lunes, 9 de julio de 2012

Trabajo y mercado interno: la clave es la productividad

Me ha tocado escuchar recientemente, en diversos foros, una letanía de opiniones sombrías (seguramente politizadas) sobre la situación económica de México. A mi juicio, exageran.

Por ejemplo, haciéndose eco de lo que pasa en el exterior, hay quien no encuentra buenas noticias en el sector bancario mexicano. Sin embargo, las cifras más recientes son bastante favorables. En abril de 2012, específicamente, el crédito bancario total al sector privado mostró un crecimiento anual de 14 por ciento, en números redondos; el canalizado al consumo aumentó más de 23 por ciento; el destinado a las empresas casi 12 por ciento; el dirigido a la vivienda un poco más de 10 por ciento. Esos datos son relativamente altos aun si se expresan en términos reales. De hecho, para alguien como yo, quizá inclinado en exceso a la prudencia, la expansión del crédito al consumo puede parecer un tanto inquietante. Como fracción del PIB, el crédito bancario al sector privado llegó a un mínimo de alrededor de 6.5 por ciento allá por el 2000; el año pasado superó el 14 por ciento, y lo más probable es que siga aumentando. Falta trecho por recorrer, pero se está avanzando.

Se deplora también un alegado deterioro del mercado de trabajo. De nueva cuenta, los datos no avalan tal pesimismo. De hecho, en mayo de este año el total de trabajadores asegurados en el IMSS superó los 15.6 millones de personas, lo que significó un crecimiento anual de 4.5 por ciento. Como puede observarse en la gráfica, la situación laboral mejoró rápidamente, una vez que se absorbió el fortísimo impacto negativo inicial de la crisis financiera externa. La conexión entre la evolución del empleo formal (línea azul, escala de la izquierda) y el curso de la actividad económica (línea roja, escala de la derecha) no es casual. Por cierto, según el INEGI, en dicho mes de mayo, la tasa de desocupación fue 4.8 por ciento, en comparación con el 5.2 por ciento registrado un año antes.

Citando las cifras anteriores no pretendo desconocer que el estado del mercado dista mucho todavía de ser satisfactorio. Los propios indicadores del INEGI muestran con crudeza lo inadecuado de la situación. Por ejemplo, el segmento que el INEGI llama 'población subocupada' ('aquella que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas') representó 8.9 por ciento de la población ocupada y aumentó con respecto al año pasado. Y así por el estilo, según otros índices.

El acentuado desplome de la ocupación, notable hacia el verano del 2009, fue resultado de la contracción de la producción, asociado a su vez con la caída abrupta de las exportaciones manufactureras a los Estados Unidos. Pero algunos analistas y muchos políticos lo atribuyen a la 'debilidad del mercado interno'. Al parecer, piensan que ampliando el gasto en la economía (gasto público, supongo) en forma artificial, se robustecería la demanda de trabajadores. Desde luego, tal cosa ocurriría en forma temporal, pero no puede ser una solución duradera.

Fortalecer de veras el mercado interno depende del aumento de la productividad. (Lo demás es puro cuento). Para ello, no hay otro camino que incrementar la dotación de capital (físico y humano) por trabajador. Esto, a su vez, requiere de una serie de cambios institucionales profundos, empezando quizá por una revolución educativa.

Al respecto, vale recordar que el extraordinario crecimiento de China a lo largo de las últimas décadas se ha fincado en el movimiento de la mano de obra del sector agrícola -una actividad de muy baja productividad- hacia el sector manufacturero -una actividad de mucha más alta productividad. Ello no podría haber ocurrido sin la inserción de China en la economía global. De todo el proceso se ha derivado, a fin de cuentas, la ampliación espectacular de la capacidad de compra del 'mercado interno' chino.

En Francia, el socialista M. Hollande ha reconocido (una vez en el poder, obviamente) la necesidad de austeridad en el enorme gasto público (¡55 por ciento del PIB!) para controlar la amenazante expansión de la deuda. Sin embargo, está insistiendo también en aumentar los impuestos sobre los ingresos altos de las personas y de las empresas, y en preservar las 'conquistas' laborales. Me corro el albur de 'pronosticar' que no tendrá mucho éxito en corregir los males que aquejan a la economía, mismos que se resumen en su rezagada productividad (vis-a-vis Alemania).
 
Everardo Elizondo

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