domingo, 11 de septiembre de 2011

México: la otra cara

La violencia nos ha reducido a tal grado al corto plazo monotemático, que el resto de los problemas de México, para no hablar de sus potencialidades y bendiciones, ha desaparecido del escenario político. La concentración de la opinión pública en la violencia está más que justificada: la primera obligación de un Estado es garantizar la seguridad de sus gobernados. Sin paz, y sin la libertad que conlleva, es imposible construir nada. Sin embargo, es igualmente imposible que un Estado empobrecido y una ciudadanía sin recursos solucionen problemas como la violencia, la inseguridad y la multiplicación de delincuentes impunes. El éxito de cualquier estrategia contra el narco, los criminales que han crecido al amparo del caos que los cárteles han generado y ante la permanencia de usos y costumbres como la corrupción, la mordida, el soborno y funcionarios de dudosa honestidad que se aferran a sus cargos, depende en buena parte de la economía. Por ello, sería un grave error que, a meses de las elecciones, los votantes convirtiéramos la inseguridad en el único punto de la agenda política del País.

"México es más que la inseguridad y la violencia", se ha vuelto una frase trillada y vacía que nos dice muy poco. Tan hueca que tendemos a desechar cualquier panorama optimista del País. Los arquitectos nativos de estos escenarios ocultan casi siempre alguna ambición política; los extranjeros están tan concentrados como nosotros en la violencia que azota México. Por eso son tan excepcionales y útiles la editorial y el reportaje que The Economist publicó sobre México el 27 de agosto.

Le dedica algunos párrafos a la violencia, porque no hay manera de darles la vuelta a sus efectos económicos: entre otros, la baja en la inversión extranjera y en el turismo y las dislocaciones en el transporte y en las industrias fronterizas. La inseguridad, afirma The Economist, quita al País un punto porcentual de crecimiento al año. Sin embargo, el énfasis de los artículos está centrado en algo que hemos olvidado bajo nuestro propio riesgo: las potencialidades de México.

La pobreza ha aumentado como resultado de la crisis financiera en Estados Unidos y del alza del precio de los alimentos, pero los mexicanos -dice el Economist- somos "más ricos que cualquiera de los habitantes de los BRIC, a excepción de los rusos". Nuestro sistema educativo deja mucho que desear y está permeado de grilla y politiquería, pero estamos "mejor educados que los brasileños". La economía mexicana dista de tener los índices de crecimiento de China o Chile, pero "está más industrializada, mejor administrada y es más receptiva a los empresarios que la de Brasil". Y aunque el crecimiento ha sido menor al que el País necesita, en los últimos 15 años "ha sido significativo".

Tenemos otras ventajas: la cercanía al mercado norteamericano en una coyuntura de alza en el precio del petróleo y, en consecuencia, en el costo de los transportes, y el incremento de los salarios y de los productos de China -nuestro principal rival comercial-. El flujo de inversiones ha repuntado y las exportaciones del País (que representan casi un tercio del PNB) han vuelto a crecer y se han diversificado. Por último, trabajamos jornadas tan largas, que desmienten el mito del mexicano amante de las siestas que deja todo para mañana.

México tiene pocas alternativas frente al impacto de los vaivenes de la economía estadounidense, pero tiene muchísimas opciones para resolver los problemas internos que obstaculizan un mayor crecimiento. Es indispensable, para empezar, abrir el mercado interno a la competencia y eliminar regulaciones que encarecen los servicios y productos que consumimos. El cuasimonopolio que Slim ejerce en el campo de las comunicaciones cuesta carísimo a los consumidores: hogares y negocios pagamos por nuestras líneas entre 45 y 63 por ciento más que el promedio de los usuarios de los países de la OCDE. El 31 por ciento de los bienes y servicios que consumimos son producidos por oligopolios o monopolios que fijan precios altos casi a su antojo. Medicinas, transporte terrestre y aéreo y servicios bancarios son apenas unos de ellos.

Tan o más importantes, en opinión de The Economist, son las reformas indispensables a las que les hemos dado la vuelta por años: una reforma laboral que abra el mercado de trabajo, la fiscal y, la más difícil de todas, la reforma energética.

Más allá de las medidas que propongan para resolver el problema de la inseguridad y violencia en el País, los votantes tendrán que analizar con cuidado las promesas económicas de los candidatos antes de las elecciones del 2012. Se ha calculado que una mayor apertura a la competencia y las reformas laboral y energética le regalarían al País 2.5 puntos porcentuales de crecimiento del PNB.
 
Isabel Turrent
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Aún en el extranjero se dan cuenta de todo el potencial, desperdiciado, que tenemos en México. Muchos critican que otros países, como los del BRIC, nos estén ganando, e incluso algunos con ideas mercantilistas/proteccionistas piden que cerremos nuestras fronteras a las importaciones, que les pongamos más aranceles y/o que se devalúe el peso de manera artificial, cuando las soluciones de fondo son esas reformas estructurales que tanto se han cacareado que ya muchos las consideran un mito. Pero no son un mito, son nuevas reglas del juego que harían más competitiva a la economía mexicana, se incentivaría la inversión productiva, habría más empleos, y menos pobreza.
 
La pobreza no disminuirá dando subsidios (que se financian de los mismos impuestos que se colectan de la economía que no crece) ni dádivas a los que menos tienen. La pobreza disminuirá creando más y mejores empleos. Y los empleos no los genera el gobierno, los burócratas. Los empleos los generan las empresas. Si queremos crecer a las tasas con las que crecen los del BRIC, tenemos que incentivar la creación y crecimiento de las empresas como ellos lo están haciendo.
 
AMEPI, AC.

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