sábado, 22 de septiembre de 2012

La urgente cooperación

El siglo 20 ha sido hasta ahora en el que más riqueza y conocimiento se ha creado en toda la historia.

Esta expansión sin precedentes intrigó al Nobel de Economía, el matemático John Nash, quien veía también que a pesar de este crecimiento no se habían podido erradicar la pobreza, el hambre, la desigualdad, la injusticia y las guerras.

¿Cómo explicar que coexistiera la tremenda generación de riqueza, ciencia y conocimiento frente a grandes rezagos y deficiencias de la sociedad?

Nash demostró en su teoría de decisiones que esta contradicción era posible porque la naturaleza del ser humano lo llevaba generalmente a decidir por su beneficio sin importar lo que implica eso en los demás.

El resultado de la desigualdad que padecemos, nos enseñó Nash, es el resultado de tomar la mayoría de nuestras decisiones buscando un ganar-perder o incluso un perder-perder.

Así pues, el principal enemigo del hombre es su propio egoísmo y debe ser combatido con dos herramientas fundamentales que no se construyen en soledad, sino dentro y en la sociedad: información y confianza.

La colaboración en la que se logra un resultado en el que todos salen ganando requiere de una confianza absoluta entre los que buscan cooperar y el hecho de contar con información real y completa para todos los participantes.

Una sociedad que coopera bien genera buenos bienes públicos; una que no lo hace padece bienes públicos ineficientes.

Los bienes públicos por excelencia buscan el cuidado de la vida. Una sociedad necesita contar con bienes públicos que no se pueden producir sin ciudadanos que cooperen tanto con ellos mismos como con la autoridad.

Así, una sociedad fuerte requiere bienes públicos fuertes. La ausencia de éstos (una educación de calidad medible, un sistema de salud impecable, justicia expedita y eficiente, nuestra libertad, información pública veraz y oportuna, la comunicación libre y la libertad de pensamiento y de conciencia) es el resultado de la falta de cooperación en la sociedad.

Una sociedad es más equitativa en cuanto más bienes públicos de calidad tiene y puede producir.

El Estado es un bien público, pero no tiene dinero ni recursos si la sociedad no se los otorga. Un Estado fuerte es uno con una sociedad fuerte, participativa, involucrada, organizada. Hoy la mayoría de los estados de México, incluyendo Nuevo León, carece de la capacidad para obtener más recursos y así impulsar más inversiones productivas y garantizar mejores bienes públicos. El único camino que tienen los estados debilitados para fortalecerse es vía la cooperación con la sociedad. Pero ¿cómo puede suceder esto si no se tiene ni la información ni la confianza para hacerlo?

Uno de los indicadores más importantes de la pobreza es no estar organizado y en el mundo nadie ha salido de esa situación si no participa y pertenece a una organización activa.

En México aún creemos que regalando bienes materiales o transfiriendo dinero a los grupos vulnerables se sale de la pobreza. Es imprescindible que el Gobierno entienda que es fortaleciendo las capacidades de organización de sus ciudadanos como se puede acabar con la pobreza.

Las organizaciones convierten a los individuos en actores sociales para proteger, concertar y hacer que coincidan intereses. Un individuo que no participa en organización alguna es más propenso a aislarse e incluso a caer en la redes de la delincuencia.

El grado actual de desarrollo de los países se puede ver con facilidad en la cantidad de asociaciones que tienen y en el grado de participación activa de sus ciudadanos en ellas. El progreso de todo lo demás depende de ello.

Sin involucramiento abundan el aislamiento, la delincuencia y la violación a las leyes y es más fácil despreciar el Estado de Derecho. Un individuo que pertenece a una sola organización tiene menos capacidad de autorregularse que otro que pertenece a muchas.

Por ello se vuelve indispensable participar en muchas organizaciones y aportar en la medida de lo posible nuestro tiempo y capacidades para mejorar nuestra sociedad y entorno.

El auténtico desarrollo genera ciudadanos participativos, que colaboran entre sí y con la autoridad, y que cada día sienten mayor poder, pero también más responsabilidad de participar en la vida social de manera plena.

Sin colaboración no se fortalece la asociatividad necesaria para construir el tejido social. A mayor cantidad de organizaciones que se reúnen para resolver problemas y que son productivas se da una mayor dinámica, mayor fortaleza y sobre todo autorregulación. A manera de símil textil: a mayor entramado y más hilos, más fuerte la tela.

Por eso, la generación de mejores bienes materiales es esencial, pero no suficiente. Sin las dimensiones sociales, el desarrollo entendido como generación de únicamente bienes es como tener mejores alimentos para una sociedad que está encarcelada.

Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com

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