritu totalitario cierra todo resquicio y todos los grifos del espíritu libre y la discusión abierta porque siempre "tiene la precisa" e impone sus valores "para bien de los demás". Tal vez no haya advertencia más sabia que la expuesta en el Génesis en cuanto a los peligros de pretender el reemplazo de Dios por los hombres. Es una advertencia sobre los peligros que encierra la soberbia. Más aún, muchas veces afirmamos que no se debe "jugar a Dios", pero en realidad se pretende ser más que Dios ya que ha puesto en nuestra naturaleza el libre albedrío que permite la salvación o la condena.

Este planteo sobre el conocimiento nos conduce a la noción de orden natural. Es habitual sostener que no es posible "dejar todo a las fuerzas ciegas del mercado". Se piensa que si eso fuera así podría ocurrir que todo el mundo decida producir leche y no haya pan disponible o que todo el mundo se incline por la profesión de la ingeniería y no haya médicos. Estas preocupaciones resultan cuando no se comprende el significado del mercado que está basado en la institución de la propiedad privada y trasmite información dispersa a través de los precios. La propiedad privada, es decir, la facultad de usar y disponer de lo propio, se asigna debido a que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Esos recursos escasos pueden asignarse a muy diversas actividades por muy diversas personas. El sentido del primer ocupante y luego la transmisión de la propiedad por medio de arreglos libres y voluntarios hace que se asigne a quienes son más eficientes para atender las necesidades de los demás.

El mercado es como un plebiscito diario en el que la gente decide comprar o abstenerse de hacerlo, con lo que va estableciendo precios. Estos precios hacen de indicadores, precisamente para asignar los siempre escasos recursos a fines prioritarios. Quienes aciertan en el gusto de la gente incrementan sus patrimonios, quienes no lo hacen incurren en quebrantos y, por tanto, vía el cuadro de resultados, transfieren la propiedad a otras manos que puedan más eficientemente atender los requerimientos del público consumidor. Los precios van indicando, entonces, qué áreas o qué campos resultan más atractivos y cuáles no cuentan con el respaldo suficiente por parte de la gente.

Decir que el mercado no puede resolver todo navega entre la perogrullada y el equívoco. Sin duda que el mercado no puede resolver cosas tales como los problemas meteorológicos pero sirve para encauzar las preferencias de la gente. Resulta absolutamente incompatible con una sociedad abierta sostener que la gente no puede ocuparse de sus propios asuntos, lo cual es lo mismo que decir que no debe dejarse en manos del mercado puesto que el mercado son los arreglos contractuales de millones de personas. Seguramente el equívoco proviene de malinterpretar a quienes dicen que "el mercado requiere tal cosa" o que "el mercado considera tal otra" como si se tratara de una persona que habla, piensa y decide. Este antropomorfismo hace aparecer al mercado como algo misterioso y difícil de comprender, lo cual no ocurre si se lo asimila a las decisiones concretas de específicas personas.

Mercado, propiedad privada y precios son términos correlativos. O están los tres o no está ninguno de los tres presentes. Pueden estar en diversos grados pero necesariamente deben coincidir puesto que el precio es la manifestación del uso y disposición de lo propio y el mercado es el proceso por el cual se llevan a cabo las transacciones. Si se decide la abolición de la propiedad privada siguiendo las recetas socialistas, no habría tal cosa como cálculo económico, contabilidad y evaluación de proyectos. En un lugar en donde se ha decidido abolir la propiedad privada, si se le interroga a la gente si conviene construir las carreteras con oro o con pavimento, no habrá respuesta posible puesto que no hay precios. Si se tiene la idea de que construir carreteras con oro resulta un despilfarro es porque se recordaron los precios relativos antes de la socialización.

Muchos fueron los procedimientos que se intentaron para sustituir el sistema de precios[7]. En algunos casos se sostuvo que las decisiones debían de basarse en razones "técnicas", pero es bien sabido que se puede hacer agua con dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, lo cual resulta antieconómico. Y podemos decir que resulta antieconómico en la medida en que contamos con precios. En otros casos se sostuvo que igual que sucede con las empresas, se puede tomar al país como una corporación, al gobernante como el gerente y a los ciudadanos como accionistas y proceder en consecuencia. Sin embargo, no se percibió que resulta del todo irrelevante cuántos son los accionistas ni de qué empresa se trata: solamente se requieren precios para poder calcular y evaluar proyectos lo cual necesariamente requiere la institución de la propiedad.

También, siguiendo la teoría marxista del valor, se pretendió el cálculo económico en base a la unidad del trabajo, lo cual hacía que eventualmente un kilo de plata tuviera el mismo valor que un kilo de chatarra si insumía el mismo trabajo. Se sostuvo que el procedimiento para conocer el acierto o el desacierto de las decisiones consistía en realizar un inventario antes y después de las diversas operaciones. Si hubiera más cantidad de bienes quiere decir que el camino seguido era el correcto, sin percibir que cantidad física de bienes no quiere decir nada si no se las pondera por una unidad homogénea (mil botones no necesariamente valen más que un tractor).

Por último, para analizar las teorías de mayor importancia, se sugirió el método de prueba y error haciendo un correlato con lo que sucede en el mercado, pero en el mercado el empresario puede detectar el acierto o el desacierto de sus decisiones a través de diversas pruebas porque existen precios que le proporcionan información y, por tanto, le hacen saber el resultado de la prueba.

La planificación económica, en la medida en que se produzca, distorsiona los precios relativos, es decir, los indicadores que sirven para asignar los siempre escasos factores productivos. Pero, por otra parte, la planificación implica en sí misma una arrogancia y una presunción del conocimiento. Nosotros no sabemos qué sucede en nuestro propio cuerpo. Si tuviéramos que dirigir conscientemente solamente lo que sucede en nuestro hígado, pereceríamos en unos instantes. Lo que sucede en nuestro propio cuerpo excede nuestra capacidad analítica. Si a alguno de nosotros se nos pregunta qué haríamos el año que viene en tales o cuales circunstancias podríamos conjeturar una respuesta pero, llegado el momento, dado que las circunstancias también son otras, la decisión será diferente.

No conocemos lo que sucede en nuestro propio cuerpo y no sabemos lo que nosotros mismos haríamos en el futuro y, sin embargo, se tiene la pretensión de manejar la vida y las haciendas de millones de personas. Por esto es que esta pretensión de "orden" produce el caos. Por esto es que la característica de los regímenes planificados son los sobrantes, los faltantes y el desorden general. Y el problema no es de que el "comité de expertos" o las "juntas de planificación" no cuenten con la suficiente información. Podríamos imaginarnos computadoras con inmensas memorias que almacenen todo tipo de información. El problema no es ese. El problema es que la información no está disponible y que la coordinación de la que se va produciendo requiere del conocimiento disperso de millones de personas que realizan millones de arreglos contractuales.

Como ha demostrado Thomas Sowell[8] el lenguaje, esencial para pensar y para trasmitir nuestros pensamientos, resulta de un orden espontáneo no planificado. Idiomas planificados como el esperanto no resultan útiles para los propósitos del lenguaje. Bruno Leoni[9] ha mostrado que las normas de convivencia civilizada son el producto de procesos evolutivos y Hayek ha puesto énfasis en el orden espontáneo del mercado[10]. El liberalismo necesariamente implica una postura que revela modestia, en contraste con los planificadores que dicen saber lo que en realidad les conviene a los demás y recurren a la fuerza para lograr sus propósitos.

La condición natural del hombre es la pobreza, las hambrunas, las pestes y la consiguiente desolación. Esa fue la condición de los pobladores de este planeta durante milenios. Hasta hace no mucho tiempo, sólo un grupo de privilegiados que vivía a expensas de los demás tenía una condición decente de vida. Recién a partir de la Revolución Industrial[11] comenzó a tenerse conciencia de la "cuestión social". Recién a partir de entonces comenzaron a recopilarse estadísticas de salarios, condiciones habitacionales, índice de mortandad, etc. Es que la Revolución Industrial abrió las puertas al mejoramiento en las condiciones de vida, un estiramiento en la edad en que la gente moría, una reducción de la mortandad infantil y al comienzo de una educación sistemática que cada vez abarcó mayores porciones de la población. Sin duda que las condiciones iniciales fueron muy duras: mujeres y niños tuvieron que trabajar en condiciones penosas. Pero no cabe suponer que antes del advenimiento de la Revolución Industrial, la gente bailaba y cantaba ociosa en torno a ollas siempre llenas de alimentos. Ya hemos descripto la condición natural de la época pre-capitalista. Esas condiciones duras de los primeros tramos de la Revolución Industrial significó la esperanza para mucha gente de no morir por inanición.

Pobreza y riqueza son conceptos relativos. Todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos. El tránsito de una mayor pobreza relativa a una menor y, a su vez, a lo que se considera riqueza, implica tasas crecientes de capitalización. Los ingresos y salarios en términos reales dependen exclusivamente de la estructura de capital, esto es, maquinarias, equipos, instalaciones, combinaciones de factores productivos que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. Si imaginamos hoy el mapa del mundo y con la imaginación recorremos diversos países, encontraremos que allí donde los ingresos y salarios en términos reales son mayores es porque la inversión per capita es también mayor. Personas que hacen las mismas tareas, que se trasladan de un país donde la estructura de capital es más débil a uno en el que es más fuerte, hacen que sus ingresos se eleven y viceversa[12]. A su vez, para lograr tasas crecientes de capitalización se requieren marcos institucionales que, por una parte, establezcan los incentivos necesarios y, por otra, que exista una justicia eficiente. En ambos casos está implícita la asignación de derechos de propiedad. El "dar a cada uno lo suyo" según la célebre definición de Ulpiano, la seguridad de que los contratos serán cumplidos y que el fruto del propio trabajo será respetado, resultan condiciones sine qua non para lograr los antedichos propósitos.

El administrador del nuevo capital, fruto de ahorro externo o interno buscará tener el mayor retorno posible. Para obtener utilidades del nuevo capital es necesario ofrecer bienes y servicios en una cantidad mayor de la que ya existían en el mercado o nuevos bienes y servicios que antes no existían. En cualquier caso, se requiere trabajo intelectual y manual que será atraído en base a condiciones mejores que las que ya disponían los nuevos postulantes. Si a un país llegaran simultáneamente todos los capitales del planeta, los salarios e ingresos en términos reales se elevarían astronómicamente y la gente podría realizar menores esfuerzos en jornadas laborales más cortas. La diferencia entre el trabajador agrícola alemán y el de la India no estriba en que el primero es más organizado y trabaja con mayor intensidad, por el contrario, el trabajador alemán llevará a cabo sus tareas en jornadas más cortas, labrando la tierra en tractores con aire acondicionado y pasacassette, mientras su colega de la India trabaja de sol a sol con moscas en la frente en base a remuneraciones exiguas puesto que su único instrumento de capital es, por ejemplo, un palo en lugar de un tractor.

No es tampoco que las organizaciones sindicales de la India no tengan la suficiente imaginación y la suficiente fuerza para elevar salarios. Si los salarios en términos reales pudieran elevarse por decreto habría que proceder en consecuencia pero, lamentablemente, el efecto será inexorablemente el desempleo. Lamentablemente la legislación moderna ha apuntado en esa dirección, es decir, al establecimiento de llamadas "conquistas sociales" que en verdad han arruinado a los trabajadores, especialmente a los marginales.

Ilustra esta situación lo que ocurre actualmente en los Estados Unidos. En el Este hay un gran desempleo debido a que los salarios mínimos exceden a los salarios de mercado, es decir, a los que establece la relación capital-trabajo. En cambio, muchos de los trabajadores del Oeste son ilegales, son personas muchas veces analfabetas en inglés (y también en español) que cruzan desesperados las fronteras sorteando todo tipo de dificultades. Pero, a pesar de que el mercado laboral es más reducido porque no todos están dispuestos a contratar en negro, no hay tal cosa como desempleo, ya que si alguien denuncia que está trabajando por debajo del salario mínimo será deportado. Paradójicamente, sus colegas del Este, más capacitados, deambulan por las calles sin encontrar empleo.

En no pocos lugares se observa que los costos laborales de contratar un empleado son siderales: por cada unidad monetaria que se le paga en concepto de salario, el empleador debe a veces pagar hasta el doble (además de ello, se le retiene parte del ingreso del trabajador para destinar las diferencias a otras "conquistas sociales" como jubilaciones y seguro de salud que han resultado una verdadera estafa). En cualquier caso el trabajador debería poder decidir el destino del fruto de su trabajo y aportar allí donde considere conveniente. A veces, se presentan proyectos de "privatizar" las jubilaciones lo cual termina significando un mercado cautivo al que los trabajadores deben aportar sin que exista la posibilidad de una elección abierta en el país o en el exterior. Más aún, en muchos casos la prevención de la vejez no necesariamente ocurre con aportes a cajas jubilatorias o seguros de pensión sino, por ejemplo, en inversiones inmobiliarias (como era el caso de la Argentina antes del establecimiento de otra de las "conquistas sociales" como fue el congelamiento de alquileres que produjo la quiebra del mercado inmobiliario).

De más está decir que cuando estamos hablando de procesos de mercado y de empresarios estamos hablando de un sistema donde no hay dádivas, privilegios, mercados cautivos y subsidios. El empresario es un benefactor de la humanidad si está embretado a actuar en el mercado. Sin embargo, como ha señalado ya hace mucho tiempo Adam Smith[13] se convierte en un pseudoempresario, en un barón feudal, en un cazador de privilegios cuando se vincula al poder de turno. En este último caso, la acción de los pseudoempresarios implica inexorablemente la explotación de los consumidores, ya sea vendiendo más caro, de peor calidad o ambas cosas a la vez.

Se ha dicho en reiteradas ocasiones que el estado debe intervenir en las relaciones laborales para evitar "la desigualdad en el poder de contratación". No es infrecuente que se caricaturice al empresario como un barrigón con una enorme cadena de oro que le cruza el abdomen, bien vestido, enfrentado con una persona descalza y con ropas maltrechas. Es cierto que en una contratación de esta naturaleza cabe suponer que quien ofrece sus servicios no tiene para llegar a fin de mes o a fin de la semana (o eventualmente al fin del día) mientras que el empleador es un multimillonario. Pero esta situación en nada cambia el hecho de que los salarios e ingresos en términos reales están determinados por la estructura de capital. Resulta del todo inatingente cuán abultada sea la cuenta corriente del multimillonario: por definición si no paga el salario de mercado no encontrará empleados.

También se ha dicho que los empleadores pueden suscribir un contrato en el que se comprometen a no aumentar salarios a sus empleados. Aun suponiendo que semejante contrato se llevara a cabo, al momento siguiente, si el empresario no abdica de su condición de tal, continuará esforzándose para obtener ganancias. Una vez que obtenga esas ganancias intentará sacarle el mejor provecho para lo cual, nuevamente, deberá ofrecer bienes y servicios en el mercado que requieren del factor trabajo. Si se ha comprometido o no a aumentar salarios y desea cumplir semejante compromiso deberá tirar el nuevo capital al mar y renunciar a su condición de empresario, para no decir nada de los otros empresarios locales o extranjeros que sacarían partida de la paralización que impone el cumplimiento del acuerdo mencionado.

En otro orden de cosas, se ha sostenido que para reactivar la actividad mercantil resulta indispensable decretar aumentos de salarios porque -se continúa diciendo- de este modo aumentará el poder adquisitivo de las masas con lo cual se incrementarán sus compras que, a su turno, permitirán que las empresas vendan más, ganen más y así sucesivamente. El punto de partida de este razonamiento es equivocado. Al decretar aumentos de ingresos y salarios sobre el nivel del mercado el resultado inexorable es el desempleo con lo que no sólo se perjudica a los empleados sino al mercado en su conjunto debido a que dispondrá de una fuerza laboral conjunta menor.

Por último se ha dicho que quienes ganan más deberán pagar mayores salarios. Dejando de lado que esto es lo que habitualmente ocurre debido a que las empresas más sólidas seleccionan el personal más capacitado, el razonamiento en cuestión conduce a que quienes tienen más, deben pagar más por los bienes y servicios que adquieren. Esto implica que el precio del pan para el millonario no debería ser lo mismo que para el pobre, etc. etc. Esta forma de ver las cosas se traduce en la nivelación de rentas y patrimonios, situación en la que la desigualdad dejaría de jugar el rol vital que desempeña en el mercado.

La desigualdad de rentas y patrimonios en una sociedad abierta implica posiciones relativas según sea la capacidad para servir al prójimo. La administración de los siempre escasos factores de producción deberá estar en manos de quienes mejor sirven los intereses de los consumidores. Conviene otra vez subrayar que donde existen privilegios la desigualdad de rentas y patrimonios no refleja la eficiencia de cada cual para servir al prójimo sino la capacidad del lobby o, si se quiere, la capacidad para explotar al prójimo.

La redistribución de ingresos tendiente a la nivelación produce necesariamente dos efectos: en primer término desaparece la producción de quienes podrían producir arriba de la línea de nivelación pero se abstienen de hacerlo porque saben a ciencia cierta que serán expoliados. En segundo término, quienes se encuentran bajo la aludida marca no se esforzarán por llegar a ella puesto que esperarán que se los redistribuya por la diferencia; redistribución que nunca llegará debido a la caída en la productividad que opera en el primer punto que hemos señalado. Como ha dicho el premio Nobel en economía James M. Buchanan, no hay otro criterio que el del mercado para establecer la eficiencia: "Si no hay criterio obje­tivo para el uso de recursos que pueda aplicarse a la ob­tención de resultados como medida indirecta de com­pro­bar la eficacia del proceso de intercambio, entonces, mientras el intercambio se mantenga abierto y se excluya el fraude y la violencia, el acuerdo a que se llega es, por definición, eficiente"[14].

Se suele hacer un correlato entre la selección de las especies en el reino animal y vegetal y el proceso de selección cultural. A este paralelo se lo ha denominado "darwinismo social". Esta extrapolación es del todo improcedente: en una sociedad abierta los más fuertes transmiten su fortaleza los más débiles debido a la externalidad positiva que implican tasas crecientes de capitalización, al contrario de lo que sucede con el darwinismo propiamente dicho donde el más fuerte elimina al más débil.

Muchas de las posturas intervencionistas en el mercado adhieren explícita o implícitamente a lo que ha dado en llamarse "socialismo de mercado"[15]. Esta corriente de pensamiento que ha producido una amplia bibliografía, básicamente parte de la premisa que es posible recurrir al mercado para producir y que es necesario recurrir al socialismo para distribuir. Debemos señalar que producción y distribución son dos caras de un mismo proceso. La distribución es la contracara de la producción. En el mismo momento que se produce se asigna la producción a su titular (es decir, se distribuye). Muchos textos de economía han contribuido a este malentendido separando capítulos de producción y distribución como si se tratara de dos fenómenos independientes.

Hace no mucho tiempo me invitó a almorzar el presidente de un banco extranjero de primera línea. Con la mejor buena voluntad me dijo que lo importante era producir "la torta" y luego se podría ver cómo se distribuía "con criterio social". En esa oportunidad le manifesté que no tenía la suficiente confianza con él y no sabía cuál era el volumen de sus honorarios pero le sugería hacer juntos un ejercicio práctico. Le dije que supusiéramos que el mes entrante yo le dijera que tratara de crear "la torta" más grande posible pero que a fin de mes yo me ocuparía de reasignar sus honorarios. Lo invité a conjeturáramos qué pasaría con la susodicha torta durante el mes entrante: la respuesta es clara, sencillamente no se fabricará. Por esto es que resulta técnicamente más apropiado recurrir a la expresión "redistribución" puesto que en realidad significa que se vuelve a distribuir coactivamente lo que ya había distribuido pacíficamente el mercado. Pero lo realmente importante de esta decisión política es que al asignar en áreas distintas de las que lo hubiera hecho el proceso de mercado según sea la productividad, se termina por reducir ingresos y salarios en términos reales, muy especialmente el de los marginales y más necesitados. En lugar de permitir las capitalizaciones máximas para, a su vez, permitir que entren al mercado los marginales, se procede de modo tal de que no sólo se obstaculiza esto último sino que se amplía la franja de marginales que se eliminan del mercado.

En algunas ocasiones con la intención de fundamentar la política tendiente a la nivelación se recurre a una metáfora tomada del deporte. Se dice que todos deben tener la misma posibilidad en el momento de la largada en la "carrera por la vida" y que no es justo que unos tengan posiciones más favorecidas que otros por el solo hecho de haber nacido en el seno de familias pudientes. A partir de ese momento, se continúa diciendo, quienes son más eficientes se ubicarán primeros en la mencionada carrera. Pero como ha señalado, entre otros, Anthony de Jasay[16], esta metáfora resulta contradictoria puesto que si se nivela en la largada se deberá nivelar también en la llegada ya que el esfuerzo que hace cada uno en su carrera por la vida lo hace motivado también por la idea de transferir sus logros a sus descendientes. Pero en el punto de llegada, al final de la vida, cuando se está por entregar la posta a la próxima generación se vuelve a repartir con el mismo argumento que se esgrimió en el punto de largada.

Tal vez todo este enfoque parta del supuesto tácito que la riqueza es una concepción estática. Que se trata de un procedimiento de suma cero: lo que gana uno lo pierde el otro. Esta era, precisamente, la concepción de Montaigne[17]. Por esto es que esta concepción se denomina "el Dogma Montaigne". Este dogma sostiene que la riqueza de los ricos es consecuencia de la pobreza de los pobres o, dicho de otro modo, la pobreza de los pobres es debida a la riqueza de los ricos. Montaigne se imaginaba que en toda transacción quien recibe dinero se enriquece a expensas de quien lo entrega, dejando de lado el lado no monetario de la transacción sin percibir que cuando alguien adquiere un bien es porque le otorga mayor valor a ese bien que el dinero que entregó a cambio.

Ningún contador en su sano juicio establecería un ranking de riquezas según el grado de liquidez de las diversas personas o empresas. De lo que se trata es el patrimonio neto. La persona más rica puede no tener nada en caja y bancos y la que tiene más abultado ese rubro puede estar en la quiebra. Esta concepción falaz de Montaigne y sus continuadores es en gran medida responsable de sostener que en el comercio exterior lo importante es sacar la mayor cantidad de bienes y servicios de un país y, con el producido, importar lo menos posible. Con este razonamiento no se percibe que lo que en realidad conviene es exportar lo menos posible en cantidades físicas al mayor valor posible a los efectos de importar la mayor cantidad de bienes y servicios puesto que las exportaciones son el costo de la importación, del mismo modo que nuestro trabajo es el costo que debemos realizar para obtener lo que en definitiva necesitamos.

Buena parte de la visión redistribucionista está basada en la igualdad de oportunidades. Resulta de trascendental importancia señalar que dada la diversidad de talentos y de características generales del ser humano, naturalmente, en una sociedad abierta, las oportunidades son distintas. Las oportunidades de jugar al tenis no son las mismas para el lisiado que para el atleta. Las oportunidades de comprar cosas no son las mismas para el rico que para el pobre, etc. etc. En rigor, si se estableciera la igualdad de oportunidades, necesariamente la gente tendría derechos distintos. Lo importante de mantener en una sociedad abierta es la igualdad de derechos (habitualmente conocida como "igualdad ante la ley"). En otros términos, la igualdad es ante es la ley y no mediante la ley. Una sociedad abierta apunta a que la gente tenga más oportunidades pero nunca iguales.

Sin duda que las innovaciones tecnológicas y de todo tipo producen cambios que, a su vez, se traducen en reasignaciones de recursos humanos y materiales. Es que la vida es una transición permanente: o nos quedamos estáticos y abolimos el progreso o cambiamos. El progreso es cambio. No resulta posible pretender el progreso y, al mismo tiempo, oponerse al cambio. Es posible que todos preferiríamos acogernos a los beneficios del progreso con la condición que otros cambien sin que a uno lo afecte el cambio, pero eso no resulta posible: si todos actuaran del mismo modo el estancamiento sería el resultado inexorable. Debemos tener en cuenta que se dificulta enormemente las etapas de las transiciones si se malasignan recursos puesto que esto compromete los ingresos y salarios de la gente, y muy especialmente de la más necesitada.

Estas conclusiones que estamos exponiendo no son solamente para el largo plazo, se trata de efectos que se suceden de modo inmediato, es decir, en la misma generación de las personas que tienen problemas. La malasignación de factores productivos consecuencia del redistribucionismo aparentemente resuelve problemas en el corto plazo pero, en última instancia, los agrava. Pongamos un ejemplo distinto para ilustrar este problema. Supongamos que en un momento dado observamos gente (como de hecho existe) que tiene problemas graves de salud pero que no puede acceder al antibiótico reparador. Hay la tendencia a sugerir que se establezcan precios máximos a los laboratorios farmacéuticos para que la gente pueda acceder a los remedios que necesita y, de ese modo, evitar las angustias que crean los problemas de salud.

Si se establecen precios máximos sucederán las siguientes consecuencias: en primer término, si sacamos una fotografía del instante en que se establece el precio máximo, dado que el precio bajó, habrá más gente que pueda acceder a esos medicamentos pero no por ello aumentó la cantidad ofrecida, por tanto, se producirá una escasez artificial. Esta situación es consecuencia de que hay más gente que demanda (es decir tiene la necesidad más el poder de compra) pero no hay suficiente cantidad de productos en el mercado. En segundo término, los productores marginales tenderán a retirarse del mercado con lo cual se agudizará la escasez artificial y, por último, los indicadores de mercado mostrarán artificialmente que otras áreas son más atractivas en detrimento de los productos de los laboratorios farmacéuticos. En otros términos, las posiciones relativas de los márgenes operativos harán aparecer como más atractivas áreas que no son tan urgentes, con lo cual se desperdician factores productivos y, sobre todo, se compromete severamente la salud de un mayor número de personas.

La forma de hacer de apoyo logístico a la capitalización para ayudar a los más necesitados y de mitigar y, a veces, resolver problemas críticos es a través de la benevolencia lo cual implica caridad, beneficencia y apostolado. Implica solidaridad con los dolores del prójimo. Pero debe resultar claro que la caridad se realiza con recursos propios y voluntariamente. Si arrancamos billeteras y carteras de otros para entregárselas a terceros no estamos realizando un acto de caridad sino un atraco. Esto no cambia por el hecho de que lo realice el aparato institucional de la fuerza. El llamado "estado benefactor" es una contradicción en términos. Con esta terminología se degrada el significado de la beneficencia. Los llamados "estados benefactores" han producido dos efectos centrales: en primer lugar al succionar recursos de la gente se hace más difícil ayudar a otros y, en segundo lugar, la gente termina pensando que es función del gobierno el ayudar al prójimo. De esta forma se tiende a la reiterada utilización del plural en lugar de cada uno mirar qué es lo que está haciendo concretamente para ayudar al prójimo. Incluso se ha llegado al dislate de aludir a la "solidaridad internacional" recurriendo a agencias internacionales de los gobiernos para transferir fondos de una región a otra. El origen de dichos recursos es siempre el hechar mano coactivamente a los recursos de los contribuyentes para, muchas veces, entregar los fondos a otros gobiernos o realizar préstamos a más largo plazo y a una tasa de interés más baja que la del mercado con lo que, en las dos situaciones, en general se estimula a gobernantes intervencionistas que continúen con su política destructiva especialmente para los intereses de los más necesitados con lo que aumenta la fuga de los mejores cerebros y la fuga de capitales que son reemplazados por recursos obtenidos por la fuerza a ciudadanos de otros lares.

El liberalismo es condición necesaria aunque no suficiente para la actualización de las potencialidades del ser humano en busca del bien. El liberal qua liberal limita su esfuerzo a que no se recurra a la fuerza agresiva. Sostiene que la fuerza debe utilizarse solamente con carácter defensivo. Por más que tenga concepciones distintas de otras personas, considera que todos deben ser respetados de modo irrestricto. Solamente se debe recurrir a la fuerza cuando hay lesión de derechos. Como es sabido a todo derecho corresponde una obligación. Si una persona gana mil, existe la obligación universal de respetar esos mil. Pero si una persona que gana mil considera que tiene "derecho" a dos mil, esto significa que otros tendrían la obligación de proporcionarle la diferencia. Este es el caso de un pseudoderecho puesto que no se puede otorgar sin lesionar derechos de otros. Lamentablemente muchas Constituciones modernas se han convertido en catálogos de aspiración de deseos o pseudoderechos. Así se habla del derecho a la vivienda digna, a una buena educación, a una dieta balanceada, a la felicidad, a la recreación, etc. etc. Por las razones antes apuntadas, estos pseudoderechos, al lesionar el derecho, perjudican gravemente a los más necesitados aunque la intención sea la de favorecerlo.

Entonces, si el liberalismo es condición necesaria pero no suficiente para la realización del ser humano, resulta de gran importancia recurrir a todos los canales persuasivos que estén al alcance de las personas para, a través del consejo, mostrar a las personas la conveniencia de la virtud. En este sentido, deben jugar un papel trascendente las iglesias. En este contexto, no debe confundirse el significado de la pobreza. Con afirmaciones tales como la que sostiene que "la iglesia es para los pobres" puesto que de allí se siguen dos consecuencias. La primera es que resultaría contradictorio el llamado a la caridad y la ayuda al prójimo puesto que, en aquel supuesto, lo conveniente sería mantenerse en la pobreza. Cualquier ayuda al prójimo "lo contaminaría" ya que tendería a sacarlo de la pobreza. La segunda consecuencia de sostener que la iglesia es para los pobres es que debería dedicarse a los ricos ya que los primeros estarían salvados.

Ayuda a aclarar el concepto de pobreza algunas citas bíblicas: "Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo V-3) fustigando al que anteponga lo material al amor de Dios, en otras palabras, al que "no es rico a los ojos de Dios" (Lucas XII-21). En la Enciclopedia de la Biblia[18] editada en seis tomos bajo la dirección técnica de los profesores de la Universidad de Barcelona, R.P. Sebastián Bartina (catedrático de Ciencias Bíblicas), R.P. Alejandro Díaz Macho (profesor de lengua hebrea) y bajo la supervisión general del Arzobispo de Barcelona, leemos que "Fuerzan a interpretar la bienaventuranza de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento interior de las riquezas"[19]. Y más adelante, en la misma obra, se insiste que "La clara fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza mediante la omnipotente ayuda de Dios y según los deseos de Cristo y, convencidos de la propia debilidad, confiar únicamente en él"[20].

Por otra parte, en el Apocalipsis (XII-9) se dice "Conozco tu tribulación y tu pobreza -aunque eres rico- y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo y son en realidad una sinagoga de Satanás" y en Proverbios (11-18) leemos que "Quien confía en su riqueza ése caerá". También en Salmos (62-11) se afirma que "A las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón". En la Biblia con el concepto de pobreza "se recalca entonces la actitud del alma y la disposición interior"[21]. En el Deuteronomio (VIII-18) leemos la advertencia siguiente: "Acuérdate que Yavé, tu Dios, es quien te da la fuerza para que te proveas de la riqueza". Y en 1 Timoteo V-8 se nos dice que "Si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe". En esa parábola del joven rico se muestra cómo ese rico optó por lo material en lugar de Dios (Marcos X-24, 25, 28 y 29) ya que "Nadie puede servir a dos señores" (Mateo VI-24). En la parábola del joven rico, tantas veces tergiversada, conviene destacar que para aclararle la idea a sus discípulos Jesús dice "¡Cuán difícil es para los que confían en las riquezas entrar en el reino de Dios!" (Marcos X-24) y a continuación concluye "Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja que no entrar un rico semejante en el reino de Dios"[22].

Resulta de gran importancia percatarse que dos de los mandamientos se refieren a la propiedad: no robar y no codiciar los bienes ajenos. La aludida Enciclopedia enseña que "La propiedad, concepto jurídico derivado del legítimo dominio, aparece en la Biblia como inherente al hombre"[23] y que "Los Hechos de los Apóstoles refieren a la que los fieles vendían sus haciendas para provecho de todos, pero no hacen de tal conducta - que sus consecuencias fueron catastróficas, ya que hizo de la Iglesia Madre una carga para las demás iglesias - una norma, y menos pretende condenar la propiedad particular"[24].

Cuando algunas iglesias aluden al "capitalismo salvaje", se pone de manifiesto que no se comprende el significado del capitalismo que se basa en el respeto a los derechos de las personas. Los abusos no son consecuencia del capitalismo sino de la falta de capitalismo, del mismo modo que cuando se habla de la Inquisición, de la vida licenciosa de algunos Papas o del caso Galileo[25] o cuando Santo Tomás de Aquino -a pesar de sus notables contribuciones filosóficas- recomendaba la quema de los herejes[26], no son manifestaciones de un "cristianismo salvaje" sino de ausencia de cristianismo.

En este contexto, resulta de gran importancia recordar una declaración de la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede[27]: "De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social [...] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y el leninismo. Si se recurre a análisis de ese género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados".

En resumen y para concluir, toda persona de bien desea el mayor bienestar y justicia para todos. No hay debates sobre las metas, de lo que se trata es de comprender cuáles son los caminos idóneos para lograr aquellos objetivos. El voluntarismo, la soberbia y la presunción del conocimiento es lo que tiende a establecer ingenierías sociales y otros pretendidos diseños del ser humano sin comprender la sabiduría del orden natural y el significado de la libertad y la responsabilidad individual. Como es sabido, la expresión "moral" no tiene sentido sin libertad. En esta instancia del proceso de evolución cultural donde queda establecido el monopolio de la fuerza, el liberalismo está indisolublemente unido a la división horizontal de poderes, a la independencia de la justicia y a todos los contralores administrativos necesarios para fraccionar y limitar el poder político. A diferencia de la teoría del "filósofo rey" propiciada por Platón, la sociedad abierta "a la Popper" establece marcos ético-institucionales para que los gobernantes hagan el menor daño posible y se encuentren embretados al cumplimiento de su misión específica de la protección del derecho de todos los que viven en su jurisdicción. Más aún, las subdivisiones jurisdiccionales y las consiguientes naciones, siempre desde la perspectiva de la sociedad abierta, sólo tienen sentido para evitar los riesgos del abuso de poder de un gobierno universal. Como ha dicho Robert Nozick[28] los partidarios de la libertad toman seriamente el imperativo categórico kantiano de que nadie debe usar como medio a otros para sus propios fines.

Definido en abstracto el liberalismo como el respeto irrestricto del prójimo es frecuentemente aceptado pero, cuando se tratan temas concretos, la falta de respeto y el consecuente desvío de los postulados liberales se hacen evidentes. Tal vez el ejemplo más claro de esto último sea el tema educativo: no parece comprenderse la importancia decisiva de la competencia en esta materia y, en la mayor parte de los casos, se sigue insistiendo que un "comité de sabios" debe imponer programas y bibliografías a sus conciudadanos en lugar de abrir las puertas de par en par para que entre mucho oxígeno en un proceso evolutivo que requiere de contrastes y alternativas muy diversas para atender la diversidad de potencialidades y de vocaciones de personas que habitualmente son tratadas como una masa de carne y de producción en serie[29]. Este es sólo un ejemplo de la falta de respeto: con la intención de resolver la mayor parte de los problemas habitualmente se propone recurrir a la fuerza manejando la vida y la hacienda del prójimo como si se tratara de una pertenencia personal del gobernante de turno.

Las libertades no se arrancan de una sola vez ni comienzan por sustracciones decisivas, es un proceso lento de acostumbramiento y anestesia. El parámetro para medir el resultado final de la invasión gubernamental en las vidas privadas es, como se ha mencionado, el gasto público y su participación en la renta nacional. Antes de la primera guerra dicha participación era entre el 2 y el 5 porciento en los países civilizado y más prósperos de la tierra, hoy en día navegamos entre el 30 y el 50 porciento[30]. Somos en este sentido como siervos de la gleba con la diferencia de que muchas veces recibimos inseguridad a cambio. Me ha parecido útil cerrar este breve ensayo con una cita de Alexis de Tocqueville a los efectos de estar alerta de lo que podría bautizarse como el efecto anestesia (o el atropello gradual): "Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra".[31]

El texto fue escrito para la revista "Contribuciones", de la Fundación Adenauer de Argentina y gentilmente cedido a los Especiales de LiberPress para su reproducción por el autor.

[1] Indagación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (Madrid: Editorial Aguilar, 1961) p. 468, [1776]. En el mundo hispanoparlante, la primera vez que se recurrió al término "liberal" fue durante las sesiones de las Cortes de Cádiz, en 1812.
[2] Marjorie Grice-Hutchinson, The School of Salamanca (Oxford: Clarendon Press, 1952) y, de la misma autora, Early Economic Thought in Spain (Londres: Allen & Unwin, 1975).
[3] Principles of Economics (South Holland, Illinois: The Free Press, 1950) [1870] y Capital and Interest (South Holland, Illinois: Libertarian Press, 1959) tres volúmenes, [1884] respectivamente.
[4] Después de un seminario en el que participé en la Universidad de Boston -organizado por Peter L. Berger- se publicó un libro titulado El desafío neoliberal (Santa Fe de Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1992) en el que aparecieron trabajos de Eduardo Mayora, Octavio Paz, Arturo Fontaine Talavera, Barry Levine, Mario Vargas Llosa, Andrés Van Der Horst y otros (mi ensayo se tituló "La propuesta liberal: los intelectuales y la polí­tica", p. 455 y ss). El título del libro suscitó airadas protestas ante los edi­tores debido a que se había recurrido a la expresión "neoliberal"; la expli­cación que se nos dio fue que la editorial consideró necesario independizar la obra respecto de la conducta del Partido Liberal de Colombia.
[5] Vid. K. R. Popper Introducción, Conjectures and Refutations (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1972).
[6] Ver Alberto Benegas Lynch (h) Prefacio, Poder y razón razonable (Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 1991).
[7] Vid. Ludwig von Mises Human Action: A Treatise on Economics (Yale University Press, 1963) cap. XXVI [1949] y Alberto Benegas Lynch (h) Fundamentos de análisis económico (Buenos Aires: Abeledo-Perrot, onceava edición, 1994) p. 183 y ss [1972].
[8] Thomas Sowell A Conflict of Visions (New York: William Morrow & Co, 1987) p. 68 y ss.
[9] Bruno Leoni Freedom and the Law (Los Angeles, CA: Nash Pub, 1992) cap. 5 [1961].
[10] Friedrich A. Hayek "Competition as a Discovery Procedure" New Studies in Philosophy, Politics, Economics and the History of Ideas (The University of Chicago Press, 1978) [1968].
[11] Véase, por ejemplo, F. A. Hayek (ed.) Capitalism and the Historians (University of Chicago Press, 1954), Norman J. G. Pounds Hearth and Home: A History of Material Culture (Indiana University Press, 1989) esp. cáp. VI y C. G. Hanson (ed.) The Long Debate on Poverty (Londres: The Institute of Economic Affairs, 1974).
[12] Alberto Benegas Lynch (h) Fundamentos... op. cit., p. 354 y ss.
[13] Indagación acerca..., op. cit., Libro I, cap. XI, Parte III.
[14] "Rights, Efficiency and Exchange: The Irrelevance of Transaction Costs", Liberty, Markets and State (New York: New York University Press, 1985) p. 95 [1983]. El análisis de Buchanan de la eficiencia "[...] se eleva o sube un escalón más y se ubica en el plano de las instituciones o las normas", loc. cit.
[15] Véase Alberto Benegas Lynch (h) Socialismo de mercado: ensayo sobre un paradigma posmoderno (Rosario: Fundación Libertad, 1997).
[16] Libertas, N° 14, Año VIII, mayo de 1991.
[17] Michel Montaigne Ensayos (Barcelona: Ediciones Atalaya, 1994) # 22 [1588].
[18] Barcelona: Ediciones Garriga, 1963.
[19] Vol. VI, p. 1145.
[20] Vol. VI, p. 240-241.
[21] Enciclopedia... op. cit., vol. V, p. 1144.
[22] La cursiva es del texto, El Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, Imprimatur Monseñor Antonio Rocca, Vicario General, 1928.
[23] Vol. V, p. 1294.
[24] Loc. cit. véase también Alberto Benegas Lynch (h) "Algunas reflexiones sobre el liberalismo y el cristianismo" (México: Instituto de Integración Iberoamericana, 1982).
[25] En este sentido véase Luigi Accattoli Quando il Papa Chiede Perdono: Tutti Mea Culpa di Giovanni Paolo II (Milán: Arnoldo Mondadori, 1997)
[26] Suma Teológica (Buenos Aires: Club de Lectores, 1988) q. XI, art. III, tomo IX, p. 158-9 [circa 1266]: "La herejía es un pecado por el que merecieron no sólo ser separados de la Iglesia por la excomunión, sino también ser excluidos del mundo por la muerte [...Los] convictos de herejía pueden no sólo ser excomulgados sino también justamente muertos".
[27] "Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana", 30 de junio de 1977.
[28] Anarchy, State and Utopia (New York: Basic Books, 1974) p. 28-33.
[29] Vid. Alberto Benegas Lynch (h) "Education in an Open Society" An Austrian in France - An Autrichien en France. Festschrift in honour of Jacques Garello - Essais rédigés en l'honneur de Jacques Garello (Torino: La Rosa Editore, 1997), Kurt Leube, Angelo M. Petroni y James Sadowsky, eds.
[30] Véase Gordon Tullock "Government Growth", Taiwan Journal of Political Economy, vol. II, 1991.
[31] La democracia en América (México: Fondo de Cultura Económica, 1957) p. 635 [1835].

domingo, 30 de septiembre de 2012

Reforma Laboral (las ventajas)

El día de ayer el pleno de la Cámara de Diputados aprobó una iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo. Conforme al proceso legislativo, el proyecto fue turnado a la Cámara de Senadores, la cual contará con un periodo de 30 días para pronunciarse al respecto.

Con base en la configuración de la Cámara de Senadores, es altamente probable que el proyecto sea aprobado, para luego ser sancionado y promulgado por el Presidente Calderón. Es decir, todo parece indicar que en breve contaremos con una nueva legislación laboral en México.

La reforma es de suma importancia para nuestro País, pues tiene que ver con la modernización de las normas aplicables a las relaciones entre los factores productivos.

Ya durante la Presidencia de Vicente Fox había sido incluida entre las llamadas reformas estructurales, que no pudieron ser consensuadas por cuestiones de carácter político. Próximo a concluir su sexenio, el Presidente Felipe Calderón eligió la Ley Federal del Trabajo como una de las dos iniciativas preferentes que se reconoce a su investidura.

Reformar la ley laboral no es tarea fácil. La problemática se centra en la divergencia que existe entre los intereses que defiende cada una de las fuerzas políticas.

No hay síntesis perfecta en un contexto político democrático en donde las mayorías prevalecen. Tal es el caso de la actual reforma, cuyo resultado es esperable con base en la mayoría que detentan en el Congreso los partidos que la impulsan.

Es indudable que la Ley Federal del Trabajo requiere ser reformada, pues su más reciente reforma sustantiva data de 1970. Durante esas cuatro décadas, México pasó de ser una economía cerrada a una de mercado, y de consumir y fabricar sus propios productos pasó a ser un importante exponente del comercio global. Además, todo ello en un entorno de gran desarrollo tecnológico y de cambio cultural hacia la competitividad y productividad. La ley se fue rezagando respecto a esa evolución y por ello la reforma es indispensable.

Resulta difícil calificar la pertinencia del contenido que se propone en este proyecto de reforma, pues depende de la perspectiva bajo la cual se analice. Sin embargo, bajo una óptica de desarrollo económico, aparecen aspectos que resultan beneficiosos para facilitar la generación de empleos y fomentar la productividad en los centros de trabajo.

Destacan las alternativas de contratación a prueba, de capacitación inicial y por temporada, que buscan otorgar mayor flexibilidad en el inicio de las relaciones de trabajo.

De igual modo, numerosas disposiciones buscan impulsar la cultura de la competitividad, al grado de que se establece la ampliación en el ámbito de acción de las comisiones de capacitación para incluir la productividad como parte de sus funciones, y en congruencia con lo anterior se privilegia en circunstancias de igualdad a quien tenga mejor desempeño, sustituyendo así el llamado escalafón ciego que hasta ahora privilegia únicamente la antigüedad.

Otros componentes importantes para los fines indicados son el límite de un año que se establece para la condena de salarios caídos en caso de despido injustificado, la simplificación para la entrega de los avisos de rescisión, y algunas modificaciones relevantes en torno al procedimiento laboral.

Algunas de las modificaciones propuestas conllevan un lógico desnivel en contra de los derechos de los trabajadores, por su propia naturaleza, pues al abrir la flexibilidad se restan en consecuencia ventajas adquiridas por aquéllos.

Sin embargo, contrario a lo que se sostiene en diversos ámbitos, los derechos fundamentales de los trabajadores no se ven afectados, pues éstos se encuentran comprendidos en el Artículo 123 constitucional y la reforma en cuestión se limita al ámbito de la Ley Federal del Trabajo. Por lo tanto, se mantienen intactos derechos fundamentales como a la afiliación sindical, a la negociación colectiva y a la huelga.

Además, se incluyen elementos que incrementan el nivel de protección de los trabajadores, como por ejemplo una regulación más estricta del llamado outsourcing, así como mayores medidas de seguridad para los trabajadores, y de flexibilidad para las madres trabajadoras. También se busca introducir sanciones más fuertes contra las empresas que no cumplan con la ley.

Por último, hubo aspectos que, habiendo sido propuestos en forma intensa, fueron finalmente excluidos del proceso de reforma; destacan en particular los relativos a la transparencia, democracia y rendición de cuentas de los sindicatos. Esto era de esperarse dada la configuración política del Poder Legislativo.

Independientemente de las críticas hechas por algunos sectores al proyecto de reforma, éste deberá traer consigo un incremento en el empleo formal, lo que se traducirá en un mejoramiento de las condiciones de vida de los mexicanos.

Carlos Leal-Isla Garza
carlos@lealisla.com.mx
El autor es presidente de la Barra Mexicana Colegio de Abogados, Capítulo Nuevo León.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Detalles (reforma laboral)

"Primero establece tus hechos; después, puedes distorsionarlos tanto como quieras". Mark Twain

¿Empobrece a los trabajadores el pago por hora?

No. La iniciativa laboral del Presidente Calderón simplemente permite el trabajo de tiempo parcial. Trabajar menos horas implica una remuneración proporcionalmente menor. ¿Por qué habría de querer alguien trabajar menos de un tiempo completo? Muchos, particularmente estudiantes y madres, quieren esos empleos.

¿Elimina la iniciativa las prestaciones a través de los contratos de prueba, capacitación o temporada?

No, todos los contratos obligan al pago de seguridad social y prestaciones.

¿Desecha la iniciativa la antigüedad como criterio de ascenso laboral?

La propuesta elimina el requisito de que la antigüedad sea el único criterio de ascenso en un contrato laboral. Las empresas con contratos colectivos están hoy obligadas a dar ascensos a los trabajadores con más antigüedad. La nueva ley daría la posibilidad de escoger a los mejores o a los más productivos.

¿Limita la ley el derecho de huelga?

El derecho a la huelga no, pero sí la posibilidad de prolongarla de manera indefinida. La ley considera la huelga como un instrumento de negociación y no un arma para extorsionar o destruir a una empresa. Después de 60 días en empresas de servicios públicos y 120 en las demás, la disputa sería sometida a un arbitraje obligatorio.

¿Legaliza la iniciativa la subcontratación de trabajadores?

No. La subcontratación ya es legal en México. Recurren a ella no sólo las grandes empresas, sino también entidades de izquierda como el Gobierno del Distrito Federal y la Asamblea Legislativa. La iniciativa regula la subcontratación y garantiza que la empresa contratante sea responsable solidaria de los compromisos asumidos por la subcontratante. La iniciativa da mayor protección a los trabajadores.

¿Limita la iniciativa los salarios caídos?

Cuando hay un conflicto laboral, la ley limita a un año los salarios caídos. La actual situación promueve la prolongación indefinida de los litigios laborales y genera pasivos que con frecuencia destruyen a las empresas pequeñas.

¿Promueve la ley la democracia sindical?

Da un paso adelante al obligar a los sindicatos a tener elecciones internas por sufragio libre y secreto.

¿Impulsa la rendición de cuentas?

Hace obligatorio que los sindicatos rindan cuentas a los trabajadores, cuando menos de las cuotas que se les descuentan. También obliga a los sindicatos con más de 150 trabajadores a tener una contabilidad auditada. No obliga, sin embargo, ni a la transparencia en el manejo de otros recursos ni a que su contabilidad sea pública, ni siquiera para los sindicatos de entidades públicas.

¿Llevará la nueva ley a un auge en la creación de empleos formales?

Es poco probable. La legislación mexicana sigue castigando la inversión y la formalidad, por ejemplo, a través de los altos costos de la seguridad social. La iniciativa laboral, sin embargo, es un paso adelante.

¿Qué es la cláusula de exclusión?

La que obliga a una empresa a despedir a un trabajador sin indemnización porque éste es desplazado del sindicato. La iniciativa haría ilegales estas cláusulas de exclusión de los contratos laborales.

¿Cuáles son los principales problemas u omisiones de la iniciativa?

La propuesta no elimina el apartado B del Artículo 123, por lo que sigue habiendo mexicanos de primera y de segunda. No da libertad a los trabajadores para abstenerse de ingresar a un sindicato. No prohíbe la discriminación laboral como la que vemos en anuncios de empleo en que se descarta a solicitantes mayores de 40 años.


Autonomía
Dice Manlio Fabio Beltrones que al purgar la reforma laboral de disposiciones sobre la democracia interna y la rendición de cuentas de los sindicatos se está preservando la autonomía sindical. Más bien se garantiza que los líderes puedan seguir eternizándose en el poder y apropiándose del dinero de los trabajadores.

Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com
 

sábado, 22 de septiembre de 2012

La urgente cooperación

El siglo 20 ha sido hasta ahora en el que más riqueza y conocimiento se ha creado en toda la historia.

Esta expansión sin precedentes intrigó al Nobel de Economía, el matemático John Nash, quien veía también que a pesar de este crecimiento no se habían podido erradicar la pobreza, el hambre, la desigualdad, la injusticia y las guerras.

¿Cómo explicar que coexistiera la tremenda generación de riqueza, ciencia y conocimiento frente a grandes rezagos y deficiencias de la sociedad?

Nash demostró en su teoría de decisiones que esta contradicción era posible porque la naturaleza del ser humano lo llevaba generalmente a decidir por su beneficio sin importar lo que implica eso en los demás.

El resultado de la desigualdad que padecemos, nos enseñó Nash, es el resultado de tomar la mayoría de nuestras decisiones buscando un ganar-perder o incluso un perder-perder.

Así pues, el principal enemigo del hombre es su propio egoísmo y debe ser combatido con dos herramientas fundamentales que no se construyen en soledad, sino dentro y en la sociedad: información y confianza.

La colaboración en la que se logra un resultado en el que todos salen ganando requiere de una confianza absoluta entre los que buscan cooperar y el hecho de contar con información real y completa para todos los participantes.

Una sociedad que coopera bien genera buenos bienes públicos; una que no lo hace padece bienes públicos ineficientes.

Los bienes públicos por excelencia buscan el cuidado de la vida. Una sociedad necesita contar con bienes públicos que no se pueden producir sin ciudadanos que cooperen tanto con ellos mismos como con la autoridad.

Así, una sociedad fuerte requiere bienes públicos fuertes. La ausencia de éstos (una educación de calidad medible, un sistema de salud impecable, justicia expedita y eficiente, nuestra libertad, información pública veraz y oportuna, la comunicación libre y la libertad de pensamiento y de conciencia) es el resultado de la falta de cooperación en la sociedad.

Una sociedad es más equitativa en cuanto más bienes públicos de calidad tiene y puede producir.

El Estado es un bien público, pero no tiene dinero ni recursos si la sociedad no se los otorga. Un Estado fuerte es uno con una sociedad fuerte, participativa, involucrada, organizada. Hoy la mayoría de los estados de México, incluyendo Nuevo León, carece de la capacidad para obtener más recursos y así impulsar más inversiones productivas y garantizar mejores bienes públicos. El único camino que tienen los estados debilitados para fortalecerse es vía la cooperación con la sociedad. Pero ¿cómo puede suceder esto si no se tiene ni la información ni la confianza para hacerlo?

Uno de los indicadores más importantes de la pobreza es no estar organizado y en el mundo nadie ha salido de esa situación si no participa y pertenece a una organización activa.

En México aún creemos que regalando bienes materiales o transfiriendo dinero a los grupos vulnerables se sale de la pobreza. Es imprescindible que el Gobierno entienda que es fortaleciendo las capacidades de organización de sus ciudadanos como se puede acabar con la pobreza.

Las organizaciones convierten a los individuos en actores sociales para proteger, concertar y hacer que coincidan intereses. Un individuo que no participa en organización alguna es más propenso a aislarse e incluso a caer en la redes de la delincuencia.

El grado actual de desarrollo de los países se puede ver con facilidad en la cantidad de asociaciones que tienen y en el grado de participación activa de sus ciudadanos en ellas. El progreso de todo lo demás depende de ello.

Sin involucramiento abundan el aislamiento, la delincuencia y la violación a las leyes y es más fácil despreciar el Estado de Derecho. Un individuo que pertenece a una sola organización tiene menos capacidad de autorregularse que otro que pertenece a muchas.

Por ello se vuelve indispensable participar en muchas organizaciones y aportar en la medida de lo posible nuestro tiempo y capacidades para mejorar nuestra sociedad y entorno.

El auténtico desarrollo genera ciudadanos participativos, que colaboran entre sí y con la autoridad, y que cada día sienten mayor poder, pero también más responsabilidad de participar en la vida social de manera plena.

Sin colaboración no se fortalece la asociatividad necesaria para construir el tejido social. A mayor cantidad de organizaciones que se reúnen para resolver problemas y que son productivas se da una mayor dinámica, mayor fortaleza y sobre todo autorregulación. A manera de símil textil: a mayor entramado y más hilos, más fuerte la tela.

Por eso, la generación de mejores bienes materiales es esencial, pero no suficiente. Sin las dimensiones sociales, el desarrollo entendido como generación de únicamente bienes es como tener mejores alimentos para una sociedad que está encarcelada.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Reforma Laboral

"El trabajo es un derecho y un deber sociales. No es un artículo de comercio". Iniciativa presidencial de reforma laboral

 

México tiene una legislación laboral esquizofrénica. Ofrece amplísimos derechos laborales que deberían haber creado un paraíso para los trabajadores, pero en realidad han hecho ricos a los líderes sindicales, han mantenido bajos los salarios y han condenado a millones a la informalidad.

El cambio económico no puede provenir solamente de la ley laboral. De nada sirve contar con una excelente legislación -que no tenemos- si no hay condiciones para la inversión productiva, que es la única forma de generar empleos.

 

Los mexicanos tenemos una anticuada Ley Federal del Trabajo, promulgada en 1970, que junto con la de Turquía es la más rígida de la OCDE. La legislación fue hecha, supuestamente, con el propósito de defender los derechos de los trabajadores, pero el resultado ha sido ofrecer una protección artificial a quienes ya tienen trabajo afectando en cambio a quienes no lo tienen. Esta legislación es en buena medida responsable de la creciente informalidad en el empleo de nuestro país, así como de la falta de oportunidades laborales para los jóvenes y los mayores de 40 años.

 

La actual Ley Federal del Trabajo contiene 1,010 artículos. La iniciativa presidencial modifica 320. Pese a los cuestionamientos, no hay muchas diferencias entre la propuesta del Ejecutivo y la del PRI. Ambas consideran formas modernas de contratos de prueba, de capacitación inicial y de temporada. Las dos establecen reglas para la subcontratación, el outsourcing, que crean una responsabilidad solidaria de la empresa subcontratante. Las dos aportan incentivos para promover, en vez de castigar, la productividad.

 

La gran diferencia tiene que ver con la democracia interna y la transparencia de los sindicatos. En la propuesta del Presidente las elecciones sindicales deben realizarse con voto libre, directo y secreto. Esto pondría fin a las votaciones a mano alzada en que se impide el sufragio a favor de candidatos de oposición. La iniciativa presidencial también obligaría a los sindicatos a informar a sus afiliados de cuando menos el uso de sus cuotas y haría que las contabilidades de los sindicatos con más de 150 trabajadores fuesen dictaminadas de manera profesional.

Los líderes sindicales se oponen a la iniciativa del Presidente porque la situación actual les ha permitido permanecer eternamente en los cargos de dirección y enriquecerse utilizando como propios los fondos de sus organizaciones. Si hubiera elecciones internas democráticas, muchos no podrían mantenerse en el poder; y si hubiera una real rendición de cuentas, ya no podrían enriquecerse a costa de los trabajadores.

 

A mí me parece que la iniciativa presidencial se queda corta. Los sindicatos deberían estar obligados a tener elecciones bajo la supervisión de instituciones profesionales independientes, como el IFE, y sus cuentas deberían ser obligatoriamente públicas. Debería ser una falta muy grave robarse el dinero de los trabajadores. Pero ni siquiera el presidente de la República se ha atrevido a proponer una legislación que con este vigor defienda los intereses de los trabajadores ante los abusos de los líderes.

 

Lo más probable es que el Congreso debilite la iniciativa presidencial. Por mucho que se nos hable del nuevo PRI, los líderes sindicales siguen teniendo una influencia desproporcionada dentro del partido. Aceptarán, quizá, una iniciativa que mejore la productividad del país, pero no una que toque su poder o sus bolsillos.

 

Sergio Sarmiento

domingo, 16 de septiembre de 2012

Nacionalismo (trasnochado)

"Amo demasiado a mi país para ser nacionalista". Albert Camus

Qué bueno que ya no tenemos encima las celebraciones del Bicentenario de la Independencia, que ya no tenemos que desperdiciar tiempo y dinero en desfiles de carnaval, festivales deportivos en el Paseo de la Reforma o estelas iluminadas. Quizá ahora tengamos oportunidad de reflexionar seriamente sobre el sentido de la Independencia.

México es una nación profundamente nacionalista. En principio esto no debería ser malo. El problema es que hemos utilizado desplantes patrioteros para ocultar nuestros errores y la perversión de un sistema político que se ha convertido en el principal obstáculo para el desarrollo.

La guerra de Independencia fue iniciada por criollos y respaldada por mestizos e indígenas. Unos y otros, sin embargo, tenían propósitos distintos. Los criollos buscaban la independencia política; les irritaba no tener una influencia política congruente con su poder económico. Para los mestizos e indígenas la exigencia era muy distinta: querían simplemente un mejor ingreso para reducir o acabar con su pobreza.

La Independencia creó una nueva casta dirigente, preponderantemente criolla, pero no dio a los pobres el mejor nivel de vida al que aspiraban. México vivió un largo periodo de estancamiento económico de 1810 a 1880. Todos los líderes políticos y militares se creían con derecho a ocupar la Presidencia y la buscaban a menudo por la fuerza de las armas. El Gobierno central era débil y los bandidos en los caminos hacían imposible el comercio. Tuvo que llegar el Gobierno fuerte de Porfirio Díaz para que el País volviera a conocer el crecimiento económico.

Las tres décadas de gobierno de don Porfirio son vistas hoy con desprecio, pero fueron un periodo de expansión económica. Con la Revolución de 1910 el crecimiento volvió a trastabillar. Tuvieron que llegar los tiempos del partido único para que el País creciera de nuevo. Sin embargo, a partir de la década de 1980 el Producto Interno Bruto per cápita se ha estancado.

Si bien el mexicano promedio es hoy más próspero que el de 1810 o que el de 1910, el País se ha quedado rezagado ante España, Estados Unidos y otros países. Las guerras de Independencia y Revolución sirvieron fundamentalmente para quitar el poder a algunos y dárselo a otros. No sentaron las bases para un crecimiento que permitiera satisfacer esa exigencia de un mejor nivel de vida que llevó a mestizos e indígenas a unirse a la guerra de independencia de los criollos.

Los sueños que algunos grupos políticos de nuestro País siguen teniendo de recurrir a una revolución violenta para construir una verdadera justicia social están condenados al fracaso. Lo que nos demuestra la experiencia en México y el mundo es que las revoluciones provocan primero un desplome del crecimiento y después gestan una nueva clase gobernante, usualmente tan abusiva como la anterior.

Si realmente queremos cumplir el sueño ancestral de dar un mejor nivel de vida a los pobres, el camino debe ser otro. Debemos abrir la economía, fortalecer la inversión, garantizar los derechos de propiedad y otras garantías individuales, mejorar la calidad de la educación y volver a México mucho más eficiente y productivo.

El nacionalismo tiene poco sentido si no ayuda a combatir la pobreza. Los mexicanos hemos dejado que la clase política utilice una burda forma de patrioterismo para defender políticas, como la prohibición a la inversión privada en energía, que nos mantienen en la miseria. Ha llegado el momento en que descartemos los viejos juegos de poder de la clase criolla para atender el viejo y justo reclamo de mestizos e indígenas por construir una sociedad más próspera.

Sergio Sarmiento