sábado, 24 de septiembre de 2011

A través de un vidrio, obscuramente

Una vez más, los medios de comunicación han mostrado recientemente al público el hecho consabido de que muchas gasolineras, a lo largo y ancho del País, venden "litros inexactos" del combustible -los cuales cobran como quiera con exactitud, obviamente.

Una vez más, la reacción predecible de muchos comentaristas, políticos, defensores (autodesignados) del consumidor, etcétera, ha sido la denuncia enojada, vehemente, cargada de calificativos. Desde luego, se ha acompañado, de nuevo, de la exigencia de que los responsables del hurto rindan cuentas ante la justicia, y de que se tomen las medidas regulatorias o policiales necesarias para que el robo no se repita.

El tema tiene muchos años de vigencia. Tantos, que ya no me acuerdo cuándo me enteré inicialmente de su existencia e importancia. Quizá fue por alguna declaración desesperada de Profeco. La ineficiencia y la corrupción en nuestro medio son tan frecuentes y tan persistentes, que se han transformado en una normalidad enferma -si vale la expresión.

Existen por supuesto muchas gasolineras que operan con honestidad. Éstas son, entre otras, las que aprovechan el descarado problema para soltar un eficaz slogan publicitario, ofreciéndole al comprador, abiertamente, "aquí sí, litros exactos".

Entiendo muy bien el enojo de los observadores, pero me temo que ven el asunto "a través de un vidrio, obscuramente" -parafraseando mal a San Pablo.

La solución del problema es muy sencilla y no tiene que ver ni con policías ni con inspectores ni con la renovación moral de la sociedad (con todo respeto de algunas recientes exhortaciones). Se trata de una aplicación lógica de principios de economía elementales.

Para acabar con la práctica de vender "litros cortos", lo único que se necesita es aumentar masivamente la competencia entre los distribuidores. La puesta en práctica de este remedio empezaría permitiendo la libre importación de gasolinas a cualquier interesado en el negocio. Importar el combustible no debería ser objeto de debate serio: eso es lo que hace Pemex cada día en mayor proporción.

El cambio radical consistiría entonces en eliminar el monopolio del que ahora disfruta el ente mencionado y, con ello, introducir en el mercado una forma automática de regulación de la cantidad (y la calidad) del combustible vendido. Si en el cruce de dos calles se establecieran dos o cuatro expendedores, sería suicida que uno de ellos tratara de defraudar al comprador. Desde luego, uno de ellos podría ser un concesionario de Pemex, pero los otros tres podrían ser, digamos, "Flujo Exacto", "Gashonesta" y "Combustibles Elizondo". Como este último establecería, por supuesto, un punto de referencia prístino en materia de prácticas comerciales, los otros tres no tendrían más remedio que imitarlo, so pena de quedarse sin clientes. Colorín colorado.

La libre competencia es evidente en cualquier ciudad de Estados Unidos, donde se encuentran, cara a cara -o bomba a bomba, si se quiere- Exxon, Shell, Valero, Texaco... La lucha entre ellas es feroz y se traduce, como postula la teoría, en beneficio innegable del consumidor, al que le ofrecen todo tipo de ventajas, en la forma de cualidades distintivas de las gasolinas que expenden, formas de pago, regalos, etcétera. A ninguna se le ocurre, por supuesto, tratar de atraer compradores asegurándoles que les darán ¡litros de 100 cc.! Un punto positivo adicional consiste en la existencia de "rest rooms" aceptables, a diferencia de las cloacas abiertas que sufrimos los mexicanos en las llamadas, sin rubor, "estaciones de servicio" que son franquicias de Pemex.

Ya sé que el marco legal actual no admite llevar a la realidad el planteamiento anterior. So what? Hay que cambiarlo en lo procedente. Las instituciones económicas deben estar al servicio de la población en general, no de una pequeña pero influyente coalición de agentes económicos (privados y públicos).

Supongo que no faltará quien eche mano al "argumento" de que la situación vigente pretende (quién sabe cómo) salvaguardar la soberanía y la seguridad nacionales. A ello valdría responder con el ingenio y la sabiduría, de ayer y de siempre, del Dr. Johnson.
 
Everardo Elizondo
 
+++++++++++++++++++++++++++++++
 
Hay quienes dicen que las reformas estructurales son un mito, que no se requieren. Aquí vemos como Everardo Elizondo explica muy bien qué se requeriría para mejorar el mercado de combustibles en México: abrirlo al sector privado. Eso es una reforma estructural. Pedir que baje el precio de las gasolinas con cargo al Erario NO es la solución. Eso no es más que populismo barato. Al final de cuentas el subsidio se pagaría con los propios impuestos. ¿De qué sirve engañarnos así?
 
AMEPI, AC.

No hay comentarios:

Publicar un comentario